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Mercader publicó su última novela, Vos sabrás, en 2001. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de febrero 2010. (RanchoNEWS).- La mujer que siempre utilizó una curiosa artimaña para eludir que se publicara su edad murió anteayer a los 83 años. La escritora Martha Mercader ya no puede quejarse por este atrevimiento póstumo. Pero unos cuantos años atrás protestó con toda la delicadeza que emanaba de sus rasgos de «mujer fina» para reprender, siempre blandiendo como espada la buena educación, a sus ocasionales interlocutores. En los años ’80, cuando se radicó en España como funcionaria del gobierno radical, una periodista del diario El País cometió la osadía de mencionar que había nacido el 27 de febrero de 1926. La autora de Juanamanuela, mucha mujer (1980), novela que vendió más de cien mil ejemplares, con mucha coquetería y aplomo, le aclaró: «Bueno, mire: ya que ha dicho usted mi fecha de nacimiento, si me quiere hacer vieja, diga que tengo más o menos la edad de Margaret Thatcher; pero si me quiere hacer joven, diga que tengo la edad de Raúl Alfonsín». Una nota de Silvina Friera para Página/12:
Mercader siempre quiso escribir, pero su vocación no terminaba de aflorar porque tenía internalizados muchos roles femeninos. «Nadie me prohibió que escribiera, pero tampoco me estimularon a ello; y como yo tenía a mi alrededor gente muy importante que opinaba con mucha seguridad sobre muchas cosas, era muy difícil quebrar esas normas heredadas», contaba la escritora. Su padre, Amílcar Mercader, fue abogado de Ricardo Balbín durante sus años de preso político, presidente de la Suprema Corte de Justicia e integrante de la Procuración General de la Nación durante la presidencia de Arturo Illia. Su hermano Emir había estado largos años preso en Ushuaia, luego de gritar ante el general Evaristo Uriburu y desde la tribuna de socios del Hipódromo de La Plata: «¡Muera la tiranía!».
A los 26 años, gracias a una beca, Mercader se escapó de La Plata y descubrió la Inglaterra de posguerra y el cosmopolitismo de Europa. En Londres, a los ponchazos, se formó leyendo a Margaret Mead y Erich Fromm. También anduvo por París y Madrid, donde conoció a Juan Benet. Su primer marido, Nicolás Sánchez Albornoz, fue un anarquista, miembro de la Federación de Estudiantes Españoles, que estuvo detenido en la prisión del Valle de los Caídos, de la que escapó en un operativo de ficción, y en compañía del filósofo Manuel Lamana. El matrimonio y la crianza de sus hijos le habían hurtado el tiempo para escribir. Ya sin «excusas» para aplazar su vocación, después del divorcio llegó la revancha, su afirmación. Mercader comenzó su carrera de cuentista, de guionista de televisión (Cosa juzgada), hasta culminar con la escritura de novelas de «largo aliento». Es autora de los libros de cuentos Octubre en el espejo, De mil amores, La chuña de los huevos de oro, Decir que no y El hambre de mi corazón, entre otros, y de las novelas Los que viven por sus manos, Solamente ella, Belisario en son de guerra, Donar la memoria y Vos sabrás, lo último que publicó, en 2001.
En los años ’60 empezó su carrera en la política. Se desempeñó como directora de Cultura de la provincia de Buenos Aires entre 1963 y 1966 y fue diputada por la Unión Cívica Radical entre 1993 y 1997. Aunque pudo acercarse a Jorge Luis Borges cuando fue directora de Cultura, no lo hizo. Le dio pudor. Victoria Ocampo la invitó a tomar el té, pero no fue. Lo único que no se perdía era el «siestáculo», ese encuentro alternativo entre narradores y poetas que se realiza en casa de Horacio Salas, donde se jactaba de ser la única mujer. Juanamanuela, mucha mujer, novela montada sobre la biografía de Juana Manuela Gorriti, la convirtió en una best-seller. «Juanamanuela, cabeza dura y al mismo tiempo aguerrida, sentó plaza de escritora, se divorció de un tipo todopoderoso, y con hijos a cuestas y amores extramatrimoniales salió airosa. Y yo me veía reflejada en su historia, me vino como anillo al dedo, porque en el libro no hablé de mí sino de ella. Hablar de uno mismo es muy aburrido», decía la autora de Para ser una mujer, en donde confesó que había sido violada en España. Se animó a contarlo en el programa de Mirtha Legrand que, obvio, se escandalizó. «A mí contarlo no me rebaja en nada –aclaraba la escritora, que defendió siempre los principios que movilizaron a los radicales–. Es como si me hubiera pisado un auto, como si hubiera tenido un accidente en la calle. Mi honor está a salvo, es algo espantoso que me ha pasado, pero que no tiene nada que ver con mi integridad».
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