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Goytisolo durante el acto. (Foto: Sergio Enriquez-Nista)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de abril de 2015. (RanchoNEWS).- Vestido de calle para no claudicar a la solemnidad adosada al reconocimiento, Juan Goytisolo irrumpe en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares con chaqueta de lana, camisa de un violeta suave, corbata de rayas verdes y pantalón de caño fino. «No siento ninguna emoción, ciertamente. Sí acaso estoy abrumado. Me siento como Bárcenas cuando entra a los juzgados», bromeó en medio de una melé de periodistas, fotógrafos y cámaras de televisión minutos antes de leer su discurso de aceptación del Premio Cervantes, dotado con 125.000 euros y que concede el Ministerio de Cultura. Reporta desde Madrid para El Mundo Antonio Lucas.
Juan Goytisolo pertenece a los escritores que han escogido escribir antes que mercadear. Es decir: su aventura y riesgo en las letras tiene mucho de compromiso, de rebeldía contra las concesiones del mercado y de radicalidad mohicana.
El autor de Señas de identidad ha trazado el más breve de los discursos en la historia de estos premios. «Exactamente cuatro cuartillas holandesas», avanzó a este periódico hace dos semanas en su casa de Marrakech, donde reside desde hace más de dos décadas.
En el discurso, dedicado a su maestro Márquez Villanueva y a los habitantes de la medina de Marrakech, ha dejado la molécula de su extrañeza ante un oficio, el de escribidor, adulterado y bastardeado por la ansiedad del triunfo: «En términos generales, los escritores de dividen en dos esferas o clases: la de quienes conciben su tarea como una carrera y la de quienes la viven como una adicción. El encasillado en las primeras cuida de su promoción y visibilidad mediática, aspira a triunfar. El de las segundas, no. El cumplir consigo mismo le basta».
Y por esa senda sigue atizando en unos folios que son la afirmación de una voluntad esteparia de diferencia: «La vejez de lo nuevo se reitera a lo largo del tiempo con su ilusión de frescura marchita. El dulce señuelo de la fama sería patético si no fuera simplemente absurdo. Ajena a toda manipulación y teatro de títeres, la verdadera obra de arte no tiene prisas: puede dormir durante décadas como La regenta o La lozana andaluza».
Así avanza Goytisolo en su labor de hombre libre, buscando en la esquiva independencia de vida su obra y labor propias: « 'Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria', escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente con él. Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo. Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración... Como dijo Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora, ¡quién pudiera estar aún en la oposición!», ataja.
Una vez más, Goytisolo rechazó tambien cualquier nacionalismo y en la senda de Carlos Fuentes se reivindicó como un hombre de «nacionalidad cervantina».
Y entonces Cervantes tomó cuerpo en su escritura. Y en el discurso. Realizó un breve recorrido por los quebrantos del autor del Quijote y su difícil acomodo en el mundo del siglo XVII. «¿Cuántos lectores conocen las estrecheces y miseria que padeció, estancia en la cárcel sevillana por deudas, su estancia en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?».
Así hasta llegar a un presente que Goytisolo denuncia delante de reyes, políticos, académicos y lectores con la vehemencia de voz baja que estrella sin fisuras contra el todo: «Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, 'deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables' e imagino al Hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla».
Esto lleva a un paisaje sombrío en el que el escritor, según Goytisolo, no puede quedar indiferente. «Más del 20% de los niños de nuestra Marca España vive hoy bajo el umbral de la pobreza, una cifra con todo inferior a la del nivel de paro. Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo... Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una firma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pues en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia». Así de cierto. Así de exacto.
Después del discurso de Goytisolo, el ministro Wert ha tomado la palabra y dado la laudatio de Goytisolo, que ha consistido en un relato de su vida, un hilo dirigido hacia Miguel de Cervantes y una confesión entre líneas: «No es una laudatio sencilla». Y, al final, el Rey don Felipe se ha acordado de Francisco Ayala, que dijo el día de su Cervantes que su idioma era el idioma español, para decirle que la «patria cervantina» a la que se ha referido Goytisolo estos días, es la patria de todos.
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