Héctor García. Aquelarre con diablo, 1971
José David Cano
Con una exposición que lleva por título Fotógrafo de la calle, desde ayer comenzaron los homenajes a Héctor García. Todavía delicado de salud, el fotógrafo mexicano sigue a la espera de que las autoridades culturales puedan proporcionarle ayuda. Por lo pronto, hoy varios colegas suyos se reúnen para hablar del registro que ha dejado su trabajo.
Y es que Héctor García pertenece a esa estirpe de la vieja guardia. Nacido en México en 1923, su trabajo -como fotógrafo de periodismo y de autor- ha sido una pauta para las generaciones que lo han sucedido. Porque, ante todo, Héctor García se sabe reportero pero también artista. La necesidad de expresión, decía en una entrevista que se le hizo en estas mismas páginas cuando recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, fue la que lo trajo a este oficio. "Siempre empecé por ahí."
Sin embargo, se acercó a la fotografía por azares del destino, por una circunstancia de política estudiantil: en los años cuarenta tenía la encomienda de hacer un periódico mural en el Instituto Politécnico Nacional. "Reporteaba sucesos como esas protestas que eran aplacadas con agua por los bomberos; la cosa era correr y correr. Luego veía en los diarios las fotografías, las recortaba y las pegaba en mi periódico."
Después compró una cámara, y empezó a tomar fotos. Empero, no tenía dinero para seguir con sus estudios y se fue de bracero a Estados Unidos durante la guerra: ahí fue donde inició realmente un mayor acercamiento con la cámara. "Recuerdo que de lunes a viernes trabajaba en el ferrocarril, pero los sábados tomaba clases. Creo que apenas nos entendíamos: ellos con su medio español, y yo con mi medio inglés. Pero mi vocación se iba revelando."
Ya en México, Héctor García se integró como office boy a la revista Celuloide, donde fue decisiva su convivencia con gente como Edmundo Valadés, José Revueltas, Efraín Huerta, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. "Ellos me motivaron a seguir estudiando fotografía en la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, bajo la tutela de Gabriel Figueroa y Manuel Álvarez Bravo." De hecho, "fue Álvarez Bravo el que me impactó más por su capacidad y maestría en la técnica, por su conocimiento y explicaciones sobre la historia, y por su modo de creación".
Pero las características del cine no le gustaron; por una razón: "Las historias que se contaban en las películas (rumberas, charros y todo eso), lo sentí falso. Así que preferí la realidad, la vida; me convertí en testigo del acontecer social del país. La calle me pareció un escenario más amplio donde sucedían muchas cosas, con personajes más ricos en vida, en concepto y en forma. Me fui dando cuenta -señalaba entonces Héctor García- que la imagen del periodismo era de información. Como decía Cartier-Bresson: ¡so- mos fotoperiodistas!"
Así, Héctor García presenció grandes momentos de la historia del pasado siglo. Viajó varias veces a Cuba, donde tomó fotografías del proceso revolucionario del país, como el asalto al cuartel Moncada (en julio). También anduvo por Europa, Medio Oriente, África, Japón y China; además, durante varios años fue profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM.
De aquella entrevista (que le hizo quien esto escribe), varias cosas quedaron en el tintero, y hoy, ante la imposibilidad de poder platicar con el maestro debido a su delicada salud, las sacamos a la luz; por ejemplo, su amistad con Nacho López: "Lo conocí cuando ambos éramos estudiantes de la Academia de Arte Cinematográfico. Fue un gran cuate, con el que podía discutir, pelearme y entenderme con sinceridad. Nunca hubo rivalidad artística o fotográfica; y, si la hubo, era parte de la razón de ser de la misma discusión. Todavía recuerdo que nuestras conversaciones iniciaban al mediodía en una cantina, con una cerveza, y durábamos ahí hasta que nos sacaban. Siempre discutiendo sobre fotografía."
Precisamente de ésta, decía entonces: "Sin lugar a dudas, la fotografía es el instrumento más completo; ella nos permite detener por instantes emociones, sentimientos, miradas, sonrisas, complejos y virtudes de nosotros mismos. Incluso, inmortalizar la misma vida en capítulos fotográficos para, posteriormente, con ellas, comparar el pasado, el presente y, por qué no, el futuro. La fotografía es el arte que capta y detiene el espacio, una escena, un paisaje, a la luna, a Júpiter, y hasta partículas microscópicas; es el oficio más fascinante que existe."
Y no sólo eso: "Para mí -comentaba-, el fotógrafo es un personaje que le interesa tomar la fotografía; por eso descuida los intereses prácticos." De hecho, "ese aspecto se lo deja a otra persona. Dentro del fotoperiodismo no hay un fotógrafo que aspire a la riqueza; le preocupa la imagen, y captar el suceso. La fotografía es un lenguaje universal; el más extraordinario. Porque para entender algo en otro idioma necesitas los estudios de ese otro idioma. Para entender una fotografía que fue realizada en China o Etiopía, no necesitas ningún conocimiento, ningún traductor. Además, la fotografía es un género novísimo y perfecto para la comunicación, la investigación, para la educación. Si te pones a pensar en cuántas cosas se utiliza la fotografía, vas a encontrar miles de empleos".
-Varios colegas suyos dicen que los artistas tienen la libertad de usar la fotografía como herramienta, siempre y cuando no se llamen fotógrafos.
-Para que haya arte se necesita el artista, así de simple. Porque la fotografía no es más que una herramienta, como las que tienen otros géneros de las artes plásticas. Mira, la foto es un medio muy extenso, y que alguien reclame la exclusividad me parece fuera de lugar. A lo mejor se puede hablar de fotografías más o menos virtuosas, pero lo que a mí me interesa no es el formalismo, sino ver si allí está pasando algo o no. Una cosa es hacer una imagen y otra «decir algo» con ella. Cuando en una disciplina, cualquiera que sea, te absorben demasiado los problemas formales, acabas olvidando el concepto, lo que se quiere transmitir. Para aprender fotografía lo único que se necesita son ojos: ver y aprender a ver.
Con una exposición que lleva por título Fotógrafo de la calle, desde ayer comenzaron los homenajes a Héctor García. Todavía delicado de salud, el fotógrafo mexicano sigue a la espera de que las autoridades culturales puedan proporcionarle ayuda. Por lo pronto, hoy varios colegas suyos se reúnen para hablar del registro que ha dejado su trabajo.
Y es que Héctor García pertenece a esa estirpe de la vieja guardia. Nacido en México en 1923, su trabajo -como fotógrafo de periodismo y de autor- ha sido una pauta para las generaciones que lo han sucedido. Porque, ante todo, Héctor García se sabe reportero pero también artista. La necesidad de expresión, decía en una entrevista que se le hizo en estas mismas páginas cuando recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, fue la que lo trajo a este oficio. "Siempre empecé por ahí."
Sin embargo, se acercó a la fotografía por azares del destino, por una circunstancia de política estudiantil: en los años cuarenta tenía la encomienda de hacer un periódico mural en el Instituto Politécnico Nacional. "Reporteaba sucesos como esas protestas que eran aplacadas con agua por los bomberos; la cosa era correr y correr. Luego veía en los diarios las fotografías, las recortaba y las pegaba en mi periódico."
Después compró una cámara, y empezó a tomar fotos. Empero, no tenía dinero para seguir con sus estudios y se fue de bracero a Estados Unidos durante la guerra: ahí fue donde inició realmente un mayor acercamiento con la cámara. "Recuerdo que de lunes a viernes trabajaba en el ferrocarril, pero los sábados tomaba clases. Creo que apenas nos entendíamos: ellos con su medio español, y yo con mi medio inglés. Pero mi vocación se iba revelando."
Ya en México, Héctor García se integró como office boy a la revista Celuloide, donde fue decisiva su convivencia con gente como Edmundo Valadés, José Revueltas, Efraín Huerta, Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. "Ellos me motivaron a seguir estudiando fotografía en la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas, bajo la tutela de Gabriel Figueroa y Manuel Álvarez Bravo." De hecho, "fue Álvarez Bravo el que me impactó más por su capacidad y maestría en la técnica, por su conocimiento y explicaciones sobre la historia, y por su modo de creación".
Pero las características del cine no le gustaron; por una razón: "Las historias que se contaban en las películas (rumberas, charros y todo eso), lo sentí falso. Así que preferí la realidad, la vida; me convertí en testigo del acontecer social del país. La calle me pareció un escenario más amplio donde sucedían muchas cosas, con personajes más ricos en vida, en concepto y en forma. Me fui dando cuenta -señalaba entonces Héctor García- que la imagen del periodismo era de información. Como decía Cartier-Bresson: ¡so- mos fotoperiodistas!"
Así, Héctor García presenció grandes momentos de la historia del pasado siglo. Viajó varias veces a Cuba, donde tomó fotografías del proceso revolucionario del país, como el asalto al cuartel Moncada (en julio). También anduvo por Europa, Medio Oriente, África, Japón y China; además, durante varios años fue profesor del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM.
De aquella entrevista (que le hizo quien esto escribe), varias cosas quedaron en el tintero, y hoy, ante la imposibilidad de poder platicar con el maestro debido a su delicada salud, las sacamos a la luz; por ejemplo, su amistad con Nacho López: "Lo conocí cuando ambos éramos estudiantes de la Academia de Arte Cinematográfico. Fue un gran cuate, con el que podía discutir, pelearme y entenderme con sinceridad. Nunca hubo rivalidad artística o fotográfica; y, si la hubo, era parte de la razón de ser de la misma discusión. Todavía recuerdo que nuestras conversaciones iniciaban al mediodía en una cantina, con una cerveza, y durábamos ahí hasta que nos sacaban. Siempre discutiendo sobre fotografía."
Precisamente de ésta, decía entonces: "Sin lugar a dudas, la fotografía es el instrumento más completo; ella nos permite detener por instantes emociones, sentimientos, miradas, sonrisas, complejos y virtudes de nosotros mismos. Incluso, inmortalizar la misma vida en capítulos fotográficos para, posteriormente, con ellas, comparar el pasado, el presente y, por qué no, el futuro. La fotografía es el arte que capta y detiene el espacio, una escena, un paisaje, a la luna, a Júpiter, y hasta partículas microscópicas; es el oficio más fascinante que existe."
Y no sólo eso: "Para mí -comentaba-, el fotógrafo es un personaje que le interesa tomar la fotografía; por eso descuida los intereses prácticos." De hecho, "ese aspecto se lo deja a otra persona. Dentro del fotoperiodismo no hay un fotógrafo que aspire a la riqueza; le preocupa la imagen, y captar el suceso. La fotografía es un lenguaje universal; el más extraordinario. Porque para entender algo en otro idioma necesitas los estudios de ese otro idioma. Para entender una fotografía que fue realizada en China o Etiopía, no necesitas ningún conocimiento, ningún traductor. Además, la fotografía es un género novísimo y perfecto para la comunicación, la investigación, para la educación. Si te pones a pensar en cuántas cosas se utiliza la fotografía, vas a encontrar miles de empleos".
-Varios colegas suyos dicen que los artistas tienen la libertad de usar la fotografía como herramienta, siempre y cuando no se llamen fotógrafos.
-Para que haya arte se necesita el artista, así de simple. Porque la fotografía no es más que una herramienta, como las que tienen otros géneros de las artes plásticas. Mira, la foto es un medio muy extenso, y que alguien reclame la exclusividad me parece fuera de lugar. A lo mejor se puede hablar de fotografías más o menos virtuosas, pero lo que a mí me interesa no es el formalismo, sino ver si allí está pasando algo o no. Una cosa es hacer una imagen y otra «decir algo» con ella. Cuando en una disciplina, cualquiera que sea, te absorben demasiado los problemas formales, acabas olvidando el concepto, lo que se quiere transmitir. Para aprender fotografía lo único que se necesita son ojos: ver y aprender a ver.