Aspecto de la exposición. (Foto: Excélsior)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 29 de agosto de 2017. (RanchoNEWS).– Después de 30 años de que Solomon Sol LeWitt (EU, 1928-2007) dejó instrucciones para dibujar una pirámide sobre muro, un grupo de ocho voluntarios replicó el proceso en México. Recreó la experiencia de pintar a mano directa sobre una pared en blanco. Y en este ejercicio creativo, el protagonista no es el producto final, sino el concepto. La idea estética hecha manual disponible para cualquier persona, reporta Sonia Ávila desde la Ciudad de México para Excélsior.
La pirámide de LeWitt ocupa los muros de la sala principal de la galería OMR, en la exposición Instructions for a Pyramid, que el artista diseñó en 1986 para un museo en Londres. Desde entonces la pieza no se había producido. La figura tridimensional es una explosión de color contenida en líneas geométricas, bien definidas por el estadunidense en un instructivo que simula los manuales «hágalo usted mismo».
Ello responde al precepto de LeWitt: «la idea es la máquina que hace el arte». Así rompió en los 50 y 60 con la percepción de que el artista es el productor, y lo trascendente el objeto final. Marcó distancia con la hegemónica escuela expresionista abstracta, representada por pintores como Jackson Pollock o Willem de Kooning, para dar protagonismo al proceso creativo. Y sus instructivos plantean un margen entre la ejecución de la obra y el productor, entre el proceso y el objeto, entre el autor y el artista.
Kerstin Erdmann, directora de la galería, consideró que la importancia de LeWitt como uno de los pioneros del arte conceptual radica precisamente en su percepción sobre la producción como experiencia, a tal grado de que no le importaba perder el protagonismo de sus obras, e incluso proponía producirlas en colectivo. Por eso, especificó que para dibujar la pirámide se necesita un equipo de al menos ocho personas.
«Se trabaja a partir de una instrucción y para desarrollarla ya no necesitas al artista, eso es interesante. Deja una técnica a través de sus instrucciones y así el autor está invisible, y a la vez visible porque no se puede modificar nada del proceso, él te va diciendo cómo lo ejecutas, cuánta pintura se requiere, qué tipo de muro se ocupa, cuánto tiempo. Y lo que a mí me interesa más es que es un trabajo en el que la gente tiene un mismo fin, los voluntarios trabajaron con un mismo objetivo», refirió en entrevista al precisar que se invitaron a estudiantes de arquitectura, diseño y arte.
Las pirámides ocupan todos los muros de la galería. En colores llamativos, la figura se traza a partir de líneas y formas geométricas que LeWitt dejó definidas. Y con un juego de perspectiva, parece que la pirámide sale del muro mientras fondos en tonalidades ocre mantienen la bidimensionalidad de la obra.
Manuel Forte, del equipo de producción de la galería, comentó que en el instructivo se indica el tipo de pintura y la manera en que se debe impregnar en el muro; el número de capas de cada color y la cantidad de agua destilada para disolver las tonalidades. Además de las medidas exactas de cada trazo para formar la figura. Un manual tan preciso que cualquier aficionado lograría una réplica de la obra, y desmitificaría el arte como objeto sagrado.
«La pirámide es de formas sencillas, tiene que ver con el contacto que él tuvo con civilizaciones asiáticas. Pero en realidad es un dibujo universal con formas básicas, un rectángulo, círculo, triángulo, y a la vez implica mucho trabajo, porque no se puede alterar nada. Se tiene que ser muy exacto y seguir las reglas tal cual; por ejemplo LeWitt dice que los voluntarios no se pueden cambiar a mitad del trabajo, quien empieza el proceso deber terminar para dejar su esencia como huella en la obra», apuntó Forte.
LeWitt construyó un lenguaje visual a partir de elementos simples como la línea. Ésta era para él la unidad más elemental del dibujo. Un trazo que llevó a sus exploraciones de la geometría para construir paisajes ilusorios. Concepto que tal vez adoptó desde su colaboración con el arquitecto chino I.M. Pei, autor de la Pirámide del Louvre de París, inaugurada en 1989, con quien también aprendió que el artista no es precisamente el realizador de la obra.
Otra característica que define al artista es su dibujo directo sobre pared como una manera de evitar los intermediarios entre el productor y el espectador. Erdmann aseguró que el muro se convierte en un lienzo, pero la apreciación es directa. La primera obra mural de LeWitt fue en 1968 en una galería de Nueva York, desde entonces se centró en crear Wall Drawings en diferentes estilos. Y al final, toda su obra queda en el registro documental, pues después del tiempo de exhibición siempre se cubren los muros con pintura blanca. Tal cual indican las instrucciones del artista.
«Hay varios momentos clave en el arte conceptual donde interviene LeWitt, y yo lo vinculo mucho con la idea como arte, el concepto de una obra concebido a partir de las instrucciones. Es como el readymade que hizo famoso a Duchamp con el que plantea que la idea es lo que cuenta no el objeto, eso mismo hace LeWitt al señalar que sus obras permanecerán siempre en ideas, no es un trabajo tangible, no es algo que se cuelga en un cubo blanco, sino son piezas que van cambiando de lugar».
«En el segundo piso de la galería también se reprodujo un círculo con diez mil líneas. Cada una contada en grupos de diez, y hechas a mano por el grupo de voluntarios. «Cuando se leen los instructivos resulta interesante que él no ponía atención en un color en sí mismo, sino en el conjunto de colores. No le preocupa que dice uno solo, sino la expresividad de todos como lo hace un pintor sobre lienzo», refirió Forte.
Aunque la producción de LeWitt incluye esculturas y maquetas, su obra más representativa son sus Wall Drawings por el uso de colores vivos y escalas monumentales.
Instructions for a Pyramid se exhibe en la galería OMR hasta el 21 de octubre (Córdoba 100, colonia Roma Norte).
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