.
Una de las ilustraciones de la obra Los monstruos grandes no lloran. (Foto: Archivo)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 12 de junio 2010. (RanchoNEWS).- Garmann es un niño rubio con pecas y cara de estar siempre tramando algo. Un chaval rebosante de curiosidad y el protagonista de las más rocambolescas aventuras. Y su triunfo en Noruega bien podría servir de punta a un iceberg literario: el del tremendo fenómeno de las novelas infantiles y juveniles llegadas del frío de los países nórdicos, invitados esta edición a la Feria del Libro de Madrid, cuyas casetas echan mañana el cierre en el Retiro. Una nota de Auroa Intxausti para El País:
Las idas y venidas de Garmann invaden las librerías y sacian el ansia novelesca de los fans en sus primeros balbuceos lectores, asunto en que los países nórdicos son verdaderas potencias. Eso se debe en parte a la tradición de transmisores entre generaciones de fantásticas aventuras de islandeses, daneses o suecos.
Los ilustradores y creadores de cuentos son por aquellos lares respetados por su capacidad de transmitir a los niños la pasión por la ficción y la práctica del estímulo de la imaginación. Finlandia, sin ir más lejos, es unos de los países con mejores niveles de educación. De las 3.579 escuelas de educación básica con las que cuenta este país de 5,3 millones de habitantes, tan solo 27 son privadas. Y eso se debe, según los expertos, a las armas de ficción con las que los más pequeños se ven dotados desde sus primeros pasos educativos.
La investigadora y «especialista en interculturalidad» Tarja Ehnqvist, finlandesa, subraya que, en su país, «el 99,7% de los 586.381 alumnos terminan la enseñanza básica». «El fracaso escolar es casi inexistente», sentencia. ¿Y las razones del éxito? «La unidad y la equidad del sistema escolar; los recursos socio-culturales, con 2.000 bibliotecas públicas, que ofrecen 7.226 volúmenes por cada 1.000 habitantes. Y la selección y formación del profesorado».
A esas claves cabe añadir también el amor por la lectura que se transmite en familia. En el siglo XIX, los finlandeses se podían casar solamente si sabían leer y escribir. «A buenos lectores, mejores redactores y también mejores conocedores del mundo», afirma la investigadora.
Y es ahí donde empieza el trabajo de personas como la ilustradora Hanne Bartholin, danesa, autora de las imágenes de El zorro rojo. Se muestra satisfecha de que sus obras en la literatura infantil «se hayan equiparado al de los escritores»: «Me gusta trabajar con aquellas personas que me dejan un espacio a mi creatividad».
«La situación ideal», explica, «es cuando las palabras bailan al unísono con los dibujos, es entonces cuando el ensamblaje funciona y el lector lo pilla al instante». La ilustradora considera que el libro infantil es «mágico». «Tanto las portadas como las contras son el envoltorio, y cuando abres las primeras páginas, si el cuento está bien hecho, te introduces en un universo que te seduce y te guía hasta el final casi sin darte cuenta».
Áslaug Jónsdóttir (Islandia) –ilustradora–, Rakel Helmsdal (islas Feroes) –escritora– y Kalle Guettler (Suecia) –escritor– conocen bien ese trabajo en equipo que en la mayoría de las ocasiones es la literatura infantil y juvenil. Ellos son los creadores de las obras ¡No! Y el pequeño monstruo dijo no y Los monstruos grandes no lloran, editados en España por Beascoa. Tienen una forma especial de trabajar. Escriben y dibujan cada uno en su país los cuentos que van editar ese año, se mandan miles de correos electrónicos y una vez al año se reúnen para cotejar en directo el resultado que saldrá al mercado. En la creación de medio libro invierten cerca de tres años. «Es un proceso lento, pero nos está dando buenos resultados. Cada uno escribe una idea y la comentamos a través de correo electrónico, y eso nos da mucho juego para debatir». No hay que olvidar que los guiones los escriben en tres idiomas diferentes.
La islandesa Jónsdóttir cree que los ilustradores nórdicos son más osados y los editores están inclinados a las apuestas fuertes más que los españoles. «También es verdad», puntualiza Guettler, «que el nivel de lectura en los colegios en Suecia o Finlandia es muy elevado, y eso te permite ser más creativo, al saber que hay mercado que demanda tu libro».
Rakel Helmsdal, por su parte, escribe, además de los libros de monstruos, novelas para niños de 10 años, obras de teatro y cuentos cortos para adultos. Admite que ella y sus compañeros de gremio no han llegado en masa al lector español como sus compañeros de novela negra. Pero es indudable que se están haciendo un hueco importante entre los pequeños lectores españoles. Su fórmula es la apuesta por buenos textos con excelentes ilustraciones. Y con una receta así hasta los grandes monstruos pueden no resultar tan malos.
REGRESAR A LA REVISTA