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La escritora argentina. (Foto: Leo Vaca)
C iudad Juárez, Chihuahua, 19 de enero 2012. (RanchoNEWS).- ¡Elementaaaal, boluuuuudos! Si los «ragazzos» del «Corriere della Sera» aseguran que Hitchcock, el mismo Alfred Hitchcock que dirigió Psicosis o Los pájaros, entre otros muchos clásicazos, alias 'El Gordo', «es una mujer que vive en Buenos Aires», habrá que aplicarse un poco y empezar a leer las novelas de Claudia Piñeiro, la Miss Hitchcock en cuestión, y hacerlo como si no existiese un mañana. E ideal, para comenzar, se muestra esta Betibú, su última novela, que se publica ahora en España, de la mano de Alfaguara, tras haber cosechado un enorme éxito en Argentina. Vuelta de tuerca al género negrocriminal e hiriente repaso a una sociedad devorada por la corrupción del poder, de las autoridades policiales y de los medios de comunicación. ¡Vamos, que por muy ambientada en Argentina que esté la cosa, podría perfectamente haberse escrito aquí, en casa, en esta desdichada España nuestra, país de negruras y horrores alentados por voraces primas de riesgo! Una nota de Marga Nelken para El Mundo:
Basta con echar un vistazo a las reseñas que ha aparecido en los periódicos del otro lado del charco para constatar que Betibú va en serio. En El Atlántico de Mar de Plata: «Es mucho más que una novela. Es un pequeño manual de periodismo, pero no porque explique la técnica de cómo construir una buena nota en pirámide invertida, sino porque transmite –a través de sus personajes– el amor por una profesión. Betibú es, ante todo, una novela exquisita e ineludible». En ADN: «La suya es a la vez una escritura de género y también una escritura popular. Como tal, al modo folletín de Eugéne Sue, es una literatura crítica, pero también recepcionista y consoladora». Y, finalmente, en La Nación: «Con Betibú, su reciente novela, vuelve a estar en el podio de los autores más vendidos. La muerte, los fantasmas, las claves de su literatura popular y el doble filo del éxito, según Claudia Piñeiro, primera dama del policial argentino». ¿Alguien da más?
Claro que sí. Ella misma. Doña Claudia Hitchcock Piñeiro. Al regalarnos esta enérgica historia de crímenes y venganza en la que, en vez de buscarse un detective al uso, traspasa el caso a la redacción de El Tribuno y adopta como investigadores a Jaime Brena, un viejo periodista de sucesos de los que echaron sus primer diente babeando tinta frente a una desvencijada Olivetti; a un pibe recién salido de la facultad que cree que va a encontrar todas las respuestas en Twitter, Facebook y Google; y a Nuri Iscar, la tal Betibú del título, escritora de «best-sellers» que anda de capa caída después de editar una última obra fallida y vive apartada del mundillo literario. ¡Ojalá pudiésemos contar por estos pagos con dos o tres Claudias Piñeiro! Pero no se puede tener todo. Ahí van tres impagables párrafos, extraídos de la novela, sobre el periodismo de nuestros días. ¡Prestad atención, porque contienen tres verdades como sendos puños! Es más, no tienen desperdicio. ¡Chau!
«¿Sabes cuál es tu problema, pibe?, mucho Internet y poca calle. Un periodista policial se hace en la calle. ¿Cuántas veces te escondiste detrás de un árbol, vos?, ¿cuántas veces llamaste a un testigo de un crimen o a un pariente muerto haciéndote pasar por el comisario Fulano de Tal?, ¿cuántas veces te disfrazaste para meterte en un lugar donde no te dejaban entrar? El pibe no contesta, pero es evidente que nada hizo de lo que le pregunta Brena. Acordate, pibe, mucha calle, ser entrador y mimetizarte con la situación: vos tenés que ser el ladrón, el asesino, el muerto, el cómplice, lo que haga falta para entenderles la cabeza. Y largá un poco la computadora, tanto Google te está haciendo mal».
«Hacételo, el tiempo, hacételo, y lee ficción. Si querés ser un buen periodista, tenés que leer ficción, pibe, no hubo ni hay ningún gran periodista que no haya sido un buen lector, te lo aseguro».
«Se sacan de encima empleados con sueldos que fueron ganando aumento a lo largo de los años y los reemplazan con periodistas recién recibidos que contratan por la mitad. Por eso pagan, para que se vayan. No importa que los nuevos conjuguen mal los verbos, que no sepan cuándo tienen que escribir concejo y cuándo consejo, o que confundan a Tracy Austin con Jane Austen. Ya lo corregirá alguien en el camino. Y si no, mala suerte. Lo importante es que los viejos y caros se vayan, sin prisa pero sin pausa».
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