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Alfredo Arias según el fotógrafo Pablo Piovano. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 16 de agosto 2011. (RanchoNEWS).- ¿Dónde poner la mirada para penetrar en la Argentina reciente más allá de la obviedad? Kirchner y su muerte, el Bicentenario, la violencia en las tomas de tierra, el matrimonio igualitario: entre la vorágine, la memoria no atina a decidirse por uno u otro aspecto del paisaje social. Afortunadamente, la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Argra) presentará hoy a las 19, en el Palais de Glace (Posadas 1725), su vigésima segunda Muestra Anual de Fotoperiodismo, que es un modo de detenerse a observar lo que el vértigo o los intereses editoriales a veces tapan. Una nota de Facundo García para Página/12:
«El 2010 estuvo repleto de hechos importantes», ratifican los fotógrafos mientras van y vienen por la galería montando la colección. La tarde de invierno se deshace en lluvia y las imágenes –que podrán verse hasta el 11 de septiembre, con entrada libre y gratuita– echan una luz particular, lejos de la presencia parasitaria que suele adosarles el texto escrito. Hay líneas y colores, sin parrafadas que favorezcan un tipo de interpretaciones y obstruyan otros. «Creo que hay mucha impronta personal y eso se nota –confiesa desde el centro de la ronda Soledad Aznarez–. Una se mete y sale de las situaciones, y paga cierto peaje emocional por ese tránsito.» Sandra Cartasso coincide: «Los que nos dedicamos a esto tenemos una relación cercana con lo que retratamos. No podemos elegir entre hacer una nota en el lugar y hacerla por teléfono. Tenemos que estar físicamente ahí. Ser testigos».
Por supuesto que no se trata sólo de estar en el lugar y el momento indicados. En una época en la que –camaritas y celulares mediante–- «cualquiera saca fotos», Argra invita a preguntarse qué sentido tiene la representación gráfica. Y es que hay implicaciones ideológicas, cognitivas y éticas en el acto de recortar una porción del mundo y destacarla. Bien se había avivado Roland Barthes en Lo obvio y lo obtuso: «Cuando comienza la vida hay una reacción ocular frente a la luz suave; al cabo de una semana, el bebé intenta ver, orienta los ojos, pero aún lo hace de una manera vaga, vacilante; dos semanas después, puede fijarse en un objeto próximo; a las seis semanas su visión es firme y selectiva: se ha formado la mirada. ¿No se podría decir que en esas seis semanas es cuando ‘nace’ el alma humana?». Mirar es fundar una identidad, sea ésta individual o colectiva. Una sociedad que carga angustias acerca de su propia existencia no puede esquivar esos planteos; aunque el espejo que son las fotos le devuelva la atroz postal del llanto durante las protestas por la muerte de Mariano Ferreyra, tal como la supo captar Guillermo Rodríguez Adami.
Balas. Alegrías. Policía. Festejo. Al recorrer la serie el contrapunto es fuerte, quizá por la potencia que tiene cada obra. El Comité Editor estuvo conformado por Mariana Araujo, Pablo Lasansky, Luis Micou, Leonardo Petricio y Pascual Belvedere, y las más de doscientas sesenta reproducciones escogidas entre casi dos mil quinientas propuestas abordan la actualidad, los deportes, la vida cotidiana, la política, la naturaleza, el medio ambiente, el arte y los espectáculos. La portada del catálogo es contundente: Cristina aparece desolada por la muerte de su marido, pero en medio de la angustia se ven manos que se estiran para darle fuerzas. Hay más de veinte fotos de la pareja presidencial y de la caravana que despidió al ex presidente Kirchner. «Fue un evento muy bien documentado. Estuviéramos trabajando o no, fuimos muchos los que salimos a registrar algo que –lo sabíamos– iba a ser histórico», recuerda Maximiliano Vernazza. A su lado, Guadalupe Lombardo asiente: «Yo incluso estuve el día después, cuando la calle estaba desierta, llovía a cántaros y las coronas de flores se acumulaban en los camiones de basura...»
En una semana, el que reportea puede pasar de esa tristeza a la euforia, y de la euforia al peligro. «No sabés de dónde pueden venir los tiros –comenta Paula Rivas–. En el Indoamericano, suponete, hubo que desplazarse en un ambiente caótico. Al principio, nadie podía explicar qué estaba pasando. Veíamos que lo que el Gobierno de la Ciudad definía como ‘un espacio público’ era un predio semiabandonado; y que entre las personas que los vecinos acusaban de criminales había gente que necesitaba un lugar donde vivir. Te chocás con contradicciones así continuamente». En el sector dedicado a ese conflicto, está la instantánea de una pareja armando su choza con cañas. Cerca está la de un hombre mirando el suelo, guareciéndose de la lluvia con la sola ayuda de un nylon. Acaso los tres estén en la multitud que se ve –en otra secuencia– combatiendo contra la policía. Para Rivas, «ante esas circunstancias, los fotorreporteros tenemos que buscar lecturas que trasciendan las opiniones lavadas que difunden los medios. Lo que no quita que trabajemos para esos medios y que no tengamos peso definitivo en el criterio de lo que se publica y lo que no».
En esta ocasión, la autoridad la tienen los profesionales del click. Ellos toman la decisión final. El gremio se queja de que se manipulan fotos –como hizo Perfil al «borrar» a Estela de Carlotto de una tapa, para que no se la viera al lado de la Presidenta–, en tanto que cunde la utilización de las imágenes sin permiso de los autores por parte de las grandes empresas. «Lo problemático de esas prácticas es que se supone que el periodismo es un pacto con los lectores. El acuerdo se basa en que lo que se cuenta debe ser veraz. Si rompés eso, si empezás a acomodarlo de acuerdo con tu conveniencia, te estás situando en una zona de trampas y engaños», insisten una y otra vez los entrevistados. La inauguración de esta tarde es una oportunidad para renovar ese pacto y demostrar por qué vale la pena defenderlo.
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