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El arquitecto mexicano. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 16 de septiembre de 2012. (RanchoNEWS).- Melómano, amante de la poesía, apasionado de la historia, amigo de Octavio Paz y Alejandro Rossi, dibujante antes que arquitecto, es Teodoro González de León (Ciudad de México, 1926), un artista en el amplio sentido de la palabra. «Es un hombre con mucha cultura y fuerte vocación plástica», afirma Mauricio Rocha, el arquitecto mexicano con quien comparte el pabellón de la 13 Bienal de Arquitectura en Venecia. Una nota de Sonia Ávila para Excelsior:
Nombrar al proyectista de 86 años de edad es repasar en gran medida la edificación de la Ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XX: los primeros conjuntos habitacionales, recintos culturales como El Colegio de México y los corporativos empresariales que han contribuido al concepto modernista de la capital.
Son poco más de seis décadas de dar rostro a una ciudad, y le han merecido no sólo un gran reconocimiento internacional sino también distinciones como los premios Nacional de Ciencias y Artes, en 1982 y el Mario Pani Darqui, en 2004. A ellos se suma ahora la Medalla de Bellas Artes, que el próximo miércoles 19 recibirá en el Museo Rufino Tamayo, que él construyó.
El también pintor y escultor se ha convertido en un referente del desarrollo de la arquitectura mexicana, coinciden amigos y colegas quienes encuentran en González de León un eslabón para entender la edificación de la Ciudad de México.
«La historia de la arquitectura no puede contarse sin la obra de González de León. Fue el intérprete de la arquitectura moderna de Le Cobursier, que luego desarrolló en México», dice en entrevista Miquel Adrià, arquitecto y curador del pabellón mexicano en la Bienal de Arquitectura de Venecia.
Y es que el creador del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) y del Museo de sitio en Tajín, no sólo se caracteriza por su capacidad para diseñar lo mismo casas habitación y oficinas públicas que espacios culturales, sino por la innovación en sus proyectos donde desafía a su propia invención.
Si bien sus obras comparten el uso de espacios amplios, trazos vanguardistas y la monumentalidad, también es cierto que ninguno se repite en su diseño. La plataforma que une las dos Torres de Bosques no aparece en otro edificio, lo mismo que el espejo de agua del MUAC o las extensas escaleras a manera de pirámide de El Colegio de México.
Su obra «es de ideas claras y sintéticas donde la articulación de los espacios no permite concesiones. Su apuesta monocromática, en la cual el concreto es la base, permite dar el mayor valor a los espacios propuestos», explica Rocha en entrevista.
En repetidas ocasiones –en conferencias magistrales u homenajes– el propio González de León, miembro de número de la Academia de Artes de México desde 1984, ha afirmado que una de sus premisas es no copiarse sin importar el éxito de una fórmula, y más bien estar en constante búsqueda de lenguajes nuevos.
Idea que posiblemente adoptó de uno de sus principales maestros: Le Corbusier, con quien en 1947 colaboró durante 18 meses para construir la Unidad Habitación de Marsella, en Francia. Pero también aprendió de Federico Mariscal, Mario Pani y Vladimir Kaspé, sus maestros en la Facultad de Arquitectura de la UNAM.
«Era aún estudiante cuando participó (junto con Armando Franco y Enrique del Moral) en el anteproyecto para la creación de Ciudad Universitaria. A finales de los años 60 junto con Abraham Zabludovsky realiza importantes conjuntos habitacionales como las Torres Mixcoac, y en los 70 comienza con el boom de los edificios institucionales», recuerda Adrià.
Con la luz como elemento central de sus formas arquitectónicas, González de León también es autor de la Casa Catán, el conjunto habitacional José Clemente Orozco, el Palacio de Justicia Federal, la casa matriz del Fondo de Cultura Económica y la Universidad Pedagógica Nacional de México.
Rocha y Adrià coinciden en que uno de los mayores aportes del arquitecto es el uso del concreto cincelado en enormes bloques minimalistas a manera de sello característico de sus construcciones. Para Rocha el color del concreto suma valor estético a la obra, mientras para Adrià, impone una personalidad propia.
«Ha trabajado la gran escala mejor que nadie, con una conciencia del valor plástico y entreverada la energía y fuerza de las culturas que nos preceden», sostiene Rocha sobre las edificaciones que muestran referentes a la arquitectura prehispánica, que es un valor agregado de los diseños de González de León.
«Intento crear formas que se inserten en el sitio, dialoguen con el espacio natural y, sobre todo, con el espacio público. Estoy convencido de que la ciudad, la gran obra de arquitectura colectiva que realizamos todos juntos, será más intensa y emocionante con ese diálogo», expresó el también Doctor Honoris Causa por la UNAM, en 2011, en el homenaje por su natalicio 86.
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