Rancho Las Voces: Libros / Ciudad Juárez: Presentan «Bordeando la violencia contra las mujeres en la frontera norte de México»
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jueves, marzo 20, 2008

Libros / Ciudad Juárez: Presentan «Bordeando la violencia contra las mujeres en la frontera norte de México»

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Portada de la publicación. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. Miércoles 12 de marzo de 2008. (RanchoNEWS/RMV).- «El día en que se haga justicia se limpiará la ciudad de sangre», dijo la Dra. María Socorro Tabuenca Córdoba durante la presentación del libro «Bordeando la violencia contra las mujeres en la frontera norte de México», del cual es coordinadora con la investigadora Julia Estela Monárrez Fragoso.

El libro es una coedición de la editorial Miguel Ángel Porrúa y del Colegio de la Frontera Norte, en donde laboran Tabuenca y Monárrez, y la presentación se llevó a cabo en la Librería Universitaria de esta ciudad, con la participación de la Mtra. Teresa Montero Mendoza y del Mtro. Servando Pineda Jaimes, ambos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ); y de la Lic. Imelda Marrufo de la Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez. La Lic. Nohemí Almada Mireles tuvo a su cargo la moderación de la mesa.

Los presentadores analizaron una tercera parte de la obra respectivamente. Montero Mendoza comentó que el libro «en medio de la tragedia es un gran avance» y que es «obra madura y de vanguardia», en tanto que la Lic. Marrufo Nava sugirió que se revisaran las recomendaciones del Primer Encuentro Binacional de Estudios de la Mujer en la región Paso del Norte, realizado en el 2003, de donde se conjuntaron los textos que conforman Bordeando la violencia...

En representación de Pineda Jaimes, Guadalupe de la Mora leyó su texto en el que dice «siempre será más fácil culpar a “aquellas” que alzan su voz en demanda de justicia en todos y cada uno de los lugares que las quieran escuchar, que enfrentar a los poderosos cárteles de la droga que se han adueñado de la ciudad».

A continuación reproducimos tal escrito.

El texto de Servando Pineda Jaimes

Buenas noches. Saludo a mis compañeras y amigas, la Mtra. Tere Montero, la Dra. Julia Monárrez y la Dra. Socorro Tabuenca, y mis respetos a la Licenciada Nohemí Almada.

Antes que nada una disculpa. Me hubiera gustado estar aquí, pero, cosas del destino me lo impiden. Espero comprensión de la legión femenina ante lamentable imprevisto. De cualquier manera estoy bien representado y agradezco a Guadalupe de la Mora el favor que me hace al leer este texto.

Bordeando la violencia contra las mujeres en la frontera norte de México es, sin lugar a dudas un libro deseado, sin embargo espero no haya llegado tarde.

Coquis Tabuenca. (Foto: Mariela Paniagua/RanchoNEWS)

La historia de este libro, como de muchos otros está marcada por el paso del tiempo. Una lástima, pero a la vez una dolorosa realidad en nuestro medio. El texto es el resultado de un trabajo académico que se realizó en el 2003 a partir del Primer Encuentro Binacional de Estudios de la Mujer en la región Paso del Norte, y sólo cinco años después tenemos la oportunidad de debatir su contenido. Aclaro el punto. No es que no sea vigente. Tan vigente es, que cuando uno lee los textos, ni siquiera se percata de cuándo fueron escritos. Esto nos habla de que el tema abordado sigue tan actual como lo será este nuevo libro que viene a llenar un hueco en la literatura sobre este tema.

Y digo que ojalá y no llegue tarde, porque nos ofrece demasiadas pistas para entender varios temas que parecería son lo mismo pero tienen diferencias sustanciales: a. el feminicidio, b. la violencia doméstica y c. las formas de participación política de las mujeres, en relación a los temas anteriores. Hablo del tiempo porque a la distancia parecería que el discurso oficial ha avasallado el tema. Hoy se «festeja» (sí, entrecomillas) a la mujer en su día con grandes eventos de caricatura; y me parece que más que un día de fiesta, debe ser de reflexión. Una vez más el silencio cómplice que intenta tapar el sol con un dedo. El aquí no pasa nada, el aquí todo está bien. La sombra de un mito. La violencia desatada contra las mujeres en Juárez cuya cara más dura se expresa en el feminicidio, para la ciudad, se asemeja más a la hija que resulta embarazada sin haberse casado y que por tanto hay que esconderla por haber manchado la imagen de la familia. Hoy se mancha la imagen de la ciudad, cualquier cosa que esto signifique. Es mejor pues, el silencio.

Esto me da pie para comentar una parte del libro muy interesante. Y es justamente con esta última reflexión que la Dra. Julia Monárrez nos adentra a su tema: El sufrimiento de las otras, que aborda en el capítulo 4. Ahí, nos aclara que ha decidido reflexionar «acerca de cómo se comporta el yo que no sufre, frente al otro que sufre”. Y yo agregaría: «el yo que no sufre e impone su silencio, frente al otro que sufre, invisibilizado/a por los discursos dominantes».

No hay que ir muy lejos para encontrar el hilo conductor de este excelente texto. Los otros son el grupo de familiares de las víctimas del feminicidio en Juárez, y por tanto los que sufren, y el yo representado por los grupos hegemónicos de la ciudad y que por ende son los que no sufren. Uno y otro grupo, nos dice la Dra. Monárrez y nos dice bien, «están divididos por clases sociales».

Y la Dra. Monárrez lo expresa claro en la pregunta guía de su investigación: ¿cómo se pronuncia el grupo hegemónico juarense frente al dolor de familiares víctimas? De entrada tiene una hipótesis, al advertir, citando a Reguillo que: «esto tiene consecuencias para el logro de la justicia, ya que un cuerpo social dominante se empecina en generar apreciaciones generalizadas; al mismo tiempo, [que] la cultura hace el trabajo fino de establecer diferencias de percepción y confiere sobre el actor social la certeza de un “nosotros” desde el cual interpretar la realidad e impedir el acceso a la justicia de las víctimas y sus familiares».

El texto describe la lucha de los familiares de las víctimas en su búsqueda de la justicia, los esfuerzos gubernamentales para dividir a los grupos derechohumanistas y la cooptación que el gobierno hizo de lideresas que de la noche a la mañana pasaron de ser feroces defensoras de las madres de las víctimas del feminicidio a expertas contadoras para quien lo importante ya no era el dolor y la justicia, sino el dejar en claro que «no eran tantas las muertas». ¿Cómo cuántas son muchas?, pregunto yo.

En primer plano la Dra. Julia Monárrez. (Foto: Mariela Paniagua/RanchoNEWS)

Esto nos lleva a otro tema interesante: la imagen de la ciudad, repito, cualquier cosa que esto signifique. La Dra. Monárrez narra puntualmente estos episodios y nos guía por el camino para entender este proceso, como un acto hegemónico de los grupos de poder, quienes prefieren culpar de la «mala imagen de la ciudad» a las organizaciones de familiares que buscan la justicia para sus hijas, que poner en el análisis el papel que ha jugado el crimen organizado en este proceso. Siempre será más fácil culpar a «aquellas» que alzan su voz en demanda de justicia en todos y cada uno de los lugares que las quieran escuchar, que enfrentar a los poderosos cárteles de la droga que se han adueñado de la ciudad, o hacer un juicio implacable del pobre papel de los gobiernos federales, estatales y municipales para desafiar las crisis económicas a las que está sujeta nuestra comunidad o enfrentar la descomposición en la que se encuentran nuestros cuerpos policiacos sumidos en la corrupción y el narcotráfico. Porque hay que decirlo: no son las mujeres asesinadas ni sus familiares, quienes han dado esa «mala imagen», ni han alejado inversiones y turismo, por la simple y sencilla razón de que ninguna de ellas pidió ser asesinada tan sólo para «manchar la imagen” de nuestra ciudad; igual sus familiares, a quienes jamás les pasó por la mente tener que vivir estas tragedias. O como dice Julia Monárrez: «el asesinato de mujeres que manchan el entorno fronterizo pretende igualmente desviar la atención de las estructuras de violencia que sufre la ciudadanía. Por eso, […] los grupos hegemónicos presentan a las mujeres asesinadas y a sus familiares como las primeras enemigas de la ciudad que desprestigian a la cultura del trabajo».

En el otro texto, Representaciones del feminicidio en el cine fronterizo, la Dra. Socorro Tabuenca analiza el tema a partir de tres películas (muy malas por cierto, «churrazos» algunas de ellas, según nos dice la autora) pero que sirven para reflejar una parte de esta violencia. ¿Por qué el cine? «Porque la violencia permea nuestras vidas a través de los medios y de nuestra cotidianeidad y, a pesar de que hoy en día la sociedad en general manifiesta cada vez más y más su molestia con respecto a dicha situación e investiga sus causas y posibles soluciones, paradójicamente la sociedad misma se va haciendo inmune a ella, justificando, en sobradas ocasiones, a quienes la perpetran».

De Izq. a Der.: Lic. Marrufo, Dra. Monárrez, Lic. Almada y Dra. Tabuenca, durante la prtesentación del libro. (Foto: Mariela Paniagua/RanchoNEWS)

El tema lo pone en perspectiva: «La magnitud y las dimensiones de la violencia son considerables», nos dice la Dra. Tabuenca, «su ejecución se lleva a cabo en la casa, en la escuela, en las calles, en el campo, en los lugares de trabajo y en las oficinas de gobierno», agrega en su texto. Estamos tan expuestos a la violencia, es tan cotidiana que, nos dice la autora: «tendemos a normalizarla o a naturalizarla». Es decir, nos quedamos con ella porque la vemos como algo habitual. Esto equivale a abandonarse, y abandonarse es dejar que las cosas pasen en medio del horror, pues ante estos escenarios la gente prefiere imaginar que vive en un mundo feliz, por eso el éxito de los discursos dominantes. Y es que el horror es paralizante, pues si tienes que sobrevivir aquí, lo mejor es cerrar tus ojos, tus oídos y tu corazón a todo lo que ocurre, primero porque no puedes o no sabes cómo cambiarlo, y luego porque lo que quieres es sentir que habitas el mejor de los lugares» .

A través de las películas, 16 en la lista (2001) de Rodolfo Rodoberti y Héctor Molinar; Pasión y muerte en Ciudad Juárez (2002) de Javier Ulloa y Luis Estrada y Espejo retrovisor (2002) de Liza de Georgina y Héctor Molinar, la Dra. Tabuenca analiza la forma en la que la realidad del feminicidio se reconstruye en estas cintas. La mirada para observar estas películas no es una mirada inocente, nos aclara, sino que lo hace a través del cristal que le dan los 40 años de habitar esta ciudad, «de mis experiencias, mis lecturas y mi posición como académica de la clase media», nos dice, pero también por medio del «estudio crítico del lenguaje», y pone especial énfasis en los diálogos y las imágenes de estas películas, llenas de estereotipos donde los policías son buenos, las mujeres de Juárez son malas y por eso las matan, las narrativas son masculinas y al final el bien se impone al mal. El final feliz. Por cierto, en 16 en la lista, uno de los héroes es el inspector Jaimes. Debo aclarar que no es mi pariente, soy inocente de semejante barbaridad. Es más, ni lo conozco.

En 16 en la lista y Pasión y muerte en Ciudad Juárez, no hay mucho que rescatar, pero a decir de la autora, en Espejo retrovisor, aunque no es una gran película, acierta al documentar la ciudad y el feminicidio de «una manera en que las otras fallaron». Esa cinta desafía los estereotipos al mostrar más de una cara de la ciudad, de su problemática y de sus habitantes. Pero en general, las cintas, nos dice la Dra. Tabuenca, «presentan una mirada prejuiciada a favor de los grupos dominantes, al glorificar la labor de la policía y presentar a los asesinos como “monstruos”, a los detectives como héroes, y en estigmatizar a las víctimas y a los demás personajes femeninos».

La Mtra. Rosalba Robles aborda el tema de la violencia doméstica en su artículo: Cuerpos martirizados, mentes ausentes, un título que no pudo ser más claro que describir la manera en que las mujeres sobreviven a la violencia física dentro del lugar que se supone, debería ser un refugio para ellas: el hogar. Apoyándose en la Divina Comedia de Dante para describir ese limbo en el que la mujer se mete para soportar la violencia, Rosalba Robles se pregunta: ¿cuáles [son] los mecanismos de resistencia [que] operan las mujeres que sufren la violencia doméstica? Y la respuesta está en el título de su texto: ante un cuerpo martirizado, una mente ausente, que aleje el dolor, que te aleje del tiempo, del lugar, del hecho. Rosalba analiza a las mujeres del poniente de la ciudad, aunque aclara que el problema no sólo se manifiesta en ese lugar, cuyos cuerpos son los «receptáculos», nos dice, «de insultos, golpes, puñetazos, jalones de cabello, abusos sexuales e, incluso, intentos de feminicidio». ¿Cómo logran soportar todo esto? Para poder sobrevivir, los cerebros de estas mujeres no siempre registran estas violencias, porque, y cita a Butler, 2001:45: «La mente no sólo subyuga al cuerpo, sino que ocasionalmente juega con la fantasía de huir por completo de su corporeidad”.

La Mtra. Montero y la Lic. Marrufo. (Foto: Mariela Paniagua/RanchoNEWS)

El texto de la Mtra. Robles es revelador y provocador. No sólo porque deja en claro que la violencia doméstica es un asunto público y no privado, sino que nos advierte de la posibilidad de que el hogar se convierta en un gueto, un espacio de reclusión, pero también de exclusión, de restricción y de dolor, al ser el hombre quien domina esos espacios. En un círculo de violencia, el hogar su convierte en una prisión doméstica, donde las mujeres carecen de poder y por lo cual llegan a la sumisión. Por tanto, el hogar se convierte en el lugar más inseguro y peligroso, pues la violencia se vive dentro de la familia. El razonamiento de Rosalba nos debe llamar a la reflexión: en estas condiciones de extrema violencia, el hogar cobra un sentido macabro. Si aceptamos la figura del gueto, la mujer sólo podrá estar en espera de lo que pueda suceder primero: ser liberada o ser sacrificada. Pero en el caso de las mujeres del poniente de la ciudad, la primera opción parece no estar próxima, porque como dice la autora, la violencia contra las mujeres vista así, se convierte en la crónica de una muerte anunciada.

Tratando de resumir:

Repartirse entre los expositores la presentación de un libro es una medida acertada no exenta de riesgos. Evita, creo, que el público escuche lo mismo varias veces, pero por otro lado, puede invisibilizar el verdadero objetivo del libro. En ese sentido yo observo que a pesar de tratarse de una recopilación de artículos, existen hilos conductores que le dan coherencia y fortaleza al texto. No sólo se habla de feminicidio y violencia contra las mujeres, sino que expone varios puntos críticos.

Aspecto de la presentación. (Foto: Mariela Paniagua/RanchoNEWS)


Desde el problema descrito por Julia Monárrez a partir de la reflexión de quién sufre y quién no sufre, hasta de silencios o discursos hegemónicos, sin olvidar que fundamentalmente se trata de un conflicto de clases sociales, enmarcado en los procesos de globalización y su repercusión en el desarrollo económico de la ciudad que se expresan en una modernidad inacabada –parafraseando a Bauman. Asimismo, no debemos pasar por alto reflexiones tan ricas como las que ofrecen las autoras; la propia Rosalba Robles pone al descubierto un tema que por mucho tiempo se ha callado: la violencia que se da al interior de los hogares, de ninguna manera se trata de un asunto privado, es, evidentemente de un asunto público. No entenderlo así nos ha llevado hoy a lamentar hechos que de otra manera se hubieran evitado. Y por supuesto, el libro nos deja claro que la justicia, la justicia… es una señora de la que todo mundo habla, pero que pocos conocen en Ciudad Juárez.

Por eso es importante este libro. Porque aspira y debe aspirar a romper ese silencio imponente y ciegamente cómplice sobre este tema; un silencio hecho de miedos y comodidad. Viene a mi mente la Alemania Nazi de los cuarenta, donde muchos, la mayoría, callaron, pero al final nadie pudo decir que no sabía nada. El Holocausto pues, es la clara diferencia entre el «no sabemos» y el «no queremos saber».

Y nosotros, ¿de qué lado nos quedamos?

Muchas gracias.

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