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Escena de la obra. (Foto: Pascal Gely)
M éxico, 30 de Marzo 2007.(Jaime Chabaud Magnus/Milenio).- Nuevamente en México en espíritu, a través de su trabajo escénico, el gran maestro británico Peter Brook vuelve a tocarnos. Mi experiencia de espectador con este director había sido a través de videos piratas de sus puestas en escena de Marat Sade, Sueño de una noche de verano, Conferencia de los pájaros y del monumental Mahabarata (dura 9 horas) con dramaturgia de Jean Claude Carriere. En 2002 al fin pude verlo de carne y hueso -a su teatro, pues- en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá con el montaje de Le costume (El Traje). Mi desconcierto fue mayúsculo porque después de repasar una y otra vez, como Biblia que se reza y se consulta, los videos de sus obras mitológicas, apetecía yo la espectacularidad que sabía existía en trabajos anteriores. Lo mismo le pasó a muchos espectadores en Bogotá y luego en ciudad de México cuando trajo esa misma obra el Festival del Centro Histórico un año después. ¿Dónde estaba nuestro Brook, el que nunca habíamos visto en vivo?
Sizwe Banzi está muerto (Sizwe Banzi is Dead) camina en la misma línea de austeridad que Le costume y es que uno, fan de oídas, leídas y de formato digital, comienza a comprender y a acordarse de muchas de las frases del libro El espacio vacío de Brook. Estos dos montajes que se han mostrado en los años recientes en México trabajan con el minimalismo espacial, con el actor intensivamente y con las convenciones teatrales más elementales, no en sentido peyorativo sino de esencialidad.
La obra de Athol Fugard, John Kani y Winston Ntshona pertenece al teatro de emergencia sudafricano de los años 70 conocido como “township theatre” que combatía desde su trinchera el apartheid y todo lo que este traía consigo. Styles, un migrante al que se le ha acabado su permiso de residencia y trabajo, se encuentra con un muerto (Sizwe Banzi) cuyos papeles indican que goza de un permiso por un tiempo mayor. Styles se convierte entonces en Sizwe para vivir desde la impostura el sueño de un país que le puede dar trabajo. Un trabajo en donde la ironía, el humor y la estructura misma nos revela un teatro africano que desconocemos en México. La obra se presentó en el Teatro Jiménez Rueda dentro del XXIII Festival de México.
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