De pie en una esquina del Gran Bulevar
veo los taxis, camiones y bicicletas
pasar como exhalaciones
huelo los vapores de la gasolina
oigo el bullicio del mediodía
de la gran ciudad
y espero que cambie el semáforo.
Pero ¿a dónde voy?
Sé que es mi ciudad
donde aprendí el olor de la lluvia
la danza de las nubes
las sombras del atardecer
pero no sé dónde he estado
ni cómo llegué aquí.
¿Dónde está mi hermana?
Estaba junto a mí.
Soy mayor y debo cuidarla
pero no sé a dónde fue.
No sé porqué estoy aquí.
Los pájaros rebullen en mi cabeza
la boca me sabe a plumas de arena
mi corazón amenaza con huir
y la luz sigue roja.
He extraviado a mi hermana.
No sé a dónde fue.
No sé cómo llegué aquí.
Enjambres de antiguos susurros
se acercan, se alejan
se mezclan en el gorjeo que revolotea.
No veo los rostros
no distingo las voces.
Los murmullos que oigo
no salen de los labios que pasan.
Todos se han ido. No se despidieron.
Mis muertos murieron sin mí.
No conozco a nadie.
No sé dónde he estado
ni dónde es aquí.
Veinte millones de sombras pasan junto a mí
y ninguna emite el susurro de arena
que baja por el cuello de vidrio
que marca las horas de este mediodía.
Parada en una esquina del Gran Bulevar
espero que cambie el semáforo.
Es mi ciudad y no sé a dónde voy
ni porqué estoy aquí.
Se me ha extraviado mi hija.
¿A dónde fue mi niña?
¿Quién se llevó a mi Liz?
¿Cómo llegué yo aquí?
El aleteo me corta el aliento
el gorjeo me trastorna el recuerdo.
Y la arena no fluye
y la luz sigue roja.
Todos se fueron sin mí.
Veinte millones de sombras habitan mi ciudad
y ni una me dice por dónde se han ido
ni cómo irme yo.
Veinte millones la habitan
y mi ciudad de murmullos
está vacía para mí.
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