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El carnet del Sindicato de Periodistas de Clarice Lispector. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 5 de mayo 2010. (RanchoNEWS).- Desafiante, enigmático y seductor, siempre distante, como de cristal, el rostro de Clarice Lispector recibe desde ayer a los participantes en el II Congreso de Periodismo Cultural de Sâo Paulo, con más de 450 futuros periodistas inscritos y medio centenar de profesionales venidos de todo el mundo (Argentina, Francia, Alemania, Estados Unidos, España y Brasil) dispuestos a debatir presentes y futuros de la información cultural. Para empezar, abrió la sesion la profesora Nadia Batella Gotlib, con un recorrido fotobiográfico por la vida de la escritora brasileña. Una nota de Nuria Azancot para El Cultural:
Impresionante. A través de 32 fotografias, la profesora rindió homenaje a Clarice Lispector sin que, en la primera foto, fuera necesaria su presencia: una familia paupérrima de judíos ucranianos se arremacima, antes de huir de la miseria y de las persecuciones de nacionalistas y bolcheviques. La última nos muestra a una Clarice Lispector tapándose el rostro. En medio, 30 fotos que hablan de soledades, tristezas y nostalgias.
Otra foto sobrecoge: en ella una Clarice Lispector de 10 años aparece sonriente y triste en un jardín otoñal. Viste de negro porque su madre acaba de morir pero ella, que siempre se sentirá culpable por las enfermedades maternas, parece ajena al dolor. Así se mostrará en las fotos que nos la descubren, en plena II Guerra Mundial, entre oficiales nazis, junto a su esposo, diplomático brasileño ante el gobierno fascista.
Cada foto expone lo mismo: soledad, distancia, serena tristeza. Da lo mismo que Clarice Lispector esté en Washington (donde vivió siete años) con sus hijos, que esquiando con su esposo en Suiza, («un cementerio de emociones», escribió Lispector antes de la ruptura definitiva de su matrimonio). Periodista y narradora –imposible de entrevistar según quienes la conocieron–, ningún autor disputa hoy a la autora su primacía en las letras brasileñas.
Pero hoy, como ayer, sobrecoge su desconsuelo... Da lo mismo que en las fotos la acompañe una amiga íntima que un escritor célebre: su desconsuelo permanece helado, quizá porque, como ella misma escribió, «siempre anhelo, sin éxito, algo de sosiego para apagar las amarguras del corazón».
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