Arturo Azuela
Óscar Enrique Ornelas
Arturo Azuela cumple 40 años de hacer periodismo. Matemático, novelista, historiador de la ciencia, profesor en universidades de otros países, Azuela publica Irak con Q. Bitácora de una guerra (Plaza y Valdés), tratando de despejar algunas incógnitas.
Cuando Arturo Azuela (DF, 1938) estudiaba en la Universidad de Texas, en Austin, pudo constatar la obsesión de la elite estadounidense por asemejarse a los políticos y militares de la Roma imperial. "Vaya a cualquier Capitolio de cualquiera de las capitales estadounidenses y encontrará imitaciones afrancesadas de los edificios del Imperio romano", señala. La vocación imperial de Estados Unidos viene de muy atrás.
-Usted escribió en España buena parte de los artículos de su "bitácora" sobre Irak. ¿Hasta qué punto es cierto que los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha cambiaron la política española? Hay evidencia de que Rodríguez Zapatero iba a ganar las elecciones de cualquier modo, lo que echa por tierra la versión de quienes, interesadamente, sobredimensionan lo del terrorismo. La mexicana María de las Heras hizo unas encuestas a pedido del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que así lo demostraban. Pero ni los socialistas le creían...
-Yo le puedo contar lo que presencié. Me tuve que ir a España porque enfermé gravemente de cáncer y en Barcelona están los mejores médicos que tratan ese mal en el riñón y en la vejiga. Tengo una hermana en Zaragoza y su marido, Indalecio Platas, me invitó a dar unas conferencias sobre los personajes femeninos en la literatura hispanoamericana... Que la María, de Jorge Isaac, que Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos... Y entonces yo iba mucho a las mítines del PSOE. Era el final del primer periodo presidencial de José María Aznar y a mí me llamaba mucho la atención José Luis Rodríguez Zapatero, este muchacho que podría ser mi hijo. Desde la primera vez que lo vi en la Plaza de la Misericordia de Zaragoza (yo soy taurino, por cierto) en uno de sus mítines, me encantó el personaje. Yo lo vi crecer y pronostiqué que ese muchacho iba a ser presidente del gobierno español. "No, ¡cómo!, es muy inmaduro", me decían mis amigos de la vieja guardia republicana. ¡No me lo creían! Pero las encuestas le iban dando cada vez menos puntos a Rajoy, el candidato del Partido Popular (PP). Aznar había cometido muchísimos errores desde antes de los atentados. Había mucha arrogancia y estaba muy ligado a Bush. En esas mismas fechas yo le mandé un par de articulitos a Víctor Roura sobre España en la guerra de Irak. Aznar y Rajoy se negaron a debatir con Rodríguez Zapatero. Estaban muy confiados en sus encuestas que les daban 15 por ciento de ventaja. Pero poco a poco iba subiendo Rodríguez Zapatero. Cuando vino la tragedia de Atocha, Zapatero y Rajoy iban casi parejos. El voto de los indecisos y la simpatía de Rodríguez Zapatero, este hombre que ha escrito sobre Borges y sobre Rulfo, hicieron la diferencia. Ahora que regreso a España espero que este desgraciado de Valdés [el editor] me dé unos 30 ejemplares para llevárselos a quienes no creían los pronósticos de este mexicanito novelista sobre Zapatero.
En abril de 2003, Azuela presenció una curiosa manifestación en Barcelona. Escribe en su libro: "Entre una guerra que nos roba tantas horas [se refiere a la de Irak], entre tantos discursos, sermoneos, prédicas falsas y cinismo de los agoreros, los sentimientos corren sin rumbo fijo. Todo empezó en Barcelona al observar una extraordinaria manifestación de pacifistas. De pronto aparecieron cinco mujeres hermosas, todas desnudas, jóvenes, de pubis y senos profundamente atractivos; todas sonrientes, llenas de vida pura..."
Don Arturo se emociona, recordando tal vez -aunque no lo cuenta todo- a aquellas amigas que, dice, visitaba con Juan Rulfo "allá arriba" (¿San Angel Inn?). Pero sobre todo le preocupa lo que llama la "política exterior errática de Fox". ¿Por dónde andamos?, pregunta. Y se lanza: "México ha cedido mucho a Estados Unidos. Es una política exterior ignorante, sin con- tinuidad. Todavía [Jorge] Cas- tañeda [Gutman], que no es santo de mi devoción, tenía algo... O Aguilar Zínzer, ¡fíjese, por ahí lo cito en uno de los artículos del libro! Un día me lo encontré aquí en México y lo felicité sólo por lo que había leído en los periódicos españoles acerca de su trabajo en la ONU."
La tradicional política mexicana de no intervención, subraya Azuela, "viene de mucho antes de la Revolución: es incluso anterior a Juárez. ¡Imagínese, son 150 años de política exterior que Fox está echando por la borda! Me decía un amigo: de los tres premios Nobel que tenemos, dos son de Relaciones Exteriores y el otro la mitad... Yo no me había fijado. Octavio Paz y García Robles son de Relaciones Exteriores, y este muchacho Molina, el químico, es hijo de un embajador... Yo admiré mucho a Torres Bodet, aunque haya sido un burócrata: fue uno de los fundadores de la ONU; hay que mencionar también al papá de Jorge Castañeda... Yo estuve muy cerca de Antonio Gómez Robledo, uno de los defensores, junto con García Robles, del derecho mexicano internacional. Gómez Robledo preparó a todos éstos: a Olga Pellicer, a esta chamaca Rosario Green, a Roberta Lajous, a esta otra que acaba de morir: Elsa Cecilia Frost... Ahora la política exterior, reitero, es un desastre. Se pelean entre ellos, lo de Cuba del año pasado fue lamentable..."
Se podría escribir un colofón a una entrevista que por momentos parecía interminable por la diversidad de temas que maneja Azuela. Desde sus cuitas amorosas con una sonorense hasta el hecho de que logró, vaya usted a saber cómo, hacerse de un condominio horizontal totalmente separado del resto de los condóminos. "Mi casa está aparte. ¡Imagínese usted si estuviera ante la mirada de todos en estas casitas!"
El colofón se integra con tres títulos de sus obras y cuadra muy bien ante la situación actual:
-Así es el tamaño del infierno, donde la mar de utopías se convierten en una manifestación de silencios.
Arturo Azuela cumple 40 años de hacer periodismo. Matemático, novelista, historiador de la ciencia, profesor en universidades de otros países, Azuela publica Irak con Q. Bitácora de una guerra (Plaza y Valdés), tratando de despejar algunas incógnitas.
Cuando Arturo Azuela (DF, 1938) estudiaba en la Universidad de Texas, en Austin, pudo constatar la obsesión de la elite estadounidense por asemejarse a los políticos y militares de la Roma imperial. "Vaya a cualquier Capitolio de cualquiera de las capitales estadounidenses y encontrará imitaciones afrancesadas de los edificios del Imperio romano", señala. La vocación imperial de Estados Unidos viene de muy atrás.
-Usted escribió en España buena parte de los artículos de su "bitácora" sobre Irak. ¿Hasta qué punto es cierto que los atentados del 11 de marzo en la estación de Atocha cambiaron la política española? Hay evidencia de que Rodríguez Zapatero iba a ganar las elecciones de cualquier modo, lo que echa por tierra la versión de quienes, interesadamente, sobredimensionan lo del terrorismo. La mexicana María de las Heras hizo unas encuestas a pedido del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que así lo demostraban. Pero ni los socialistas le creían...
-Yo le puedo contar lo que presencié. Me tuve que ir a España porque enfermé gravemente de cáncer y en Barcelona están los mejores médicos que tratan ese mal en el riñón y en la vejiga. Tengo una hermana en Zaragoza y su marido, Indalecio Platas, me invitó a dar unas conferencias sobre los personajes femeninos en la literatura hispanoamericana... Que la María, de Jorge Isaac, que Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos... Y entonces yo iba mucho a las mítines del PSOE. Era el final del primer periodo presidencial de José María Aznar y a mí me llamaba mucho la atención José Luis Rodríguez Zapatero, este muchacho que podría ser mi hijo. Desde la primera vez que lo vi en la Plaza de la Misericordia de Zaragoza (yo soy taurino, por cierto) en uno de sus mítines, me encantó el personaje. Yo lo vi crecer y pronostiqué que ese muchacho iba a ser presidente del gobierno español. "No, ¡cómo!, es muy inmaduro", me decían mis amigos de la vieja guardia republicana. ¡No me lo creían! Pero las encuestas le iban dando cada vez menos puntos a Rajoy, el candidato del Partido Popular (PP). Aznar había cometido muchísimos errores desde antes de los atentados. Había mucha arrogancia y estaba muy ligado a Bush. En esas mismas fechas yo le mandé un par de articulitos a Víctor Roura sobre España en la guerra de Irak. Aznar y Rajoy se negaron a debatir con Rodríguez Zapatero. Estaban muy confiados en sus encuestas que les daban 15 por ciento de ventaja. Pero poco a poco iba subiendo Rodríguez Zapatero. Cuando vino la tragedia de Atocha, Zapatero y Rajoy iban casi parejos. El voto de los indecisos y la simpatía de Rodríguez Zapatero, este hombre que ha escrito sobre Borges y sobre Rulfo, hicieron la diferencia. Ahora que regreso a España espero que este desgraciado de Valdés [el editor] me dé unos 30 ejemplares para llevárselos a quienes no creían los pronósticos de este mexicanito novelista sobre Zapatero.
En abril de 2003, Azuela presenció una curiosa manifestación en Barcelona. Escribe en su libro: "Entre una guerra que nos roba tantas horas [se refiere a la de Irak], entre tantos discursos, sermoneos, prédicas falsas y cinismo de los agoreros, los sentimientos corren sin rumbo fijo. Todo empezó en Barcelona al observar una extraordinaria manifestación de pacifistas. De pronto aparecieron cinco mujeres hermosas, todas desnudas, jóvenes, de pubis y senos profundamente atractivos; todas sonrientes, llenas de vida pura..."
Don Arturo se emociona, recordando tal vez -aunque no lo cuenta todo- a aquellas amigas que, dice, visitaba con Juan Rulfo "allá arriba" (¿San Angel Inn?). Pero sobre todo le preocupa lo que llama la "política exterior errática de Fox". ¿Por dónde andamos?, pregunta. Y se lanza: "México ha cedido mucho a Estados Unidos. Es una política exterior ignorante, sin con- tinuidad. Todavía [Jorge] Cas- tañeda [Gutman], que no es santo de mi devoción, tenía algo... O Aguilar Zínzer, ¡fíjese, por ahí lo cito en uno de los artículos del libro! Un día me lo encontré aquí en México y lo felicité sólo por lo que había leído en los periódicos españoles acerca de su trabajo en la ONU."
La tradicional política mexicana de no intervención, subraya Azuela, "viene de mucho antes de la Revolución: es incluso anterior a Juárez. ¡Imagínese, son 150 años de política exterior que Fox está echando por la borda! Me decía un amigo: de los tres premios Nobel que tenemos, dos son de Relaciones Exteriores y el otro la mitad... Yo no me había fijado. Octavio Paz y García Robles son de Relaciones Exteriores, y este muchacho Molina, el químico, es hijo de un embajador... Yo admiré mucho a Torres Bodet, aunque haya sido un burócrata: fue uno de los fundadores de la ONU; hay que mencionar también al papá de Jorge Castañeda... Yo estuve muy cerca de Antonio Gómez Robledo, uno de los defensores, junto con García Robles, del derecho mexicano internacional. Gómez Robledo preparó a todos éstos: a Olga Pellicer, a esta chamaca Rosario Green, a Roberta Lajous, a esta otra que acaba de morir: Elsa Cecilia Frost... Ahora la política exterior, reitero, es un desastre. Se pelean entre ellos, lo de Cuba del año pasado fue lamentable..."
Se podría escribir un colofón a una entrevista que por momentos parecía interminable por la diversidad de temas que maneja Azuela. Desde sus cuitas amorosas con una sonorense hasta el hecho de que logró, vaya usted a saber cómo, hacerse de un condominio horizontal totalmente separado del resto de los condóminos. "Mi casa está aparte. ¡Imagínese usted si estuviera ante la mirada de todos en estas casitas!"
El colofón se integra con tres títulos de sus obras y cuadra muy bien ante la situación actual:
-Así es el tamaño del infierno, donde la mar de utopías se convierten en una manifestación de silencios.