El artista más importante de Paraguay y uno de los mayores representantes del arte contemporáneo latinoamericano, Carlos Colombino, realiza su primera exposición individual en México.
A partir de hoy, el Museo José Luis Cuevas abre al público un ''resumen retrospectivo" de los pasados 40 años de trabajo del pintor y grabador paraguayo.
En entrevista con La Jornada, Colombino (Concepción, 1937) reflexiona sobre las motivaciones y el desarrollo de su arte.
Egresado de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional de Asunción, irrumpe en las artes plásticas en 1954, como parte del Grupo Arte Nuevo, ''movimiento de ruptura -palabras del crítico Ticio Escobar en el catálogo de la muestra- con el naturalismo de ascendencia académica que dominaba hasta entonces aquella escena.
''Me inicié en el arte -recuerda Colombino- cuando en el mundo había toda una preocupación por la materia no tradicional. Muchos artistas en todo el mundo buscaban materiales nuevos con qué expresar algo distinto, donde la misma materia es uno de los elementos fundamentales."
Posteriormente, a principios de los años 60, se dio a la tarea de ''buscar códigos distintos". En este proceso, Colombino crea una nueva técnica que -explica Escobar en el catálogo- ''será en adelante su medio expresivo básico: la xilopintura".
Consiste en el tallado de láminas de madera (cedro) dispuestas en varias capas (como lo que en México llamamos triplay), teñidas ''con óleos en colores que subrayan los tonos propios del material. A partir de esta técnica comienza a representar descarnados esquemas de sugerencias vegetales y orgánicas".
Es -informa Escobar- ''uno de los pocos momentos abstractos de la pintura de Colombino". En esta fase creativa (1962), arranca la retrospectiva del Museo José Luis Cuevas (a quien Colombino agradece haber hecho posible la muestra).
De acuerdo con el crítico, la modernidad artística a la que pertenece Colombino comienza ''tardíamente en Paraguay" y su duración (1954-1989) coincide ''casi exactamente" con la dictadura militar de Alfredo Stroessner.
Lenguaje en continua renovación
En la charla, Carlos Colombino recuerda que ese periodo histórico marcó de manera decisiva su obra, de tal forma que pasó de una fase formalista a una suerte de expresionismo ligado con la realidad. Se vuelca a la denuncia política y a la crítica social: ''Había cosas que expresar, había violencias que expresar, tragedias que expresar e incluso momentos de humor qué expresar".
A ese periodo corresponden obras como El hombre (1967) y El general a cuerda (1968) expuestas en la ''breve antología" del Museo Cuevas.
Aquí -señala el autor sus obras ya colocadas sobre el muro- ''la madera se presenta con mayor expresión propia y comienza el tema de la cuestión política, los muertos, los degollados".
Motivado por el temor a la repetición, por la angustia de hallarse ante la nada creativa, Carlos Colombino se embarca en una renovación continua de su lenguaje.
Deja la denuncia política y empieza una serie reflexiva sobre la Melancolía de Alberto Durero, de la cual se exhibe una obra.
A esa etapa sigue la serie Paraguay, (dos obras en exhibición, de la cual una pertenece al Museo José Luis Cuevas) en la cual elementos iconográficos contemporáneos aparecen en fusión con arte indígena paraguayo. Específicamente, las máscaras, en torno de las cuales Colombino realizó una investigación.
Con esa serie, el pintor deseaba mostrar que, a pesar del fin de la dictadura, en el fondo la cuestión política y social de Paraguay no había cambiado. Por eso se trata de imágenes de ''seres encajonados, embutidos en estructuras más o menos geométricas, generalmente sin boca. Aunque vivamos en democracia, el país no ha cambiado sustancialmente".
Al respecto, Ticio Escobar escribe en el catálogo: ''Esta etapa sintetiza la denuncia declarada de los años 60 con los cuestionamientos hechos desde el lugar del lenguaje" con ''un nuevo sentido expresionista directo, pero cargado de reverberaciones y lances metafóricos".
Obsesiva iconografía
De su producción correspondiente a los años 90 del siglo pasado y los comienzos del XXI, Colombino trae a México lo que Escobar denomina ''El sistema de los objetos", obras con un sentido más surrealista.
Observa Escobar: ''Desnudas de todo cometido, más allá de cualquier explicación, las cosas arriesgan sus nombres banales (silla, zapato, por ejemplo) y devienen formas aparentemente ajenas a cualquier proyecto del hombre, pero comprometidas fundamentalmente con sus oscuros designios esenciales".
También está una sección de aguafuertes creados entre 1995 y 2002: ''Estos grabados -señala el crítico- recogen los puntos centrales de iconografía obsesiva que no deja tregua y de trazos demasiado profundos para ser borrados: de signos vueltos cicatrices, de imagen convertida en marca".