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Allen Toussaint saluda al público tras bajarse del escenario en el Teatro Lara de Madrid anoche. (Foto: Fernando Navarro)
C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de noviembre de 2015. (RanchoNEWS).- Todavía a muchos les tiemblan las piernas. Allen Toussaint, maestro de la música de Nueva Orleans, figura esencial del rhythm and blues más original y fascinante de la música popular norteamericana, se bajaba del escenario anoche en un Teatro Lara repleto para saludar al público madrileño. Estrechaba manos, daba besos, se hacía selfies y sonreía de oreja a oreja con su peculiar look de traje de luminosas lentejuelas, sandalias con calcetines blancos y su ingobernable pelo rizado. Allen Toussaint, al que el calificativo de leyenda le hacía justicia a diferencia de la gran mayoría de artistas que se lo apropian, murió también anoche en Madrid, tan cerca de muchos que le vieron por primera vez sobre un escenario jugando con las teclas y tan lejos de su querida Nueva Orleans. Murió tras acabar un concierto que ni él ni nadie pensaron que sería el último. Fernando Navarro reporta desde Madrid para El País.
El veterano músico sufrió una parada cardíaca de camino al hotel. De ahí fue trasladado al Hospital Fundación Jiménez Díaz, donde falleció. Su manager estadounidense tiene previsto publicar un comunicado a lo largo del día de hoy.
Cantante, pianista, arreglista y compositor, Toussaint era símbolo del sonido Nueva Orleans, uno de esos largos puentes entre las culturas blanca y negra estadounidenses, en ese intercambio de ideas y sentimientos mediante los sonidos embriagadores del funk, soul, góspel y R&B. Nacido en Gert Town, en en el Estado de Lousiana, su inspiración venía de otros venerables pianistas de NOLA como Professor Longhair, Huey Smith o Fats Domino. Con éste último tocó cuando dejó impresionado, siendo un adolescente, a Dave Bartholomew, compañero y amigo de Fat Man.
Con su característico sabor Nueva Orleans, entre vientos desenfadados y teclas abrasivas, muchas de sus canciones se conservan como joyas. Es el caso de Working in a coalmine, Ride Your Pony o Mother-in-law. Pero para hacer justicia a su talento hay que referirse además a la huella que se extiende en su trabajo en la sombra de la producción. Por sus manos pasaron los Rolling Stones, Otis Redding, The Meters, Dr John, The Band, Little Feat, Paul Simon, Sam & Dave, Bonnie Raitt, Johnny Winter o Irma Thomas. En una entrevista concedida el año pasado a este periódico, Irma Thomas, conocida como la reina del soul de Nueva Orleans, reconocía el valor del pianista en el desarrollo del sonido de la ciudad más musical del planeta. «Allen es una parte nuestra, como los grandes», decía. Para ella compuso It's raining, que interpretaron por primera vez en el estudio una tarde de 1962 que se puso a llover mientras Toussaint se puso a deslizar sus largos dedos por las teclas y Thomas se emocionaba.
Nueva Orleans era su hogar, el lugar en el que tejía sus colaboraciones, daba forma a una carrera de arreglista de primer nivel. Allí acudían los músicos para que se involucrase en sus obras, tanto fuera Labelle para su eterna Lady Marmalade como foráneos de la categoría de los Rolling Stones, Paul McCartney o The Who, como se le podía ver tocando en clubs o funerales de sus maestros como Professor Longhair. En Nueva Orleans, fue responsable de la fundación de una de las compañías más importantes de la ciudad, Minit Records, que se convirtió en una máquina de éxitos bajo su atenta supervisión. Fue algo natural, por tanto, verle hacer un cameo en la serie Tremè, ese bonito homenaje de David Simon a Nueva Orleans tras el aplastante paso del Katrina.
Ciertamente, todo lo que tocaba Toussaint, que entró en el Salón de la Fama del Rock en 1998, se hacía mayúsculo. Tras años siendo un artista entre artistas, admirado por sus compañeros y solicitado por su oído fino, muchos supieron de él en 2006 cuando se asoció con Elvis Costello, que se sirvió de su sentido del ritmo para revitalizar inteligentemente su carrera con el sobresaliente River In Riverse, un álbum intenso y bello, como sacado de otra época bajo la producción de Joe Henry. Esta sociedad con el cantante británico le sirvió para hacerse un artista internacional y superar de esta forma el desastre del Katrina, tal y como reconoció el pasado domingo a este periódico en su última entrevista concedida. En 2009, el pianista volvió a juntarse con Henry y publicó The Bright Mississippi, donde interpretaba canciones de Sidney Bechet, Jelly Roll Morton, Django Reinhardt, Thelonious Monk, Duke Ellington y Billy Strayhorn.
Todavía a muchos les tiemblan las piernas. Allen Toussaint, músico de raza, transportaba a unas imposibles calles de Nueva Orleans sobre las tablas del Teatro Lara mientras intercalaba entre risas pasajes de Chopin o Enrico Caruso, prometiendo llevarse al público asistente a su ciudad, la cuna de la música popular norteamericana, ese espacio vibrante repleto de cruzadas sonoras incluso antes del nacimiento de Louis Armstrong. Lo que nadie sabía, ni nadie podía imaginar, era que el concierto de anoche sería el último. El «hasta luego» se ha convertido en un rotundo «adiós». Ya no podemos acompañar al señor Allen Toussaint a Nueva Orleans, pero nada impide que nos acompañe, como antes, como siempre, hasta el fin de nuestros días, mientras con su irrepetible estilo nos haga mover el esqueleto y, sí, claro, qué remedio, desde hoy, también temblar las piernas.
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