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La directora de la Casa Guerrerense, Fernanda Anaya Gómez Maganda, junto con los escritores Antonio Salinas Bautista y Balaam Rodrigo Pérez, Director y Coordinador respectivamente, durante la presentación del IV Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores. (Foto: Tomada de la página del Gobierno del estado de Guerrero)
C iudad Juárez, Chihuahua, 29 de agosto 2011. (RanchoNEWS).-Aún es temprano para medir el impacto de la violencia en la literatura y la cultura en general, aunque sus vertientes deben ser utilizadas para atenuar los efectos secundarios provocados por la violencia cotidiana, consideraron participantes en el cuarto Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores en Acapulco, que tuvo como escenarios principales el Museo Histórico Fuerte de San Diego, el Instituto Guerrerense de la Cultura y la Universidad Autónoma de Guerrero. Una nota de Héctor Briseño para La Jornada:
Iván Trejo, originario de Tampico, Tamaulipas, ganador del premio Nuevo León de literatura en 2006 por su obra Silencios, en el rubro de poesía, opinó que en Colombia la cultura contribuyó al rencuentro de la sociedad, aunque indicó que en el país sudamericano fueron tres generaciones las que vivieron bajo el influjo de tiempos violentos antes del resurgimiento del arte, mientras en México, «a la historia parece que le faltan algunos capítulos».
Con especialización en literatura colombiana y polaca, Iván Trejo subrayó que «tres días de luto nacional no nos devuelven los muertos inocentes», y sentenció que «desde la literatura tenemos que hacer la lucha desde nuestra pequeña trinchera, tratar de decir a la gente que la vida está en otra parte, que la vida se trata de otra cosa. La poesía no detiene las balas ni paga las cuentas, pero ayuda en gran parte a escuchar al otro, y así ya ganamos bastante en esta guerra».
Recordó que en Colombia, país que visitó en 2003, el festival internacional de poesía de Medellín empezó hace 19 años con 10 poetas, y la gente no asistía porque tenía miedo de retomar los espacios públicos. En la actualidad asisten más de 3 mil personas.
Mencionó que se debe trabajar en un ejercicio de formación de públicos en el que los creadores deben participar.
«No tiene que haber una formación académica; escribir es como vaciarte, tener una catarsis muy personal. Necesitamos que la gente no se reprima, que no tenga esa angustia tan guardada, porque después va a generar más violencia».
En cuanto al incremento de obras sobre la inseguridad, reflexionó: «¿Cómo podemos escribir sobre otra cosa que no estemos viviendo? Podemos escribir sobre realismo mágico, pero no es nuestra cotidianidad. Si juntas a 100 personas, más de la mitad ha vivido de forma directa o de segunda mano una situación de violencia».
Advirtió que la literatura en Colombia primero se llenó de buenos escritores y después de oportunistas, como podría ser el caso en México, de donde destacó el trabajo de Élmer Mendoza, Eduardo Parra y David Toscana.
Para el poeta Manuel Dávila Galindo Olivares, de la ciudad de México, quien encabeza un proyecto de venta de libros por Internet, la literatura de la violencia es una etiqueta pasajera, «un asunto comercial y mediático», pues sólo existen buenas o malas historias.
Manifestó que «la situación es terrible. Se está peleando una guerra sin sentido; quizá tendrán que pasar 10 años para conocer las repercusiones de la violencia». Expresó que quizá por accidente la literatura llegue a modificar la forma de ver el mundo de una persona, pues el cambio de ser sucede en el escritor, ya que el lector sólo busca una buena historia.
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