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Retratos a lápiz de Cervantes (izquierda) y Shakespeare. (Foto: ABC)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de abril de 2015. (RanchoNEWS).- Comenzaba 1616 sin que los dos escritores más grandes de la Historia Universal supieran que les quedaban unos meses de vida, ni tampoco que las fechas de sus muertes, situadas en las crónicas el mismo 23 de abril, servirían de inspiración para que se estableciera en todo el planeta, 510 años después, el «Día Internacional del Libro», escribe Israel Viana desde Madrid para ABC.
Miguel de Cervantes casi no había salido de casa durante el invierno y, una vez publicado «El Quijote», se afanaba en terminar «Persiles». Llevaba arrastrando su enfermedad desde hacía tiempo y apenas podía moverse. Finalmente cayó en un debilitamiento total, y mientras veía que la vida se le escapaba, seguía pensando en todas las obras que tenía en mente. Y mientras, Shakespeare pasaba las horas bebiendo como un cosaco, hasta el punto de que siempre se ha creído que el insigne dramaturgo inglés falleció, el mismo 23 de abril, a causa de una fiebre producida por una borrachera que se cogió mientras celebraba con sus colegas nuevas ideas literarias. Sin embargo, varios estudios recientes de científicos alemanes apuntan a un cáncer.
Sea como fuere, lo que hoy parece claro es que la fecha que utilizó el Gobierno de Primo de Rivera para establecer la «Fiesta del Libro Español» no es exactamente en la que murió Don Miguel de Cervantes, como tampoco lo es la de William Shakespeare, como se hizo pensar cuando la UNESCO hizo suya la fiesta para todo el mundo en 1995. Pero vayamos por partes.
Un valenciano, el impulsor de todo
El «Día del Libro» partió de un humilde escritor y editor valenciano, Vicente Clavel Andrés, poco después de que fuera elegido, en 1923, vicepresidente de la Cámara Oficial del Libro en Barcelona, a donde había llegado tres años antes.
Clavel tuvo claro que la fecha tendría que ver irremediablemente con la vida del autor de «Don Quijote», teniendo en cuenta que dirigió la Editorial Cervantes hasta su muerte en 1967. Así que se decidió por el día de su nacimiento, que situó de una manera aproximada en el 7 de octubre. Sin embargo, esa fecha no consta en ningún documento, pero sí la de su bautizo, que fue el día 9 de octubre de 1547. Y como era normal en España que los recién nacidos recibieran las aguas bautismales poco después de nacer, algunos autores propusieron el 7 de octubre como la del nacimiento de Cervantes. Y así lo aceptó también Vicente Clavel.
Tuvieron que pasar tres años para que nuestro escritor viera cumplido su sueño, tras el Real Decreto de Alfonso XIII en 1926. Nacía la «Fiesta del Libro Español», en plena dictadura de Primo de Rivera. «Había que dedicar este día a enaltecer y difundir el libro, básicamente con el aliciente de su venta en la calle, con el descuento del 10%, y ofreciendo protección oficial y económica a la creación de bibliotecas populares», aseguraba el ministro de Trabajo, Comercio e Industria, Eduard Aunós, que trató de establecer que ese día en todas las escuelas, incluso las militares, se dedicara una hora a la lectura de obras literarias que exaltaran «la Patria y el libro español», que se crearan premios de mil pesetas a los mejores artículos periodísticos «en español» o que los municipios destinaran hasta el 3% de sus presupuestos a la creación de bibliotecas.
No se consiguió nada de eso, pero sí que el día del libro quedara establecido para siempre. No hay que olvidar que tanto el rey Alfonso XIII como el general Primo de Rivera no contaban con muchas simpatías en los intelectuales y que la trayectoria republicana de Vicente Clavel no ayudó mucho.
Del nacimiento a la muerte
La fiesta del libro se celebró durante cuatro años el 7 de octubre, hasta que en 1930 surgió la polémica de si no sería mejor cambiar la fiesta a la fecha de su muerte, que si estaba, supuestamente, comprobada documentalmente. Y además, todo el mundo consideró que el mes de abril era más indicado para celebrar actos en la calle, con mejor tiempo.
Desde entonces, la fecha no sólo no ha cambiado, sino que se ha extendido a todos los rincones del planeta, después de que en 1995 la UNESCO instaurara oficialmente el «Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor», aprovechando que se creía que la muerte del insigne escritor español coincidía con la del gran autor de «Hamlet» y «Otelo».
No había mejor día que la muerte de los dos escritores más grandes de la literatura universal para celebrar el día del libro… si obviamos el «insignificante» dato de que ninguno de los dos falleció realmente el 23 de abril de 1616.
El calendario juliano
A día de hoy, los expertos coinciden en que Cervantes murió, en realidad, en la noche del viernes 22 de abril, en la más absoluta pobreza a causa de su diabetes. Todo el mundo creyó que fue el 23 por ser el día en que fue enterrado, tal y como figura en su sepultura, que pasó a ser el único documento que trascendió de su óbito.
Con respecto a la muerte de Shakespeare, la confusión es algo más complicada, pues tiene que ver con los calendarios juliano y gregoriano. Es cierto que el inglés falleció, efectivamente, un 23 de abril, pero del calendario juliano, es decir, el anterior a la reforma llevada a cabo en 1582 por una comisión científica y pontificia dirigida por Gregorio XIII, que adelantó 10 días todas las fechas para corregir los errores del calendario juliano.
Como suele ocurrir, Inglaterra no secundó esta reforma hasta muchos años después, en 1752, mientras que España, Italia y Portugal se adaptaron de inmediato al nuevo calendario. Esto quiere decir que aunque pudiera ser cierto que Cervantes muriera el 23 de abril de 1616, tal y como indica su sepultura, lo cierto es que Shakespeare falleció el 23 de abril de 1616, pero según el calendario juliano, lo que supone que, en realidad, feneció el 3 de mayo del mismo año.
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