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El único ser humano que se ve en ellas es su esposa, la artista Laurie Anderson. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de noviembre 2009. (RanchoNEWS).- Puede que Lou Reed sea una leyenda, el fundador de The Velvet Underground, miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll, un tipo tan cool que los fans se desploman en el reflejo de sus anteojos espejados. Pero tiene un alter ego, una figura solitaria, un hombre que se refugia tranquilamente en la naturaleza para observar la luz y tomar fotografías elegantes y románticas, bien lejanas a su vida en el corazón de Nueva York. El proceso no podría ser más diferente, pero hay paralelos entre su música y sus fotografías. Armar un libro de fotos es, según Reed, como poner en secuencia un CD. Es un modo de trabajo intuitivo e indefinible en el que las cosas no suceden por planes o ideas ordenadas de antemano sino porque se sienten bien. El encara la fotografía con las cualidades de un músico. «La respuesta es emocional. Eso es todo lo que quiero; las saco con emoción y las ensamblo con emoción, eso da como resultado emoción», dice. Por Hannah Duguid de The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12:
Romanticism es el tercer libro de fotografías de Reed. Es una serie de paisajes, enteramente en blanco y negro. La inspiración para el título la obtuvo del pintor romántico del siglo XIX Caspar David Friedrich. «Habíamos alineado las fotos que nos gustaban y me mostraron una pintura suya. Entonces dije que era eso, que era ‘romanticismo’. No quiero decir que yo pienso que soy él, pero fue el disparador para la idea». Como en las pinturas de Friedrich, hay una cualidad etérea en el trabajo de Reed, un sentido de lo divino en la naturaleza. La luz en las fotos de Reed tiene un tono plateado, que crea una sensación de fantasía. No parecen ser de este mundo. «Son imágenes muy tridimensionales. Las tengo colgadas en mi pared. Me enloquece esa cualidad de plateado traslúcido. Realmente me encanta», dice.
Muy raramente hay una marca humana en la escena; en su mayor parte, sus fotografías son de la naturaleza intocada: bosques a la orilla del mar, una capa de gruesa bruma cubriendo la tierra. Las ramas de un árbol están repletas de frutas, otro árbol está seco; el tronco se desintegra astillándose. «Nunca he visto un árbol que no sea elegante», asegura Reed. Sólo una foto, cerca del final del libro, muestra una forma humana. Es una figura gris andrógina, con pelo corto, de espaldas a la cámara y contorneada de luz. La luz ondea sobre la parte superior de la escena, sugiriendo agua, y el resto es una masa de gris. La figura es la esposa de Reed, la artista y música Laurie Anderson. Se casaron el año pasado y la única línea de texto en el libro está dedicada a ella: «Éstas son fotos que saqué alrededor del mundo dedicadas a mi amor y pasión por mi esposa, Laurie Anderson».
Reed da sólo explicaciones lacónicas sobre sus fotografías. Hay una sola foto de botes en el libro; es una llamativa anomalía. ¿Por qué está en la colección? «Los botes. Están ahí porque estaban ahí. No importa. Es todo lo mismo. Sólo fue cuestión de la luz y del momento. La luz era perfecta. Sucedió que había botes, pero me hubiera gustado que no estuvieran ahí». No entrega información específica acerca de dónde o cuándo fueron hechas las tomas. El libro es puramente de imágenes –sin textos–, todas ellas sacadas en los últimos dos años y en lugares muy diferentes: Escocia, Dinamarca, España, Roma, China. Ninguna foto tiene un título o algún punto de referencia. Es una decisión valiente con la que no cualquier fotógrafo se sale con la suya, pero, vamos, es Lou Reed: un dios puede ignorar las necesidades de los mortales. Y él tiene sus razones: «No hay nada que decir. Una imagen vale más que mil palabras, para citar al lugar común. ¿Qué voy a decir? ¿‘Ahí tienen un árbol durante una tormenta en enero’? La respuesta es emocional. Eso es todo lo que quiero».
Reed toma fotos desde los ‘60, cuando tocaba con The Velvet Underground y estaba cerca de Andy Warhol. El músico desarrolló su estilo fotográfico y aprendió mirando a los que tenía alrededor. A lo largo de los años, fue influido por algunos de los talentos más creativos que existen, personas que conoció y con las que pasó algún tiempo. «Me gusta reinventar la rueda. Me gusta descubrir algo por mí mismo en lugar de que me lo expliquen. Wim Wenders, hay algo que me mostró que me resultó útil. Billy Linich, que se llama a sí mismo Billy Name, era parte de la Factory de Warhol, sus fotos estaban muy contrastadas. Y hubo cosas que hacía Andy Warhol. Y Larry Clark, todavía recuerdo la primera vez que vi Tulsa», suelta.
Fuera de la música, Reed tiene algo de amateur dotado y es una cualidad atractiva. No ha olvidado sus raíces y a la gente que conoció cuando era un chico. Hace poco hizo una película acerca de su prima Shirley, que tiene 100 años. Ella vive en Nueva York, en el mismo barrio donde estuvo durante los últimos 70 años. Explica Reed: «Ella es una persona excepcional. Quería charlar con ella en cámara acerca de cosas que sólo ella podía conocer: cómo era estar en Polonia durante las dos guerras mundiales, ser sacada en secreto de Canadá, o trabajar como costurera en el sindicato. Lo que tenía para decir es notable. Hice una banda sonora para la película con mi banda Metal Machine Trio». Es un contraste interesante el de su centenaria prima Shirley y el Metal Machine Trio, y es una vergüenza que todavía no haya encontrado un lugar para exhibirlo.
El año pasado, fue el diseñador invitado para el número de Invierno 2008-2009 de All-Story, la revista literaria fundada por Francis Ford Coppola. Los colaboradores han incluido a Rachel Cusk y Woody Allen, mientras que Zaha Hadid y Guillermo del Toro también han diseñado un número. Para la tapa, Reed usó una de sus fotos de paisajes, en color. Es una imagen que no pudo usar en su libro y que es totalmente romántica: una luz de un dorado débil cae sobre un escenario de bosque veraniego. La luz tiene una cualidad particular que capturó usando una técnica que involucra desarmar la cámara, aunque no explica con precisión cómo se hace. «Es instinto atenuado con técnica. Llevo mucho tiempo fotografiando. Toda mi vida anduve registrando cosas, jugando. Toda mi vida esperé por algo, que terminó siendo lo digital. Eso finalmente apareció. Podía tomar la foto cien veces, hasta sacarla con la luz de modo correcto, en lugar de una o dos tomas. Adoro eso. No uso photoshop. Todo está en la cámara y eso se debe a que es digital», asegura.
Aunque él lo niegue, Reed es un nerd de las cámaras. Puede citar nombres y modelos con un conocimiento profundo: «Tengo una Leica de formato medio, sólo el cuerpo cuesta 24 mil dólares. Estuve esperando mucho tiempo por la M9. Amo esta cámara. Amo el hecho de que sea digital. Amo las Alpa, son una compañía pequeña, deberían ver su página web. Las uso con lentes Schneider. Y la Hasselblad de formato medio que va con lentes Fuji. ¿Por qué algunos lentes son tanto mejores que otros? ¿Qué hay en el modo en que pulen el cristal?». Es difícil sacarlo del tema. «No soy un obsesivo», responde. «Es como con las guitarras».
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