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La falta de mantenimiento por parte del INBA ha ocasionado que la escultopintura de 25 toneladas presente manchones blancos, elementos metálicos corroídos y espacios sin las teselas de vidrio. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de abril de 2015. (RanchoNEWS).- Velocidad, la primera obra mural exterior de mosaico de vidrio realizada en 1953 por David Alfaro Siqueiros, se encuentra deteriorada ante la falta de mantenimiento de de las autoridades. La obra, trasladada hace diez años a la Plaza Juárez, sufre la perdida de al menos 30 por ciento de su material original, así como de filtraciones que han afectado su estructura y su marco perimetral, por la suciedad, corrosión y cuarteaduras, sin mencionar que no tiene referencias sobre su historia y su autor. Reporta desde la ciudad de México para Excélsior Luis Carlos Sánchez.
«La preocupación mayor sería que su estructura metálica ya esté dañada y que con el tiempo se pueda colapsar y ya no resista más el peso; hay un riesgo de mayor deterioro, incluso para los transeúntes, de que caigan fragmentos y se colapsen», advierten restauradores del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), quienes han pedido omitir sus nombres por temor a represalias.
En la escultopintura de 25 toneladas se observan a simple vista las huellas de los daños: manchones blancos ocasionados por goteras, elementos metálicos corroídos, espacios sin las teselas de vidrio que conforman la pieza o manchas negras de suciedad. Hay fragmentos donde incluso, se distingue ya la estructura metálica, a base de malla y varilla, utilizada como base por el muralista.
Los especialistas afirman que los efectos de la intemperización han contribuido al deterioro. «En su lugar original no estaba expuesto al sol directo tanto tiempo y aquí le da todo el día», dicen; además se encuentra expuesto a la contaminación y las vibraciones que producen los automóviles; pero también, consideran que la pieza de Siqueiros terminó por estropearse con las obras de remodelación que se llevaron a cabo en el edificio contiguo, que antiguamente ocupó el hotel Bamer.
«La obra civil que hubo aledaña en lo que era el Bamer deterioró bastante el mural, cuando hubo que protegerlo no se le comunicó al INBA y estuvo expuesto a esta obra tan fuerte lo que provocó los escurrimientos que se observan de material ajeno y que pasmaron los mosaicos», afirman. A inicios de 2012, la Fundación del Centro Histórico comenzó los trabajos de intervención del edificio localizado sobre Avenida Juárez. Uno de sus muros, el del costado oriente, sirve de fondo para el mural de Siqueiros.
Durante una fase de los trabajos los responsables de la obra colocaron tapiales sobre el mural. Los especialistas afirman que no fueron suficientes, pero a decir de Adrián Pandal, presidente de la Fundación del Centro Histórico, se siguieron las indicaciones del INBA y «cuidamos como se debe la obra»; incluso, afirma, antes de iniciar los trabajos se llevó al lugar un notario público para que diera fe de las condiciones en que se encontraba el mural y lo mismo sucedió al finalizar la remodelación.
Pandal asegura que cuenta con los documentos donde se avala que las obras en el antiguo Bamer, no fueron las responsables del deterioro del mural, sin embargo hasta el cierre de esta edición, no hizo llegar los folios.
Oídos sordos
En su antigua morada (primero la Fábrica Automex, después Chrysler) de la colonia Anáhuac, Velocidad fue restaurado en dos ocasiones y antes del traslado a su lugar actual también recibió cuidados. En la Plaza Juárez, el tratamiento que ha recibido es mínimo e incluso, ya con las obras del Bamer en marcha, el INBA habría ignorado un reporte para corroborar su estado. El aviso se dio a la subdirectora técnica, Paula Álvarez Espitia, del Centro Nacional Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), cuando se desarrollaba la obra civil.
Excélsior buscó conocer la versión del INBA, pero el responsable de difusión y relaciones públicas del organismo, Roberto Perea Cortés, no respondió a la solicitud. Los especialistas de la propia dependencia, consideran que Velocidad ha sufrido una suerte de desvalorización de las propias autoridades: «desde el momento en que lo quitaron de Chrysler y lo mandaron para acá, quedó descontextualizado; ahora porque está abierto el Museo Memoria y Tolerancia hay paso de gente continuamente y hay opción de que se conozca, pero muchos no saben quién es el autor o de qué obra se trata porque no hay una cédula».
La Plaza Juárez y las obras que ahí se conservan (de Vicente Rojo o Juan Soriano) están bajo cuidado de una comisión integrada por sus diferentes inquilinos: el Museo Memoria y Tolerancia, la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Consejería Jurídica del DF y la Autoridad del Espacio Público. De acuerdo con la oficina de prensa del museo que ahí se ubica, no existe hasta el momento un dictaminen del estado de la obra y tampoco el INBA ha pedido intervenir. Ese espacio iniciará en breve, junto con el Fideicomiso del Centro Histórico, la restauración de los arcos de entrada a la Plaza Juárez pero no está incluido el mural.
Para los restauradores del INBA, «es urgente» la intervención de la obra de Siqueiros. Lo primero, sugieren, es completar un dictamen detallado del estado en que se encuentra y plantear la posibilidad de crear una protección para el mural que le resguarde de las lluvias y el sol.
Complicado traslado
Con el mural Velocidad, David Alfaro Siqueiros proponía mostrar una obra artística como los anuncios publicitarios de la calle, que podía apreciarse desde la movilidad de un vehículo y a cierta distancia. La especialista en muralismo Guillermina Guadarrama cuenta en su libro La ruta de Siqueiros. Etapas en su obra mural (Cenidiap, 2010) los avatares que ha debido sufrir el mural. Para «deshacerse de él», la empresa Chrysler lo donó al INBA pero nunca se formalizó la entrega. El edificio donde se ubicó fue adquirido en 2005 por el grupo Brener quien decidió demoler el inmueble; como pago de 23 millones de pesos de impuestos, el grupo entregó la obra (valuada en 34.5 millones de pesos) al Gobierno del Distrito Federal, quien decidió adosarlo a un muro de la Plaza Juárez. La ubicación actual, dice Guadarrama, «no ayuda a su visualización tal como lo había planeado Siqueiros».
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