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viernes, septiembre 26, 2003

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París reúne todo Vuillard, pintor colorista del desasosiego burgués

ÓSCAR CABALLERO - 03:16 horas - 25/09/2003 / La Vanguardia

PARÍS. – Apenas 46,3 x 56,5cm, pero todo cabe ahí: “Intérieur, mère et sœur de l'artiste” (interior, madre y hermana del artista) es una de las primeras sorpresas que depara “Vuillard”, la más importante muestra jamás consagrada a Édouard Vuillard (1868-1940), que con las 230 obras (óleos, dibujos, paneles, fotografías) reunidas en el Grand Palais, demuestra que el modesto líder de quienes –como Bonnard, su “gemelo en pintura”– rechazaban igualmente el realismo y el impresionismo, representó el nombre de su movimiento: “nabi”, es decir, en árabe y en hebreo, profeta.

El interior burgués, con su carga de sufrimientos callados, caldo de cultivo del psicoanálisis y del teatro del que Vuillard fue además cumplido escenógrafo (Maeterlinck, Strindberg, Ibsen, Jarry), “cabe en la penumbra de la sala, el empapelado de las paredes, la convivencia silenciosa y la calma eléctrica en la que transcurrió la vida de Vuillard –explica Guy Cogeval, director del Museo de Bellas Artes de Montreal y comisario de la exposición–, hombre apocado, que vivió siempre con su madre y cuya única distracción sexual fue una historia con Lucy, la mujer de Hessel, su marchante”. Y, sin embargo, subraya Cogeval, “la estridencia de los colores bajo un arte aparentemente convencional lo convierte en un precursor del 'bad-painting' norteamericano… Los rostros deshechos de su época final anticipan a Giacometti, Soutine, Bacon, Lucien Freud”.

Hijo de una costurera especializada en corsés, pero alumno –gracias a una beca– del mejor instituto de Francia, el Lycée Condorcet (entre los profesores, Bergson y Mallarmé), con su condiscípulo Aurélien Lugné-Poe, reformador del teatro, Vuillard postulará “un teatro liberado de las contingencias del realismo”.

Así, los nabis fundan lo que hoy parece normal, la colaboración entre pintores y gente de teatro. (La realidad imita al arte: al mismo tiempo que un salón de la muestra recuerda su trabajo de escenógrafo, el teatro Marigny, a pocos metros del Grand Palais, presenta “Hedda Gabler”, de Ibsen, montado por Polanski). Y “bajo la influencia del teatro simbolista, Vuillard aprendió a mirar de otra manera el pequeño y cruel teatro doméstico”.

La exposición se ordena por temas y épocas. “Vuillard nabi”, por el grupo creado en 1888 donde Vuillard se integró un año después. “Vuillard y el teatro” (los Nabis, “cultores de la obra de arte total, el Gesamtkubnstwer de Wagner”). “Intérieurs”, “lazo entre el siglo XVII, sus admirados Vermeer y Chardin y una modernidad evidente”. “Los años Misia”, por la exuberante reina de París (entonces Natanson y luego Sert), quien lo integra en el círculo de “La Revue Blanche” –Mallarmé, Toulouse Lautrec, Bonnard, Vallotton… –, del que es musa.

“Vuillard et la photographie” delata “la influencia enorme sobre su pintura de la Kodak adquirida en 1897”. Y otras salas presentan al decorador, los jardines públicos, un nuevo espacio y una nueva luz (“los primeros paisajes del pintor de interiores, con efectos asombrosamente abstractos y modernos”) y, en fin, “tradición y modernidad”, con “la verdadera reinvención de su pintura”.

Cogeval no sólo explica: redactor y coordinador del catálogo imponente, también es autor del primer catálogo razonado (Editions Wildenstein), idea del fallecido coleccionista Daniel Wildenstein, “promotor a lo largo de su vida de una tradición única de catálogos razonados”. Irracionales: tres volúmenes en el caso de Vuillard; más de 1.900 páginas, reproducción de 3.000 obras, seis años de trabajo… “Con la particularidad de una mirada crítica, nuevas interpretaciones de obras mayores y descubrimientos asombrosos sobre la vida del artista”.