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«El único héroe mexicano», lo califica Enrique Krauze en el prólogo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 19 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- En la vida familiar, en sus películas y hasta como torero, pero en especial el desarrollo de una máscara, transformada en icono de la cultura popular mexicana. El Santo guardó infinidad de fotografías de su vida personal y profesional, casi como un anticipo de su convencimiento de que trascendería a su muerte: un personaje que en vida causaba tumultos, al que levantaban en hombros al término de sus luchas, que nos «defendió» de vampiros, hombres-lobo, brujas y extraterrestres, ahora conocido a través de sus fotografías, gracias al libro Santo. El Enmascarado de Plata. IMÁGENES (DGP-Conaculta 2010), de Lydia Gabriela Olivares. Una nota de Jesús Alejo para Milenio:
Y es que si bien sobre «El enmascarado de plata» muchas páginas se han escrito a lo largo de su vida y, sobre todo, después de su muerte, el volumen permite otro acercamiento al personaje: una especie de historia iconográfica a quien es considerado el único héroe mexicano, como escribe Enrique Krauze en un breve prólogo del libro.
«Antes que James Bond o Indiana Jones, antes que los Transformers y los héroes de internet, El Santo fue el héroe justiciero de nuestra infancia», anota el historiador.
Un libro que llegó al Conaculta a través de los herederos de El Santo (Rodolfo Guzmán 1919-1984), porque sabían que se trataba de una oportunidad para hacer llegar la historia iconográfica del personaje a un mayor número de lectores y aficionados.
Se trata de una selección de fotografías del archivo personal del luchador, cuyo trabajo estuvo a cargo sobre todo de Lydia Gabriela Olivares, por parte de la familia, y de Álvaro Enrigue, por la Dirección General de Publicaciones (DGP).
«En la presentación pongo como ejemplo que cuando era niño veía la caricatura japonesa Ultramán, a quien no conocen mis hijos; en cambio, los niños japoneses sí saben aún quién es El Santo: no sólo es parte de nuestra memoria sentimental y de nuestra formación, sino un producto cultural mexicano muy importante».
De ahí la importancia de publicar los materiales, los cuales no sólo buscan llamar la atención de los aficionados a la lucha libre, sino propiciar el acercamiento a un personaje fundamental en la cultura popular mexicana.
El volumen –cuenta Álvaro Enrigue, Director Editorial y de Producción, de la DGP– tiene algunas fotografías poco conocidas incluso para la familia, porque estaban guardadas bajo llave y sólo algunos tenían acceso a ese archivo, preparado por un hombre que ya, en vida, presentía que habría de trascender a su partida, de ahí que, incluso, haya hasta algunas hojas en las que el luchador señalaba cómo le había ido en alguna lucha, cuánto tiempo había durado y cuánto había ganado.
Santo. El Enmascarado de Plata. IMÁGENES incluye fotografías de la vida real del deportista, pero también de su agitada vida social y de su paso por los sets cinematográficos, pero en particular del personaje que se encargó de encumbrar con el paso de los años.
La vida de El Santo se volvió una leyenda, aun cuando no había partido de este mundo: nunca fue desenmascarado en un ring, si bien en algún programa de televisión descubrió una parte de su rostro, a principios de los años ochenta; se retiró de los cuadriláteros y dos años más tarde sufrió un infarto en pleno escenario.
* Santo. El Enmascarado de Plata. Imágenes, se presentará mañana (sábado) a las 11:00 horas en el salón de Actos del Palacio de Minería, con la participación de El Hijo del Santo.
El historiador y la lucha libre
Cuenta Enrique Krauze que uno de sus mayores anhelos fue conocer personalmente a El Santo: de su adolescencia conocía a Enrique Yánez y como director de Clío a Blue Demon, pero jamás tuvo la oportunidad con «El enmascarado de plata».
«Como un príncipe entre todos, reinaba el campeón nacional y mundial de nuestra luchas, el hombre que en un célebre combate de ‘máscara contra máscara’ (7 de noviembre de 1952) había despojado de la suya a Black Shadow. Ese luchador con aureola de invencible, ese carismático guerrero de capa blanca, ese “enmascarado de plata” a quien muchos amaban, con fervor religioso y otros malquerían pero siempre respetaban, era El Santo».
La lucha libre, confiesa Krauze, fue su primera pasión deportiva; partidario de los «técnicos», los luchadores buenos, consciente de que en el cielo de la lucha libre mexicana —ese eco remoto de las guerras floridas— «ninguna estrella brilló como la de El Santo», «El enmascarado de plata».
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