Escena de la película Macario
El hijo del más destacado fotógrafo del cine mexicano del siglo XX ha trabajado arduamente en sus archivos para poner a disposición del público este acervo invaluable de más de 100 mil fotos tomadas para 213 películas.
En breve, la colección del célebre cinefotógrafo mexicano Gabriel Figueroa podrá ser consultada por internet, tras un trabajo titánico que está desarrollando su hijo el fotógrafo Gabriel Figueroa Flores.
El sitio incluirá biografía, filmografía, una galería de fotos y catálogos de la obra de Gabriel Figueroa, quien nació el 24 de abril de 1907 y falleció el 27 de abril de 1997. Los catálogos se pondrán a la venta. También habrá imágenes que podrán ser adquiridas para una publicación o colgarse en un lugar.
Enfatiza Gabriel hijo:
"Pronto estará lista la página web. Ya está aprobado su diseño. Es cuestión nada más de que la galería tenga algunos textos traducidos al inglés. Estará en español e inglés porque hemos encontrado mucho interés por el trabajo de mi padre en el extranjero, muchas universidades tienen cursos sobre la época de oro del cine mexicano. En Inglaterra se está haciendo una tesis de doctorado sobre mi papá."
Desde hace 20 años Figueroa Flores, independientemente de su profesión, se ha dedicado a conservar la colección de su papá. Es un proyecto que iniciaron juntos en 1985.
Iniciativa del cinematógrafo
En realidad el mantenimiento de la colección de Gabriel Figueroa (quien logró 213 películas) lo empieza él mismo al juntar su propio acervo. Figueroa Flores (heredero de todo lo relacionado con la obra de su padre) platica a este semanario, en su estudio de Coyoacán, que su papá era un hombre muy celoso de su trabajo, muy profesional, entonces guardaba todo, como recortes de periódicos y pruebas de sus películas:
"Una agencia le buscaba en los medios impresos todo lo que se publicaba sobre él o su obra. El laboratorio de los Estudios Churubusco le guardaba las pruebas de luz de cada una de las escenas de sus largometrajes y las conservaba. Las fue guardando en unas latas que a la vuelta de 50 años se convirtieron en 20 mil tirillas, cada una contiene 10 o 15 cuadros."
Antes de llegar al foro a rodar, Gabriel Figueroa pasaba por el laboratorio de los estudios a revisar las pruebas, las cuales consisten en un fotograma de una escena impreso a diferentes intensidades de luz. Las pruebas servían para determinar a qué intensidad se imprimía toda la escena con el fin de que la cinta tuviera una continuidad visual de fotografía.
Cuando Gabriel Figueroa dejó de trabajar en 1985, empezó a pensar, junto con su hijo, la manera de publicar un libro, una monografía. Ese fue el comienzo de la restauración del material, "que hoy constituye ya un acervo".
El material está en base de nitrato, por lo cual es necesario preservar en otro medio más estable y lo más cercano al original:
"Hay mucho material sin tocar, que sigue en lata pero un poco mejor preservado que antes, para que se deteriore lo menos posible, en lo que veo de dónde sacar recursos para convertirlo en fotografías.
"Lo interesante de este proyecto es que ningún otro cinefotógrafo ha realizado un acopio de material para conformar una colección, y tampoco conozco a nadie que se haya dedicado a restaurar este tipo de material para convertirlo en otra cosa que no sean películas. Hoy día se conservan mejor estas imágenes que las películas mismas."
Labor artística
Figueroa Flores traduce el trabajo de Gabriel Figueroa en obras estables, separadas de la historia y el sonido de la película. En estos últimos 20 años ha tratado de proponer un trabajo artístico, a partir de otro medio que es el cine, el cual es la repetición de un cuadro de película, 24 cuadros por segundo, "es decir, parte de alguna manera de una imagen fija".
Las imágenes se convierten en otra cosa:
"En algo que realmente tiene las características y el estilo de Gabriel Figueroa, sin las vicisitudes de la historia y del director en turno. Entonces queda una estética y una plástica muy de acuerdo a esa época que tenía que ver con los muralistas."
Al principio su padre y él seleccionaron mil tirillas. Figueroa Flores ha preservado y restaurado una parte de esta selección y ha añadido nuevas imágenes. Han sido almacenadas en discos compactos. De las restauradas se han generado ya negativos blanco y negro en material fotográfico, en un tamaño de seis por cuatro centímetros, de los cuales imprime copias en plata sobre gelatina para exhibición y venta en varios tamaños; su preferido es el de 16 por 20 pulgadas.
Existe también un tiraje de obra en paladio/platino que está firmado y numerado por el propio Gabriel Figueroa, que imprimió su hijo entre 1990 y 1991.
Ha procurado hacer una colección de paladio/platino derivada de los archivos digitales, haciendo negativos digitales especiales para este proceso.
El objetivo del resguardo de las tirillas es mantener ejemplos del trabajo fotográfico de Gabriel Figueroa.
-¿Es complicada la labor de restauración? -se le pregunta.
-Las características del material que yo restauro pues sí son de una movilidad fantástica, es un material muy noble que puede rehabilitarse desde luego digitalmente. Antes lo hacía como Los Picapiedra, analógico, con internegativos, con generaciones de copias retocadas a mano, en fin, era muy duro, y no quedaban tan bien y tan exactas como ahora en la era digital. Ahora es menos complicado, trabaja uno más rápido.
"Quizá lo difícil en este sentido de la restauración es que en cada nuevo paso que da la tecnología, que es cada seis u ocho meses, uno se plantea la posibilidad de poderlo hacer otra vez y hacerlo mejor. Al año o a los dos años tiene uno que volver a escanear, volver a retocar y volver a imprimir. Eso es un poco lo que ha retrazado que se haga volumen contra calidad, a mí realmente lo que me interesa es la calidad estética y tratar de regresarle al ojo del espectador la excelencia de trabajo, esa es mi obsesión."
Salvar lo glorioso
-¿Cuánto lleva restaurado?
-Bueno, ni me planteo lo que me falta... Mi criterio es salvar lo que para mí estéticamente es glorioso. Lo que realmente vale la pena artísticamente. Si estamos hablando de mil tirillas aproximadamente yo necesitaría unas inversiones fabulosas para poder primero digitalizar todo ese material y clasificarlo. Hacer una base de datos y todo eso es un proyecto que requiere una cantidad de dinero que no tengo, que no puedo generar a través de las ventas del material todavía.
"Además, no es la única parte de la colección. Hay todo lo que él acumuló y coleccionó en su vida: Por ejemplo, existe una sección de cartas inéditas que recibió de Elia Kazan, John Huston, John Ford, de grandes personalidades de la literatura y de la cinematografía con los cuales tenía cierta relación. Hay una colección de fotografías fijas en los festivales de cine, fotografías con artistas, fotografías que le regalaron a él otros fotógrafos, como Manuel Álvarez Bravo..."
También se incluye una biblioteca, la parte hemerográfica y escritos.
El fotógrafo planea abrir un foro en la página de internet para que diferentes cineastas u otra gente interesada puedan preguntar o aportar algo con respecto a la obra de Gabriel Figueroa o tengan obra inspirada en el cinefotógrafo.
-¿Cómo definiría el estilo fotográfico de su padre?
-Creo que es un clásico y virtuoso porque su trabajo no pasa de moda, estamos a 50 años de muchas de las películas que se hicieron y la televisión sigue proyectándolas. Para mí un clásico es el que no pasa de moda.
Figueroa Flores empezó a trabajar los archivos de su papá por una cuestión histórica, de memoria, y estética. Además, "para ver si generábamos fondos para que mi papá pudiera seguir viviendo con el estilo de vida que tenía cuando trabajaba, y lo logramos parcialmente". Se pudieron vender algunas carpetas de serigrafías bastante bien; por otro lado, lo impulsó también su obsesión de hacer que el trabajo de Gabriel Figueroa se vea mejor cada vez que lo interprete.
En 1994, en la primera etapa digital, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) apoyó a Figueroa Flores para que pudiera restaurar una cantidad de imágenes. Se mostraron en una exposición titulada Gabriel Figueroa y la cultura rural mexicana en el Museo Carrillo Gil; después todo ha sido un esfuerzo personal.
Se ha convertido en impresor del trabajo de su padre:
"No es lo mismo ver un cuadrito de película que pasa fugazmente por la pantalla junto con millones de otros cuadritos de película, que verlo fijamente durante minutos u horas; para esto uno le tiene que hacer muchas cosas hasta que esa imagen realmente se pueda ver permanentemente."
El año pasado Los olvidados, de Luis Buñuel, fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Los directivos de Televisa, dueña del negativo, decidieron publicar un libro. Como Gabriel Figueroa fue el director de fotografía, su hijo tenía las pruebas y pedazos de negativos. Restauró 78 cuadros originales de la película.
-¿Es difícil interpretar las imágenes de su padre?
-Desde luego, porque cuando te encuentras con el trabajo de un maestro (en este caso es un verdadero maestro de la fotografía), la interpretación siempre es en detalles, en pequeños incidentes, no es la mano del dragón, no le tienes que meter fuerza, sino intención. Arreglas detalles donde falta estructura, que los oscuros no sean totalmente negros sino que tengan una transparencia... son pequeñas cositas que se le van agregando a esa imagen para que den la ilusión de una tercera dimensión, para que den la ilusión de que son una estética única. Si no existieran los originales sería imposible inventárselas.
Cada imagen es distinta. Las trata diferente, de una manera única, porque cada una dice algo en particular. Y resalta:
"Cada imagen se lleva entre 6 horas y dos días de trabajo."
Le han preguntado si esa inmensa labor la hace por dinero. Responde que sí, pero aclara que no es lo primordial, aunque "uno necesita dinero para seguir produciéndolo".
Por delante está el dar a conocer lo sublime del trabajo de Gabriel Figueroa.
En breve, la colección del célebre cinefotógrafo mexicano Gabriel Figueroa podrá ser consultada por internet, tras un trabajo titánico que está desarrollando su hijo el fotógrafo Gabriel Figueroa Flores.
El sitio incluirá biografía, filmografía, una galería de fotos y catálogos de la obra de Gabriel Figueroa, quien nació el 24 de abril de 1907 y falleció el 27 de abril de 1997. Los catálogos se pondrán a la venta. También habrá imágenes que podrán ser adquiridas para una publicación o colgarse en un lugar.
Enfatiza Gabriel hijo:
"Pronto estará lista la página web. Ya está aprobado su diseño. Es cuestión nada más de que la galería tenga algunos textos traducidos al inglés. Estará en español e inglés porque hemos encontrado mucho interés por el trabajo de mi padre en el extranjero, muchas universidades tienen cursos sobre la época de oro del cine mexicano. En Inglaterra se está haciendo una tesis de doctorado sobre mi papá."
Desde hace 20 años Figueroa Flores, independientemente de su profesión, se ha dedicado a conservar la colección de su papá. Es un proyecto que iniciaron juntos en 1985.
Iniciativa del cinematógrafo
En realidad el mantenimiento de la colección de Gabriel Figueroa (quien logró 213 películas) lo empieza él mismo al juntar su propio acervo. Figueroa Flores (heredero de todo lo relacionado con la obra de su padre) platica a este semanario, en su estudio de Coyoacán, que su papá era un hombre muy celoso de su trabajo, muy profesional, entonces guardaba todo, como recortes de periódicos y pruebas de sus películas:
"Una agencia le buscaba en los medios impresos todo lo que se publicaba sobre él o su obra. El laboratorio de los Estudios Churubusco le guardaba las pruebas de luz de cada una de las escenas de sus largometrajes y las conservaba. Las fue guardando en unas latas que a la vuelta de 50 años se convirtieron en 20 mil tirillas, cada una contiene 10 o 15 cuadros."
Antes de llegar al foro a rodar, Gabriel Figueroa pasaba por el laboratorio de los estudios a revisar las pruebas, las cuales consisten en un fotograma de una escena impreso a diferentes intensidades de luz. Las pruebas servían para determinar a qué intensidad se imprimía toda la escena con el fin de que la cinta tuviera una continuidad visual de fotografía.
Cuando Gabriel Figueroa dejó de trabajar en 1985, empezó a pensar, junto con su hijo, la manera de publicar un libro, una monografía. Ese fue el comienzo de la restauración del material, "que hoy constituye ya un acervo".
El material está en base de nitrato, por lo cual es necesario preservar en otro medio más estable y lo más cercano al original:
"Hay mucho material sin tocar, que sigue en lata pero un poco mejor preservado que antes, para que se deteriore lo menos posible, en lo que veo de dónde sacar recursos para convertirlo en fotografías.
"Lo interesante de este proyecto es que ningún otro cinefotógrafo ha realizado un acopio de material para conformar una colección, y tampoco conozco a nadie que se haya dedicado a restaurar este tipo de material para convertirlo en otra cosa que no sean películas. Hoy día se conservan mejor estas imágenes que las películas mismas."
Labor artística
Figueroa Flores traduce el trabajo de Gabriel Figueroa en obras estables, separadas de la historia y el sonido de la película. En estos últimos 20 años ha tratado de proponer un trabajo artístico, a partir de otro medio que es el cine, el cual es la repetición de un cuadro de película, 24 cuadros por segundo, "es decir, parte de alguna manera de una imagen fija".
Las imágenes se convierten en otra cosa:
"En algo que realmente tiene las características y el estilo de Gabriel Figueroa, sin las vicisitudes de la historia y del director en turno. Entonces queda una estética y una plástica muy de acuerdo a esa época que tenía que ver con los muralistas."
Al principio su padre y él seleccionaron mil tirillas. Figueroa Flores ha preservado y restaurado una parte de esta selección y ha añadido nuevas imágenes. Han sido almacenadas en discos compactos. De las restauradas se han generado ya negativos blanco y negro en material fotográfico, en un tamaño de seis por cuatro centímetros, de los cuales imprime copias en plata sobre gelatina para exhibición y venta en varios tamaños; su preferido es el de 16 por 20 pulgadas.
Existe también un tiraje de obra en paladio/platino que está firmado y numerado por el propio Gabriel Figueroa, que imprimió su hijo entre 1990 y 1991.
Ha procurado hacer una colección de paladio/platino derivada de los archivos digitales, haciendo negativos digitales especiales para este proceso.
El objetivo del resguardo de las tirillas es mantener ejemplos del trabajo fotográfico de Gabriel Figueroa.
-¿Es complicada la labor de restauración? -se le pregunta.
-Las características del material que yo restauro pues sí son de una movilidad fantástica, es un material muy noble que puede rehabilitarse desde luego digitalmente. Antes lo hacía como Los Picapiedra, analógico, con internegativos, con generaciones de copias retocadas a mano, en fin, era muy duro, y no quedaban tan bien y tan exactas como ahora en la era digital. Ahora es menos complicado, trabaja uno más rápido.
"Quizá lo difícil en este sentido de la restauración es que en cada nuevo paso que da la tecnología, que es cada seis u ocho meses, uno se plantea la posibilidad de poderlo hacer otra vez y hacerlo mejor. Al año o a los dos años tiene uno que volver a escanear, volver a retocar y volver a imprimir. Eso es un poco lo que ha retrazado que se haga volumen contra calidad, a mí realmente lo que me interesa es la calidad estética y tratar de regresarle al ojo del espectador la excelencia de trabajo, esa es mi obsesión."
Salvar lo glorioso
-¿Cuánto lleva restaurado?
-Bueno, ni me planteo lo que me falta... Mi criterio es salvar lo que para mí estéticamente es glorioso. Lo que realmente vale la pena artísticamente. Si estamos hablando de mil tirillas aproximadamente yo necesitaría unas inversiones fabulosas para poder primero digitalizar todo ese material y clasificarlo. Hacer una base de datos y todo eso es un proyecto que requiere una cantidad de dinero que no tengo, que no puedo generar a través de las ventas del material todavía.
"Además, no es la única parte de la colección. Hay todo lo que él acumuló y coleccionó en su vida: Por ejemplo, existe una sección de cartas inéditas que recibió de Elia Kazan, John Huston, John Ford, de grandes personalidades de la literatura y de la cinematografía con los cuales tenía cierta relación. Hay una colección de fotografías fijas en los festivales de cine, fotografías con artistas, fotografías que le regalaron a él otros fotógrafos, como Manuel Álvarez Bravo..."
También se incluye una biblioteca, la parte hemerográfica y escritos.
El fotógrafo planea abrir un foro en la página de internet para que diferentes cineastas u otra gente interesada puedan preguntar o aportar algo con respecto a la obra de Gabriel Figueroa o tengan obra inspirada en el cinefotógrafo.
-¿Cómo definiría el estilo fotográfico de su padre?
-Creo que es un clásico y virtuoso porque su trabajo no pasa de moda, estamos a 50 años de muchas de las películas que se hicieron y la televisión sigue proyectándolas. Para mí un clásico es el que no pasa de moda.
Figueroa Flores empezó a trabajar los archivos de su papá por una cuestión histórica, de memoria, y estética. Además, "para ver si generábamos fondos para que mi papá pudiera seguir viviendo con el estilo de vida que tenía cuando trabajaba, y lo logramos parcialmente". Se pudieron vender algunas carpetas de serigrafías bastante bien; por otro lado, lo impulsó también su obsesión de hacer que el trabajo de Gabriel Figueroa se vea mejor cada vez que lo interprete.
En 1994, en la primera etapa digital, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) apoyó a Figueroa Flores para que pudiera restaurar una cantidad de imágenes. Se mostraron en una exposición titulada Gabriel Figueroa y la cultura rural mexicana en el Museo Carrillo Gil; después todo ha sido un esfuerzo personal.
Se ha convertido en impresor del trabajo de su padre:
"No es lo mismo ver un cuadrito de película que pasa fugazmente por la pantalla junto con millones de otros cuadritos de película, que verlo fijamente durante minutos u horas; para esto uno le tiene que hacer muchas cosas hasta que esa imagen realmente se pueda ver permanentemente."
El año pasado Los olvidados, de Luis Buñuel, fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Los directivos de Televisa, dueña del negativo, decidieron publicar un libro. Como Gabriel Figueroa fue el director de fotografía, su hijo tenía las pruebas y pedazos de negativos. Restauró 78 cuadros originales de la película.
-¿Es difícil interpretar las imágenes de su padre?
-Desde luego, porque cuando te encuentras con el trabajo de un maestro (en este caso es un verdadero maestro de la fotografía), la interpretación siempre es en detalles, en pequeños incidentes, no es la mano del dragón, no le tienes que meter fuerza, sino intención. Arreglas detalles donde falta estructura, que los oscuros no sean totalmente negros sino que tengan una transparencia... son pequeñas cositas que se le van agregando a esa imagen para que den la ilusión de una tercera dimensión, para que den la ilusión de que son una estética única. Si no existieran los originales sería imposible inventárselas.
Cada imagen es distinta. Las trata diferente, de una manera única, porque cada una dice algo en particular. Y resalta:
"Cada imagen se lleva entre 6 horas y dos días de trabajo."
Le han preguntado si esa inmensa labor la hace por dinero. Responde que sí, pero aclara que no es lo primordial, aunque "uno necesita dinero para seguir produciéndolo".
Por delante está el dar a conocer lo sublime del trabajo de Gabriel Figueroa.