.
El escritor en sus últimos años (Foto: Archivo)
D ice Gabriel Zaid que José Luis Martínez es "el curador de las letras mexicanas", porque se ha dedicado a cuidar, organizar y hacer legible nuestra literatura. José Luis Martínez acostumbra leer de día y escribir de noche. Lo imagino en tantas noches solitarias, constante, indagando datos milimétricos en sus libros (vive en medio de una inmensa biblioteca, la más grande del país sobre temas mexicanos.)
De esta manera comienza Fernando García Ramírez el texto de la entrevista con José Luis Martínez, publicada en la revista Letras Libres en el año 2004 con el título «El Guardián de los papeles», de la cual ofrecemos el siguiente fragmento:
Usted conoce a fondo el origen de nuestra nación, conoce también sus primeros pasos como nación independiente, conoce el trabajo que costó nuestra emancipación cultural, ha sido testigo de las nuevas sensibilidades del siglo XX: ¿Cuál es el sentido profundo de su nacionalismo, cuál el sentido profundo de su amor por este país?
Creo que ignorarnos es un crimen. Es necesario conocernos, saber cuanto sea posible de nuestro pasado, pero sobre todo conocerlo y amarlo.
Su libro sobre Cortés fue un trabajo de historiador profesional. ¿Por qué se interesó por Cortés? ¿Para reparar una falta histórica?
Sí, claro. Había el proyecto de hacer un trabajo sobre Cortés en colaboración con varios amigos del Instituto de Historia, entre ellos Miguel León-Portilla y Roberto Moreno. Planeamos hacer primero una buena edición de las Cartas de relación, luego una edición de los documentos y posteriormente un estudio sobre Cortés. Pero entonces ocurrió una de esas huelgas universitarias larguísimas y el proyecto se vino abajo. Tuve que hacer solo el estudio del personaje y la recopilación de los documentos. Por cierto, me acaban de enviar un nuevo libro que contiene unos treinta y tantos documentos nuevos: tengo que hacer la reseña.
¿Es usted optimista respecto al estado de la crítica literaria en México?
Me siento optimista, pero creo que hacen falta los libros sólidos, valientes, que se metan a fondo con un tema. Acabo de conocer un libro de Silvia Molloy sobre los diarios que me parece notable. Algo así hace falta en México: estudios a fondo sobre temas particulares.
Después de usted quizá nadie conozca la literatura mexicana como José Emilio Pacheco. Si usted fuera editor, ¿qué clase de libro le propondría escribir a José Emilio Pacheco?
Le pediría que recogiera sus Inventarios. En general, en la literatura mexicana faltan los estudios sistemáticos de conjunto, el trazo de los grandes panoramas. A José Emilio le pediría que se dedicara a estudiar un personaje a fondo, con el gran rigor que él acostumbra. Es muy buen expositor y muy curioso para las lecturas raras, principalmente inglesas y americanas. También le pediría que no estuviera tanto tiempo en Estados Unidos, creo que irse es una manera de no afrontar las tareas largas y complicadas que sólo se pueden hacer aquí.
Mucho antes de nombrarlo "curador de las letras mexicanas", Gabriel Zaid le endilgó una crítica muy fuerte y divertida, ¿se acuerda de ella? "Nuevas letras sin brasier", se llamaba el texto. Ahora son muy buenos amigos...
Sí, lo aprecio muchísimo. En la Academia, en una trifulca que hubo, me defendió de una manera ejemplar. Entre lo mejor que ha escrito Gabriel Zaid se encuentra su texto sobre Octavio Paz, que aparece en un libro reciente: Semblanzas de académicos. Es un texto espléndido, por su claridad y generosidad. Antes lo veía mucho, acostumbrábamos irnos juntos a la Academia.
¿Le debe a Alfonso Reyes, al que conoció después de su tránsito por Sudamérica, su constancia en el trabajo literario, su amor por los antiguos?
Lo que usted menciona y muchas cosas más. Sobre todo el gusto que tenía por la literatura. Para él, escribir y leer eran su felicidad. En estos días estoy preparando la introducción para la edición de su Diario, en la que trabajamos un equipo, y me encontré que él dice que quiere ser un solitario con letras. A él no le interesaba la política, como no me interesa a mí tampoco.
¿Cuál es el mayor aporte crítico de Alfonso Reyes: su rescate de Góngora, sus estudios sobre literatura española, sus alcances a Goethe o su rescate del mundo griego?
La frescura para tratar todos los temas sobre los que escribía. Tenía una memoria formidable, él decía que tenía una memoria de colodión, que leía algo y se le quedaba. A mí no me pasa eso. Hace poco volví a leer el hermoso libro de Lord Dunsany, Cuentos de un soñador, pero fue como si lo hubiera leído por primera vez... Volviendo a Reyes, me parece que sus mayores aportaciones van por el lado de su rescate del mundo griego, entre otras cosas muy importantes que hizo, como lo de Góngora y lo de Mallarmé. También le tengo un gran aprecio a su teoría literaria, es muy buena, muy lúcida, realmente lo conduce a uno a la comprensión de lo que es la literatura.
Alí Chumacero, Juan José Arreola, Octavio Paz y Antonio Alatorre, aunque son sus contemporáneos estrictos, le transmitieron sus experiencias literarias. ¿Cómo era la forma de transmitir la pasión literaria de cada uno de ellos?
Siempre por contagio, nunca como una enseñanza. Alí, desde que era joven en la preparatoria, tenía ya una buena colección de libros. Juntos descubrimos a Rilke, a Heidegger y algunos poetas raros como Jean Paul Toulet. Después descubrí a Paul Léautaud, un escritor espléndido, aunque era un hombre muy fachoso. (Mis hijos me dicen, cuando me ven con ropa demasiado folclórica, "no seas leotudesco".) En cuanto a Juan José, se emocionaba con su pasión literaria, la vivía de una manera muy especial. Le encantaban, además de la literatura, las chácharas. Una vez armó en el patio de su casa un volantín, con cadena y asiento, y convenció a una de sus hermanas de que se subiera. Le comenzó a dar vueltas y al poco se rompió la cadena y la niña fue a dar a un árbol de una casa cercana, se arañó un poco pero no le pasó mayor cosa.
En una entrevista usted dijo que hay dos tipos de escritores, los revolucionarios y los que "cuidan los papeles". Al pensar en eso me viene a la mente la imagen de Benito Juárez recorriendo el país con los Archivos de la Nación a cuestas. Así me lo imagino a usted: salvando el pasado ante el desastre de la desmemoria...
... o como Sigüenza y Góngora: rescatando del incendio las actas de Cabildo, que eran el registro de la historia de México...
Usted es el que cuida los papeles...
Para leer el texto completo pulse este enlace LETRAS LIBRES
REGRESAR A LA REVISTA