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Una de las fotografías que Eugenia Arenas exhibirá en Los Angeles, California (Foto: Archivo)
M éxico, 16 de mayo, 2007 (JORGE RICARDO/La Jornada).- La muestra Amor de cabaret, de la fotógrafa mexicana Eugenia Arenas, será inaugurada este jueves en el consulado de México en Los Angeles. Se trata de tres colecciones que buscan reivindicar parte de la antigua vida nocturna de la ciudad de México a partir del retrato de «el encanto y la sordidez» de tres cabarets ya míticos: El Bombay, El Run Run y El Barba Azul.
Imágenes desde la melancolía de la antigua noche mexicana. Arenas desea que los mexicanos de Los Angeles «vean los lugares que visitaron de jóvenes, que recuerden este México que hasta los que estamos aquí estamos perdiendo».
La exhibición de la trilogía se inició en 2002 con Las reinas del Bombay, en ese centro nocturno definido por Héctor García, como «un pedazo de cielo y otro de infierno». En 2005, la fotógrafa expuso Los secretos del Run Run, en Insurgentes y Reforma, y después la colección completa en blanco y negro la llevó a San Francisco, en 2006.
Frente a la avalancha de los tabledance y de otro tipo de antros, el material se centra en la vida de las mujeres en peligro de extinción: las ficheras. «Me interesó entrar a ese ambiente, conocer y retratar a las mujeres que ahí trabajan. Quise tomar su esencia, captar lo que sienten cuando se arreglan, cuando se ponen todas guapas. No quise denigrarlas, me merecen mucho respeto», dijo.
«También retraté a los dueños, los rituales que hacen para que haya ganancias. Retraté a meseros, clientes, cuidabaños de hombres como El Chespirito, o a las mamis, que son las señoras que atienden a las muchachas, les dan de cenar, las ayudan a maquillarse, a curarles la cruda»., añadió.
Muchas de las mujeres que se fueron de mojadas a Los Angeles, dice Arenas, «lo hicieron porque en México no hay fuentes de trabajo, hay millones en el desempleo. Si no se hubieran ido tal vez trabajarían en estos cabarets para ganarse la vida».
El cambio de hábitos sexuales, la aparición del sida, el surgimiento del tabledance hizo más peligrosa la vida sexual. «Creo que por eso sobreviven estos cabarets, porque ahí se va sólo a bailar, a tomar la copa, a toquetear un poco. Las señoras son como una doctora corazón para los clientes. Los escuchan, les dan consejos, los consuelan».
Fotorreportera de La Jornada y de El Día, así como conductora de televisión, Eugenia Arenas tiene ya varios años trabajando el tema de los cabarets. «Comencé con esto porque soy fanática del cine mexicano de los años 50. Adoro a los Soler y a Joaquín Pardavé».
La artista se interesó en fotografiar esos centros porque eran los más antiguos, los tres que sobrevivían de los años 50; «quería captar el encanto y la sordidez de estos lugares que aún conservaban inclusive sus decoraciones originales».
Por eso su trabajo también intenta reivindicar el quehacer de las mujeres y de los rituales lúdicos del México de antaño, donde el dinero era taloneado «con dignidad» en un baile cara a cara.
«Hace dos meses cerraron El Run Run para siempre», dice Eugenia Arenas; «uno menos, y no quedan más de 10. Todavía me falta retratar lugares como el Savoy, el Azteca, La Burbuja, el San Pancho. En México estamos perdiendo todo el patrimonio, toda la vida nocturna, nuestra seguridad».
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