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Boushra Almutawakel. (Foto: Abdulrahman Jaber)
C iudad Juárez, Chihuahua, 4 de enero 2012. (RanchoNEWS).- La casa de Boushra Almutawakel es un oasis en medio del conflicto que agita Saná. «Nos la ha dejado mi padre», señala la fotógrafa. Sin embargo, la mezcla de elementos tradicionales yemeníes con otros occidentales en la decoración, o las obras de pintores locales que cuelgan de las paredes, revelan el gusto de la artista. «Siempre me ha interesado el arte», apunta mientras sugiere que merendemos en el jardín bajo el árbol junto al que se encuentran algunos de los juguetes de sus cuatro hijas. Una nota de Ángeles Espinosa para El País:
Boushra nació en 1969 en la casa de su bisabuela, en la ciudad vieja de Saná. Era una de esas casas de adobe con puntillas de yeso en las ventanas que reflejan la historia y la cultura de Yemen. Tal vez por ello desde pequeña quiso ser arquitecta. Pero aunque las actividades políticas de su padre hicieron que durante su infancia la familia viviera en Egipto, EE UU y Francia, ese deseo chocó con la voluntad de su progenitor de mantenerla en casa. «Me dijo que si quería ir a EE UU, tenía que estudiar Empresariales», recuerda sin aparente rencor.
«A pesar de mi vocación, pensé que era mi oportunidad para crecer como persona y viajar antes de casarme, así que estudié Empresariales», cuenta antes de precisar que la acompañó su hermano. Fue entonces cuando canalizó su inclinación artística hacia la fotografía. «Hice un curso de blanco y negro, y me enamoré», recuerda a la vez que ofrece un cuenco con exquisitos granos de granada albar.
Lo que empezó como un hobby pronto se transformó en una pasión. A su regreso a Yemen y mientras trabajaba como asesora educativa, empezó a exponer sus obras. Y a venderlas. En 1997 dejó su empleo y se consagró en cuerpo y alma a la fotografía. Hoy hay muchos jóvenes fotógrafos, chicos y chicas, pero ella fue la primera fotógrafa profesional yemení.
Su matrimonio con un prometedor economista que ha llegado a viceministro de Finanzas no frenó su empeño. «Aproveché que en 1999 le dieron una beca Fullbright para estudiar fotografía publicitaria», señala mientras el té se va quedando frío en la taza. «Aquello me encorsetó un poco», admite. Su interés no estaba en los anuncios sino en las personas, en particular las mujeres, sobre cuyos vestidos y velos tradicionales ha posado una mirada muy personal. Sus fotos se han exhibido en todos los países de la península Arábiga y en Reino Unido.
Ahora, sin embargo, la convulsa situación política, la revolución como llaman en Yemen a la revuelta por el cambio, le está pasando factura. «Desde febrero no he sido capaz de hacer nada. Otros artistas, sobre todo los jóvenes, se sienten inspirados por la revolución, pero yo me he bloqueado», confiesa. No obstante, se ha impuesto acabar varios proyectos que tiene entre manos, uno sobre el velo y otro sobre parejas interculturales. «Necesito hacerlo para no volverme loca», declara tras exponer la angustia que los bombardeos provocan en sus hijas.
A pesar del conflicto, se muestra convencida de que en Yemen «hay hambre de arte, en especial entre las nuevas generaciones. Sin duda, la prioridad es tener seguridad, comida y techo, pero a la vez hay una aproximación distinta que en Occidente. Aquí el arte es parte de la vida. Se expresa en los dibujos de alheña, en la ropa, en la arquitectura. Los yemeníes disfrutan con la poesía y con la música», concluye.
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