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El cineasta en el estreno de su película en Nueva York. (Foto: Jim Spellman)
C iudad Juárez, Chihuahua, 19 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- Ya hay estudiosos del cine que dicen que Shutter Island es en la carrera de Martin Scorsese lo que The Shining fue en la de Stanley Kubrick. Y es que salvando las distancias y las diferencias, si hay algo que une al fallecido director inglés con el italonorteamericano es su condición de maestro, y ¿por qué no?, de genio. La cuarta colaboración entre Scorsese y Leonardo DiCaprio los lleva a la década del cincuenta y a una isla frente a la costa de Boston azotada por un temporal para contar una historia con ribetes de thriller y toques de película de horror en donde el tema central es la locura y los tratamientos utilizados en aquel entonces para tratar de calmar y/o curar a los pacientes. Una entrevista de Gabriel Lerman para La Vanguardia:
¿Cómo fue el proceso de llevar tu visión de Shutter Island a la pantalla?
Toda la película fue un gran proceso de adaptación; de hecho, en mi cabeza todavía siento que no la terminé. Esa visión surgió a partir de las reacciones que tuve al leer el guión de Laeta Kalogridis basandose en la novela de Dennis Lehane. Lo que me interesó fue cómo fue cambiando mi visión del mundo de la historia a medida que iba avanzando en la lectura. Al final, nada era cómo me lo imaginaba porque la realidad es multifacética y los personajes tienen muchas capas diferentes. El médico que interpreta Ben Kingsley, por ejemplo, al principio parece ser de determinada forma, pero luego en la escena cuatro es una persona diferente, y en la diez vuelve a cambiar. Este aspecto de la historia me provocó muchísima curiosidad. Sin embargo, lo que primero me atrapó fue el periplo que recorre Teddy, el personaje de Leo: su conflicto es el eje de la historia. Por eso traté de abordar cada escena desde las emociones que me habían despertado cuando las leí... simplemente intenté abandonarme al material con los actores, sin demasiados preconceptos. Fuimos encontrando la manera de contar la historia a medida que íbamos trabajando, o por lo menos en mi caso fue así. En definitiva, toda la película fue un proceso de descubrimiento que se prolongó desde el primer día de filmación hasta el momento del montaje. Esto no significa que yo ya sabía que iba a ser así, tenía mis sospechas pero no estaba seguro de si, al final, iba a funcionar.
¿Fue muy complicado crear estos personajes que si bien tienen que dejar que la gente los vea desde distintas perspectivas también deben tener un comportamiento coherente?
Por supuesto. Creo que la clave es que el público llegue a desarrollar una relación íntima con los personajes para que Shutter Island funcione. Por ejemplo es evidente que el personaje de Ben se preocupa muchísimo por sus pacientes, les tiene un gran afecto. Fue una de las cosas que me sorprendieron de la historia y era algo que yo ya sabía pero no podía verbalizar. De hecho, vale para todos los médicos y para las relaciones entre médicos y pacientes. Por momentos el doctor Cawley es severo y hay muchas veces que no se sabe en qué está pensando, a qué va con algunas cosas que dice o hace, y si miente o dice la verdad. Y, sin embargo, debajo de tosa esta confusión la única realidad es que él cree ciegamente en su tratamiento. James Gillian, el médico que fue nuestro asesor técnico, nos habló sobre la terapia conversacional, nos contó el caso particular de un preso, un asesino que estaba loco y terminó comportándose como un animal. Sin embargo, un día Gillian encontró una punta y a partir de allí pudo comunicarse con él: le llevó veinticinco años y por supuesto que esta persona sigue en prisión, pero pudo comprobar que todavía era humano, que en algún lado tenía un corazón. Otras personas simplemente querían drogarlo o hacerle una lobotomía, pero él siguió trabajando. Claro que este es un caso y no con todos se obtienen tan buenos resultados, pero igualmente me pareció fascinante. Teddy puede estar atravesando todas las dificultades del mundo, pero en su interior sigue habiendo una persona que lleva las riendas, si miras la película varias veces verás que hay ciertos indicios. Cuando Chuck y Teddy deambulan por el bosque y luego van al acantilado, ¿qué papel cumplen los médicos?, ¿por qué Chuck se va? La respuesta a todos estos interrogantes, en realidad, termina siendo una: todos se preocupan por él y quieren ayudarlo para que salga adelante, incluso quieren comprender sus decisiones y, al final, también su tristeza.
¿Podrías hablar un poco sobre la estructura de la película? Por momentos, el modo en que está filmada recuerda un poco a la pinturas cubistas.
Sin dudas, hubo mucho de cubismo, sobre todo en el encuadre y el montaje. También hubo algo de una película, un documental, que Arnie Glimcher hizo sobre el cubismo en el cine, y sobre la influencia que tuvo el séptimo arte en Picasso y Brock. Todas esto estaba en mi cabeza, pero por sobre todas las cosas la película la filmamos de acuerdo con mi visión personal del proyecto. Me interesaba la intertextualidad: fue una lucha y una búsqueda de equilibrio. Como he dicho en otras oportunidades, si muestras una mansión del siglo XIX en una escena de exteriores durante una noche tormentosa en la que la cámara va rastreando la imagen, todo el mundo va a pensar en un thriller gótico, en la literatura del expresionismo alemán de fines del siglo XIX, principios del XX. La idea era tratar de evocar todo eso, decir: «Sí, la referencia es ésa», pero también hay algo más. Trabajamos intentando incorporar referencias visuales que tuvieran un significado fácilmente identificable pero sin perder el impacto emotivo de la imagen que es realmente primitivo. Se trata de una lucha interna muy primitiva. Ésta es una película de la que no es fácil hablar porque uno trata de no revelar demasiado pero en un momento, se hace evidente el juego con el paisaje y los interiores que comienzan a verse desde la perspectiva del doctor Cawley. La dirección de arte fue muy importante en este proceso. ¿Es realmente tan rocosa la isla?, ¿existen de verdad las cuevas?, ¿son tan altos los acantilados?
La música de Shutter Island no pasa desaparcibida…
Si, es interesante, se trata de música sinfónica moderna. Robbie Robertson y yo teníamos ganas de utilizar sinfonías modernas para la banda de sonido en lugar de contratar a un compositor. Seguramente un compositor hubiera hecho un trabajo excelente, pero teníamos ganas de probar algo diferente, más relacionado con la creación de estados de ánimo. Así que me envío unas veinte o veintidós horas de música a lo largo de tres meses. Una de las cosas que me mandó fue Fog Tropes de Ingram Marshall, que es el tema que abre la película: lo elegimos porque tiene un pasaje en particular muy interesante en el cual parece que suena una sirena, pero en realidad es un bronce... eso que se escucha al principio de la película es un bronce, no una sirena. Luego también usamos la tercera sinfonía de Penderecki, que es maravillosa. Es muy difícil hablar sin arruinar nada de la película, pero está relacionada con el subconsciente de Teddy, con la aprehensión con que ve la isla. Eso es lo que escucha porque es lo que yo sentí, me pareció que con esa música podíamos llevarlo a otro nivel. Por último, incluí a Mahler porque le menciona Lehane en su novela.
Si tuvieras que elegir tus cinco mejores películas, ¿cuáles serían?
Es una pregunta muy difícil. La verdad es que no podría decidir porque una película consume muchísimo tiempo de la vida de un director. En este caso, además de dirigir trabajé en el montaje, que llevó nueve o diez meses, así que conviví con este proyecto durante mucho tiempo. Por mi personalidad todo lo que hago me produce una gran impresión, por eso cada vez que termino una película me olvido de ella y no la vuelvo a ver. Es simplemente parte de mi trabajo. De hecho, ni siquiera las pienso como un producto terminado, sólo las dejo ser porque creo que si lo hago quizá ellas me dejen en paz también a mí por un tiempo. Aunque debo reconocer que esto nunca me funciona, siempre vuelven y pienso en ellas todo el tiempo, en todos mis proyectos…
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