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El escritor argentino. (Foto: Télam)
C iudad Juárez, Chihuahua, 1 de julio 2011. (RanchoNEWS).- Desde la muerte de Ernesto Sabato, ocurrida hace ya casi dos meses, se multiplican los homenajes. Recordar es –o debería ser– comenzar a desmontar cristalizaciones estériles, o al menos invocar esa necesidad de escindir los prejuicios arraigados en la imagen pública –el rostro ceñudo, la gravedad de los rasgos, por ejemplo– de la obra, sin eclipsar la trama de tensiones que suscita. Recordar es también –o debería ser– volver sobre las páginas de sus libros. «Del autor al universo» es el lema del III Foro Internacional sobre Traducción Especializada, que se inaugura hoy a las 9 en el Paseo La Plaza, organizado por el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires. En esta tercera edición de un encuentro cultural que aspira a convertirse en un clásico participarán el hijo del escritor, el cineasta Mario Sabato, quien presentará un fragmento del documental donde le rinde tributo a su padre; la escritora María Rosa Lojo, compiladora de la edición crítica de Sobre héroes y tumbas; la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, el historiador Pacho O’Donnell, la biógrafa Julia Constenla, el traductor al francés Michel Bibard, el traductor al sueco Peter Landelius y la crítica literaria Silvia Sauter. Una nota de Silvina Friera para Página/12:
Sabato cultivaba una fobia especial hacia las traducciones por «su necesidad vital de hacerse entender correctamente», advierte Bibard, traductor al francés y agregado cultural en Argentina entre 1971 y 1974. Profesor de francés, latín y griego antiguo, Bibard dice que la condena a la traducción del escritor argentino es «radical». No fue un rumor que devino en certeza
Inapelable, sin texto que fundamente lo que podrían ser los miedos ancestrales del oficio del traductor. En Heterodoxia, en «Acerca de la imposibilidad de traducir», Sabato escribió: «Trasladar un texto literario a otro idioma es empresa tan melancólicamente ineficaz como (imaginar) poder traerse los viejos fantasmas de un castillo escocés reconstruyendo el castillo en Wisconsin». Para rematar ese rechazo, esa dificultad, agregaba: «Las traducciones literarias son una temblorosa tentativa de interpretar un mensaje de signos equívocos mediante otro conjunto de signos equívocos». Y sin embargo, a pesar de las reticencias que Bibard conocía, tuvo el «honor y la emoción» de traducir Antes del fin, «magnífico testimonio-testamento de uno de los espíritus más lúcidos, profundos y valientes del siglo XX».
Landelius, que leyó Sobre héroes y tumbas a fines de los años ’70, le propuso a la editora sueca Norstedts traducir la novela. «Fue un reto para mí, por la admiración que siento por esta novela y además porque era todavía bastante nuevo como traductor literario –recuerda–. Sabato es difícil de traducir por motivos estilísticos, de repente cambia de tono, de clave». Al lugar común que impuso en el imaginario la expresión «traduttore, traditore» –la fatalidad de que todo traductor es un traidor de los conceptos que intenta verter a otro idioma–, el hombre que ahora está traduciendo El túnel al sueco replica ese sobreentendido: «Los traductores somos más fieles de lo que se cree». ¿Cómo recibieron los suecos a Sabato? «Los lectores suecos no son tan distintos a los lectores argentinos, si bien éstos conectan mejor los detalles geográficos e históricos de la novela –responde Landelius a Página/12–. Lo esencial está al alcance del mundo entero. La asociación más inmediata que hicieron en mi país fue con Dostoievski». Antes de sumarse a la habitual peregrinación de amigos y visitarlo con frecuencia en Santos Lugares, el traductor sueco, que fue embajador en la Argentina entre 1997 y 2001, conoció al escritor en los años ’80, en Madrid, junto con Matilde Kusminsky Richter, esposa de Sabato. «Fue un encuentro grato; hablamos de literatura y de política. La democracia había vuelto a Argentina y se acababa de solidificar en España, después del intento de golpe», repasa Landelius, quien también tradujo Rayuela, de Julio Cortázar.
Quizá una de las intervenciones que más curiosidad despierta en este III Foro Internacional sobre Traducción Especializada sea la de Silvia Sauter, crítica y académica de la Universidad de Kansas, quien desmenuzará una cuestión en la que no se suele reparar: «La hondura del humor sabatiano en su trilogía». Se refiere a la tríada ficcional que integran El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el exterminador. «Sabato presenta personajes y episodios que van de lo cómico a lo grotesco sin el malhumor del que se lo acusa, sino con un humorismo áspero, desencantado, un humor negro que parodia y rebaja los rasgos culturales que le repugnan. Desde el pueril comportamiento de Castel en El túnel, carnavaliza la propia figura del escritor Ernesto Sábato como personaje público –con acento en el texto– al personaje Sabato –sin acento– y a S. en Abaddón...», explica la autora de Sabato: símbolo de un siglo (Corregidor). Tal vez sea la hora de asumir que ha sido tan sobrevalorada la pesadumbre existencial que no deja ver la hondura satírica. «En cuanto al humor, me refiero solamente a la narrativa de Sabato, afianzada en un espacio metafísico, apocalíptico y sombrío, poblado de personajes atormentados en búsqueda de absolutos, comprensión y comunicación, por lo que parece imposible que haya jovialidad y menos humorismo en una primera lectura de sus novelas», concede Sauter. «Aunque la intensidad de la búsqueda de absolutos que lleva a la angustia existencial predomina, no está sobrevalorada por ser parte de la vida, pero hay tanto más en una narrativa tan vasta. El humor, menos examinado, aparece en momentos impredecibles de una manera casi tangencial, alivia la intensidad, o muestra algún aspecto social detestable de la vida.»
Sauter aclara que Sabato no escribía para entretener ni menos para distraer. «Su escritura sacude, molesta, atormenta, como el diario vivir; manifiesta el humor cuando menos se lo espera, porque es parte de la vida», subraya la académica de la Universidad de Kansas. «Para encontrar el humor me parece que es necesaria la relectura de la narrativa de Sabato», sugiere Sauter.
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