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William Ospina muestra su medalla. (Foto: Gabriel Cardona)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de septiembre de 2012. (RMV / RanchoNEWS).- «Esta frontera es el frente de nuestra lengua», dijo William Ospina, el escritor colombiano, tras recibir la Medalla al Mérito Literario durante la clausura del encuentro internacional de escritores Literatura en el Bravo 2012 esta noche. Fue uno de los tres momentos más memorables. Los otros dos fueron la mesa dedicada a la poesía rarámuri («Y el viento es el espíritu de mi pueblo») y la del homenaje a Daniel Sada («Rigor y sentido lúdico le hacen falta a la literatura en castellano»).
El encuentro fue inaugurado el 6 de septiembre a las 16:30 horas en el teatro experimental O. Trías, del Centro Cultural Paso del Norte, por el Lic. Javier González Mocken, subdirector de Educación Cultura y Deporte del gobierno de Chihuahua.
El Lic. González Mocken estuvo acompañado por Rosario Sanmiguel, coordinadora del encuentro; la maestra Beatriz Rodas en representación de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez(UACJ); y Miguel Ángel Mendoza jefe de la representación fronteriza del Instituto Chihuahuense de la Cultura (Ichicult), quien en su alocución dijo que la literatura hermana a los hombres y crea identidad en las sociedades. Además aplaudió que se haya distinguido a William Ospina con la Medalla al Mérito Literario.
La primera mesa estuvo integrada por el poeta estadounidense Curtis Bauer; la cuentista colombiana Pilar Quintana; la poeta mexicana Claudia Posadas; el poeta tapatío Ricardo Yáñez; y el narrador colombiano Nahum Montt.
Bauer hizo una lectura bilingüe de algunos de sus poemas («You are my Fifth Avenue»: «Vos sos mi Quinta Avenida», dice el verso en la versión argentina); y de su último libro España en dibujos estos versos: «Eso es arte / Es cultura / Una buena matanza». Bauer es un escritor imbuido en la cultura hispanoamericana.
Luego continuó Pilar Quintana que leyó uno de sus cuentos, después tocó el turno Claudia Posadas y su fina poesía, cuya calidad ha sido reconocida con el Premio Jaime Sabines. Mientras que el poeta Ricardo Yáñez tuvo un ataque de nervios que le impidió leer con claridad, acontecimiento penoso porque había versos buenos. Rescatamos estos: «subo las escaleras de tus ojos», «Las flores son el puro agradecimiento a la luz» y «La maceta es la novia provinciana del sol». Finalmente Nahum Montt leyó un fragmento de una de sus novelas que son muy populares en su país.
La Mesa 2 estuvo destinada a la organización Escritores por Juárez en la cual Antonio Flores Schoerer y Édgar Rincón Luna hicieron un recuento de las actividades de su festival literario que se llevó a cabo del 30 de agosto al 2 de septiembre en 20 puntos de la ciudad (entre escuelas de todo nivel, unidades de transporte público, plazas, etc.); y que de acuerdo a los organizadores tuvo una audiencia de 5 mil personas.
La cena
Esa noche les fue ofrecida a los escritores una cena especial en el jardín del Hotel Lucerna, a un lado de la alberca. Este cronista departió en una mesa que puede calificarse de Chihuahua, porque reunió a Reneé Acosta de la capital del estado; a los escritores José Luis Domínguez y Raúl Manríquez de Cuauhtémoc; al dramaturgo Antonio Zúñiga y al poeta Federico Corral Vallejo de Parral; y se contó con la grata compañía del crítico y narrador Ignacio Trejo.
Durante la cena Antonio Zúñiga me comentó que su grupo (Carretera 45 Teatro, en el que también participan Rodolfo Guerrero, Yolanda Abbud y Gilberto Barraza todos ellos ex integrantes de Alborde Teatro) fue invitado a presentarse en Brasil. Me contó que participó como jurado en la Muestra Nacional de Teatro donde se enteró que el dramaturgo juarense Pilo Galindo había sido el dramaturgo más representado en el país por grupos en competencia para obtener un sitio en la Muestra. Además me enseñó, en su teléfono portátil, fotos y vídeos de su personificación de José Alfredo Jiménez en la película El último trago que dirigió Jack Zagha.
En la cárcel
La mañana del viernes 7 de septiembre hubo lecturas en el campus principal de la Universidad Tecnológica de Ciudad Juárez; Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, campus Juárez; en la Ciudad Universiaria de la UACJ; en Girasoles, Centro de Desarrollo Integral para el Adulto Mayor A.C.; en el Centro Especializado en Reinserción Social para Adolescentes Infractores CERSAI; y en el Centro de Reinserción Social Estatal # 3 CERESO, en cuya biblioteca de la sección varonil este cronista leyó fragmentos de su novela La Biblia Gaspar, en compañía del poeta juarense Agustín García y del narrador bajacaliforniano José Juan Aboytia. Mientras que en el área femenil leyeron Reneé Acosta, la escritora juarense Arminé Arjona y José Luis Domínguez.
En Colombia se dice...
La sobremesa de la comida fue una fiesta del humor latinoamericano. Todo comenzó cuando el narrador colombiano Nahum Montt pidió a los mexicanos (Antonio Zúñiga, Enrique Servín y este cronista) que le explicáramos el significado de la palabra chingada, lo que derivó en un intercambio de significados de palabras (ya se imaginarán cuáles) en varios países sudamericanos, con doña Carmen Berenguer representando a Chile (por cierto imita muy bien a Pablo Neruda). El chihuahuense Enrique Servín compartió divertidas anécdotas del poeta chileno Gonzalo Rojas y del mexicano Alí Chumacero.
De izq. a der.: Martín Makáwi, don Erasmo Palma, Marcelo Palma, Anacely Palma y Martha Akaaróali. (Foto: Gabriel Cardona)
«Y el viento es el espíritu de mi pueblo» - La mesa de poesía rarámuri
La Mesa 10 fue programada para las 16:00 horas. Mesa de Literatura Indígena. Enrique Servín, el moderador, inició con una concisa semblanza de la literatura rarámuri (lengua que tiene cien mil parlantes) y que definió como una oralitura que trata sobre mitos ontológicos y que se expresa a través de oraciones y plegarias. Como precursor de esta literatura mencionó a don Erasmo Palma que en la década de los años setenta del siglo pasado trancribió canciones en rarámuri y a Lolita Batista quien fue la primera poetisa rarámuri con obra creada entre las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado.
Leería primero el decano de los poetas chihuahuenses don Erasmo Palma, en sus robustos noventa años y ataviado con una impecable indumentaria típica de su etnia, en voz de su hijo Marcelo Palma los cantos «Hermoso azul» y «Lágrimas derramar quisieran» («somos muy soberbios / a muchos causamos dolor»).
En el poema dedicado a Antonin Artaud (autor de D'un voyage au pays des Tarahumaras, 1945, poeta, dramaturgo, ensayista, novelista, director escénico y actor francés: Marsella, 1896 - París, 1948), dice que «sus ojos descubrieron una nueva realidad» y que «la verdad está en la Sierra Tarahumara».
En su turno Anacely Palma, nieta de don Erasmo y rarámuri de una segunda generación de escolaridad, leyó la intruducción de su ensayo Mirada interior sobre la literatura rarámuri donde la compara con la literatura occidental «que tiene las virtudes y defectos de su cultura».
Respecto de la literatura rarámuri dijo que su misión es cantar, que cantar es imitar a la naturaleza y que en consecuencia esta literatura en onomatopéyica.
El canto es una expresión de identidad y la belleza está dada en la naturaleza, esta literatura busca integrarse a la naturaleza. Es una literatura útil que también ayuda a definir el bien y el mal.
«Escribimos porque tenemos la responsabilidad de hacerlo», concluyó.
Luego prosiguió Martha Akaaróali (mariposa en su lengua), de veinte años y nativa de Urique, quien deslumbró a la audiencia con la delicadeza y a la vez fuerza de su poesía: «Las nubes se van como si el cielo fuera agua».
Cerró la mesa Martín Makáwi de la comunidad Ipó en el municipio de Guachochi. Leyó textos de su primer libro Eká kusúala (canciones del viento), en rarámuri con la versión en castellano leída por Enrique Servín. Su poesía es una prístina alabanza a la naturaleza como en el caso de su poema Arco iris (Konomí): ¡Qué hermoso eres / tú, arcoiris / que vuelas en la cascada! / yo te saludo / y tú / ¡con el viento respondes!
O como en los versos finales del poema Venas de nuestra madre (Kéti Eyé lábali): Si el mundo tiene venas / es que también tiene corazón. / Nosotros no escuchamos latir ese corazón. / Qué diferente sería si lo escucháramos.
Y concluyó con un verso que sintetiza sus creencias: Y el viento es el espíritu de mi pueblo.
En la UT
Después de esa mesa este cronista fue conducido a al campus principal de la Universidad Tecnológica de Ciudad Juárez, la UT como le llaman sus alumnos, para una lectura en compañía de José Juan Aboytia (que leyó un cuento muy ameno), el novelista defeño Isaí Moreno Roque (un fragmneto de su novela Partículas suspendidas) y el dramaturgo Pilo Galindo (una de sus obras cortas más famosas), a la que asistieron alrededor de cien alumnos que fueron muy efusivos y escucharon con atención.
El último día
La mañana del sábado comenzó con la Mesa 15 y la lectura de la escritora juarense Arminé Arjona quien nos sorprendió con la lectura de un fragmento de una novela que transcurre en una cárcel de El Paso, Texas, en la que intervienen seis personajes femeninos. Fernando Olszanski, narrador argentino residente en Chicago, leyó un cuento. Mientras que Ricardo Yáñezya más repuesto de sus nervios, leyó varios poemas y al final cantó. La Mesa había comenzado con Fernando Serratos, ensayista de Chihuahua.
Homenaje a Daniel Sada
La Mesa 16 correspondió al Homenaje a Daniel Sada. Raúl Manríquez, quien fungió como moderador, inicio con una semblanza del escritor mexicano fallecido en el mes de noviembre pasado en la Ciudad de México. Un hombre de letras muy querido en el norte de México. Sada era «estricto en la métrica, pero juguetón» lo caracterizó Manríquez.
Después prosiguió el novelista, y alumno de Sada, Isaí Moreno Roque quien compartió anécdotas y enseñanzas: «No se puede ser escritor si no se ama el lenguaje, piense por el oído».
Moreno Roque enfatizó la importancia de la poesía en la obra narrativa de Sada. «Sus novelas estaban en verso y sus poemas narraban», concluyó.
Adriana Jiménez, compañera de Sada, fue muy generosa en anécdotas familiares («Daniel bailaba muy bien y tenía la música por dentro») y de oficio («Era muy minucioso, en una ocasión duró 16 horas para resolver una página»).
Jiménez optó por revisar la evolución de la obra sadiana desde el fallecimiento del autor. Informó así que para el New York Times los tres grandes narradores contemporáneos latinoamericanos son Juan Rulfo, Roberto Bolaños y Daniel Sada. Mientras que el Washington Post compara al escritor criado en Coahuila con James Joyce por su monumental novela Porque parece mentira la verdad nunca se sabe.
Sobre la relación entre la literatura de Rulfo y la de Sada, ella expresó que el primero era minimalista y el segundo maximalista.
Y citó una opinión crítica de su compañero: «Rigor y sentido lúdico le hacen falta a la literatura en castellano».
En su turno, el conocido crítico literario Christopher Domínguez Micheal resaltó «la recepción internacional muy rápida» que ha tenido Sada quien es un «autor que se está por leer», pero «con la atención de un clásico». Agregó que «no es aburrido es pesado».
Coincidió con el crítico Goldman que la literatura de Sada es una disputa y una respuesta a la obra de Rulfo, que «habla de lo mismo de una manera distinta», y reiteró que el verso es la esencia de su prosa.
Habló también de sus primeras influencias, mencionó al escritor guatemalteco Rafael Landívar (1731-1793) y el neoclacicismo. «Esa obsolencia en su literatura es muy postmoderna», dijo.
Terminó recordando «los tres libros que Daniel me recomendó y que no voy a revelar».
De izq. a der.: Reneé Acosta, Osvaldo Zavala Rubén Varona y Pilo Galindo. (Foto: Gabriel Cardona)
El resto de la jornada
El encuentro siguió con la Mesa 17, en la cual Reneé Acosta leyó textos poéticos de su libro Dispersión simultánea; Osvaldo Zavala, de Ciudad Juárez y radicado en Nueva York dio lectura a un ensayo sobre la narcoliteratura; el escritor colombiano Rubén Varona (que reside en Lubock, Texas) tuvo un muy afortunado debut como lector de poesía con los textos Las rayas del chacal y Origami; en tanto que Pilo Galindo leyó un fragmento de la divertida comedia Filos, que escribió en los momentos más cruentos de la batalla entre narcocriminales por apoderarse de la plaza en esta frontera.
La Mesa 18 estuvo a cargo del dramaturgo chihuahuense Antonio Zúñiga quien ofreció un fragmento de su obra Juárez-Jerusalem la escritora española Ana Merino que leyó un poema y un cuento (con la poderosa imagen de naranjas en la nieve); la escritora mexicana Socorro Venegas aportó el cuento Los aposentos del aire; y el colombiano Nahum Montt propuso en un ensayo el tema «¿Cómo narrar la violencia?» en el que concluyó que se debe narrar desde el punto de vista de los vivos y no de los muertos.
En la Mesa 19 Christopher Domínguez Micheal contribuyó con la lectura de las entradas «Inés Arredondo», «Octavio Paz» y «Juan Rulfo» de su libro Diccionario crítico literario; Jorge Fernández Granados obsequió cinco poemas de gran manufactura y sensibilidad («y el mar recordó el nombre de todos sus ahogados»); y la maestra chilena Carmen Berenguer recitó cuatro poemas que son todo un fascinante portento de ritmo. Este cronista no pudo escuchar al poeta chileno Héctor Hernández Montecinos y al prosista mexicano David Toscana, que complementaron la Mesa, porque fue requerido para atender a una visita procedente de la ciudad de Chihuahua.
La noche de Ospina
«Esta frontera es el frente de nuestra lengua», dijo William Ospina, el escritor colombiano tras recibir la Medalla al Mérito Literario ante el público del Teatro Experimental.
«Las palabras son el único sustituto de las guerras», añadió.
«La literatura es la búsqueda de expresividad, belleza y ritmo, y el ritmo es el lenguaje natural del estilo», concluyó para proceder a leer unos cuantos poemas y cerrar la noche.
Este cronista tuvo la fortuna de estar sentado al lado de William Ospina y vio que cargaba una pila de cuando menos doce libros. Así que cuando el escritor colombiano fue requerido a la mesa, me ofrecí a cuidárselos, pero él replicó «no, gracias los voy a usar».
Pero no fue así. Ospina fue embargado por la emoción e improvisó.
Previamente habían hablado acerca de su obra Enrique Servín, Pilar Quintana y José María Espinasa, quien por cierto fue obligado a reducir su ponencia por los organizadores, hecho que fue tomado como una ofensa por la mayoría de los presentes.
En la mesa de premiación y clausura del evento estuvieron el Lic. Jorge Mario Quintana Silveyra, secretario de Educación Cultura y Deporte del gobierno de Chihuahua, quien calificó este evento de «fundamental para el encuentro de nuestras propias realidades» y que servía también para «darle a Juárez la estatura que merece en el arte».
Además estaban presentes en la mesa el rector de la UACJ, Javier Sánchez Carlos; y el director de Ichicult, Fermín Gutiérrez Galindo.
William Ospina se mostró inmensamente agradecido tras recibir la medalla.
«Cuando yo mire en mi casa esta medalla voy a ver para siempre el símbolo de un mundo», expresó.
De «revelación sorprendente», calificó el encuentro.
«Las fronteras confieren carácter y para entenderlo hay que venir acá», dijo.
«México ha descifrado muchos de nuestros enigmas para América Latina», agregó, y reconoció la importancia de Chihuahua en la historia de México y para el resto del continente.
«He sentido la abrumadora belleza de esta luz y de esta tierra», concluyó.
Así dio fin al encuentro que en tres días convocó a 40 escritores partícipes de 20 mesas de lectura. Para consultar el programa acceda a este enlace.
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