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El discurso del músico es tan rico como su arte impredecible y lleno de hermosos contrastes. (Foto: Víctor Cruz)
M éxico, 23 de Marzo 2007. (Xavier Quirarte/Milenio).- Hubo una vez una baronesa de la rama de los Rotschild, Nica de Koenigwarter, quien se perdía por el jazz. Luego de divorciarse se fue a vivir a Nueva York y utilizó parte de su fortuna para ayudar a jazzistas como Charlie Parker, Thelonious Monk y otros. A principios de los sesenta se dedicó a fotografiar a los jazzistas de Nueva York con una cámara Polaroid y a pedirles que le dijeran tres deseos. Miles Davis le respondió que sólo tenía un deseo: “ser blanco”.
Tiempo después Miles conoció a un músico brasileño que no sólo era blanco, sino albino, es decir, más allá de sus anhelos. Lo llamó el albino loco y lo invitó a tocar a su grupo eléctrico para luego afirmar que era el músico más completo que había conocido. El albino es Hermeto Pascoal y ante la pregunta de cuáles serían hoy sus tres deseos sonríe, pero no responde porque no habla español y quien esto escribe no sabe portugués.
Pero la fortuna dispone que aparezca un alma caritativa que traduce y Hermeto responde: “sería difícil pedir tres deseos fijos, porque yo tengo deseos diferentes todos los días. Me cansaría de ellos. Yo ya asumí el compromiso con mis deseos, ya conseguí tantas cosas que casi no tengo nada por pedir. Los deseos que se me cumplen vienen sin pedirlos, de repente ocurren. Si hubiera tenido el deseo de venir a México, probablemente no habría venido, no te habría conocido. No lo pedí y ahora estoy aquí para tocar. Estamos aquí para tocar”, dice, y se aleja riendo.
Momentos antes, el desastre de una traductora incapacitada para traducir al castellano lo que Hermeto Pascoal decía con su proverbial vehemencia en portugués, no impidió al músico comunicarse con quienes acudimos a su conferencia de prensa realizada el jueves en la mañana. Irremediablemente quedamos prendados de su magia porque el discurso hermetiano es tan rico como su música, tan impredecible y lleno de hermosos contrastes. Sus palabras reflejan al músico que hace del descubrimiento diario su credo.
Comienza por definir la universalidad de su música, porque abreva de todos los estilos, y su riqueza rítmica y armónica. Se opone a la “música de consumo” porque considera que como músicos tienen “la obligación de darle al público cosas buenas”.
Pascoal es un músico tan generoso como inventivo. Por eso ha escrito una pieza especialmente para México, la cual involucra vasijas de diversos tamaños y nueces. También es magnánimo con sus músicos y se toma tiempo para hablar de ellos, porque asegura que no es común tener un grupo como éste porque “todos tienen sus propias bandas y cada uno de nosotros tiene su propia creatividad. Yo no escojo a mis músicos, ellos me escogen a mí”, asegura entre risas.
“¡Hermeto toca todo lo que ustedes se puedan imaginar!”, anuncia Aline Morena, quien canta y toca la guitarra caipira y las percusiones. Y aunque su música es un fiesta constante donde hay grandes momentos de improvisación, advierte que siempre hay una estructura, una línea conductora sobre la que los músicos montan su creatividad.
La inspiración no es algo premeditado, explica el músico. “Por ejemplo, si uno estudia el saxofón en Estados Unidos se aprende una manera de frasear, y lo mismo pasa con la flauta, que tiene sus propias especificidades. Pero de repente también puede suceder que alguien en mi grupo está tocando el piano pero está pensando como si estuviera tocando batería. También puede pensar en caballos o en el bosque, pero la cuestión es que la inspiración es cosa del momento y no es fija, es libre y no premeditada”.
El músico a quien han llamado El Brujo por la seducción que ejerce su forma de tocar, gusta de trabajar con niños porque “no saben ni quieren saber lo que va a pasar, ni nosotros tampoco. Nosotros también nos volvemos niños. Todo el mundo tiene el alma del mismo tamaño, los niños, no por ser pequeños, tienen un alma más pequeña. Los niños siempre prestan atención y siempre aprenden”.
En alguna ocasión, mientras daba un taller para niños, subió al escenario un pequeño de cuatro años. “Se quedó parado y yo esperaba que él comenzara a cantar para acompañarlo. Pero el niño estaba esperando a que yo empezara a tocar para él empezar a cantar. Cantó libre y cambió los tonos como quiso”, remata riendo.
Hermeto Pascoal se da cuenta de las dificultades de la traductora por seguirle el paso y lo toma con filosofía. Dice que está dormida y que no entiende nada, y ríe, ríe mucho. Luego se retira porque tiene una prueba de sonido, pero nos invita a seguir las preguntas en el concierto porque si alguien va contra toda norma es él, este músico universal que sabe el valor de la humildad.
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