Ernesto Guevara en una fotografía tomada por Korda, en 1960. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 9 de octubre de 2017. (RanchoNEWS).- Es 5 de marzo de 1960. En la esquina de la Calle 23 y 12 , en La Habana, hay un templete cubierto con la bandera cubana. Arriba, Fidel Castro grita: «¡Patria o muerte!». Abajo, entre la multitud está el fotógrafo Alberto Díaz Gutiérrez, mejor conocido como Korda, carga una cámara Leica, antigua pero con un lente de 90 mm, un teleobjetivo corto, perfecto para retratos. Martha Rojas escribe para La Razón.
Tras 20 disparos su atención se fija en un hombre de melena quebrada, está en una segunda fila, detrás de Fidel. Lleva una gorra revolucionaria con una estrella de comandante rebelde, una cazadora de cuero con la cremallera ligeramente cerrada al cuello. El fondo es blanco. Korda sabe que tiene algo grande, una foto mayúscula. Lanza el disparo 21. Tiene una instantánea asegurada de Ernesto el Che Guevara. Korda intenta un retrato limpio, pero el Che se va.
Pasan siete años, aquella foto desechada por el editor gráfico del diario Revolución, cuelga al lado de una de Pablo Neruda y otras fotos familiares en la casa de Korda, en La Habana.
En ese año (1967) el Che ha sido capturado y ejecutado en Bolivia.
En la casa de Korda aparece Osvaldo, un sabueso editorial cuyo verdadero nombre es Giangiacomo Feltrinelli, su amistad con Fidel le da el derecho de publicar, el último diario de Guevara. Tiene una mina de oro entre sus manos, y lo sabe.
Esa tarde pide a Korda una copia de la instantánea que cuelga de su pared. Decide que hará un póster.
El ícono revolucionario se imprime miles de veces, luego millones y luego cientos de millones. En el mercado aparecen pines, camisetas, gorras, postales, cuadros, libros, tatuajes, tazas, llaveros, calcetas, jarrones, aretes y hasta calzones… ahora la marca del Che es igual o más famosa que la propia Coca Cola.
La foto fue considerada por la crítica como una de las cien mejores de la historia y también una de las más reproducidas.
Che, revolución y capitalismo, una ecuación que deja ganancias millonarias a un sistema que iba en contra de sus propios principios.
Hasta el último informe de Google, el nombre del guerrillero registró 5 millones de búsquedas. En 2013 la imagen original fue subastada por más de 9 mil dólares.
Korda aseguraba que de haber cobrado regalías, por cada una de las veces en que se reprodujo la imagen, hubiera sido millonario. Su objetivo nunca fue el de lucrar con aquella fotografía, que no fue «concebida sino intuída». La única ocasión en que hizo uso de sus derechos de autor fue en 2000 cuando una agencia utilizó la imagen para promocionar una marca de vodka. Demandó y ganó. Los 50 mil dólares que obtuvo los donó a la sanidad cubana. A pesar de todo creía en el Che y en la Revolución.
«La maña con la cual el capitalismo es capaz de absorber íconos subversivos, entendidos éstos como los llamados ‘contracultura’, para hacerlos sencillamente un ícono más, un producto, una mercancía» es inevitable, suscribe el libro Rebelarse vende.
Por ironía, durante 50 años el culto a la figura del Che ha alimentado un sistema económico que intentó destruir.
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