Construcción del Palacio de Bellas Artes, en imagen de 1928. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de octumbre de 2017. (RanchoNEWS).- Desde hace 70 años, el Museo del Palacio de Bellas Artes (MPBA) es el palacio-emblema de las artes visuales. Cuando nació el INBA, en diciembre de 1946, el Palacio de Bellas Artes contaba con 12 años de existencia. A partir de 1947 ambas instituciones se percibieron como una sola, dado que el museo allí situado era el único escenario oficial para la plástica. Más aún, el acto con el que el INBA se presentó oficialmente fue la reinauguración del renombrado Museo Nacional de Artes Plásticas (MNAP), lo que implicó la primera remodelación íntegra del edificio. Ana Garduño escribe para La Razón.
El dato
La construcción del palacio fue decretada por el entonces presidente Porfirio Díaz, casi al final de su mandato.
Allí, se desplegó como la culminación del arte nacional una selección de piezas de creadores adscritos a la élite del movimiento vanguardista mexicano desarrollado, marginando curatorial y museográficamente los conjuntos virreinales, decimonónicos y europeos. Para presentar a nuestro país como un exitoso modelo de desarrollo, con tono triunfalista, se exhibía la plástica contemporánea local, convertida en el arte oficial de los gobiernos institucionales autoproclamados revolucionarios.
Se reinauguró con siete salas dedicadas a las colecciones de escultura mesoamericana, arte virreinal, arte y pintura popular, secciones exclusivas para la obra de Velasco y Posada, una panorámica de 45 autorretratos de creadores de los siglos XVIII hasta el presente, además de que se rindió homenaje a la producción del ya consagrado triunvirato formado por José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
De esta forma, en el renovado recinto, por fin logró configurarse el canon de representación del arte mexicano, adjudicarse categorizaciones, propagarse estereotipos e institucionalizarse obras y creadores, demanda añeja de la comunidad artística, convencida de que el liderazgo cultural debía recaer en las instituciones estatales.
Así, hasta 1964, el museo no sólo fungió como insignia del arte nacional sino también como recinto concentrador de las colecciones artísticas públicas. Ya entre 1964 y 1982, fungió como museo matriz que nutrió con acervos a los recintos del sistema INBA que —de manera aleatoria o no— se fueron forjando: Museo de Arte Moderno (MAM), Pinacoteca Virreinal de San Diego (1964-1999), Museo Nacional de San Carlos (MNSC) y Museo Nacional de Arte (MUNAL). Si bien el núcleo de su patrimonio está constituido por un lote de pinturas murales que representan un exitoso resumen del muralismo moderno, su máxima distinción es que un alto porcentaje de sus exposiciones ha devenido verdaderos parteaguas en nuestra historia cultural.
Celebrar los 70 años de su primera refundación constituye una excelente oportunidad para revisar de manera crítica sus certidumbres y ambivalencias, sus selecciones, propuestas y programas de gestión, sin perder de vista su centralidad histórica. De la calidad de sus exposiciones, la pertinencia de sus mensajes y su disposición a experimentar y dialogar, dependerá su recepción y la capacidad de ampliar su esfera de acción de lo local a lo latinoamericano y lo global. Todo museo es un mapa en construcción y un proyecto a futuro.
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