Diana Cazadora. (Foto: Cuartoscuro)
C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de marzo de 2020. (RanchoNEWS).- No sonó la alarma. Me levanté con una inquietante calma y, a la vez, aún energizada por la tarde anterior. Fui a la cocina por café, por un poco de fruta para despertar. ¿Y el paro? Esa voz interior me recordó, como balde de agua fría, que no era un lunes cualquiera. Titubeé. ¿De verdad no debería ni cortar una manzana? Decidí hacerlo, más por costumbre que otra cosa, pero conforme fue avanzando la mañana me di cuenta de que, para mí, el reto no era luchar contra la tentación de lavar los trastes. En realidad (aunque me apene un poco admitirlo aquí) es una actividad que rara vez hago pues, para fortuna mía, en mi casa la cocina es dominio del hombre. El reto que sí tuve que enfrentar fue la autoexclusión del espacio del que me he apropiado, un poco por convicción y otro tanto a la fuerza: la calle. Es el lugar que diariamente transito, pero que también estudio, investigo y divulgo, donde recojo las historias que quiero contar y donde construyo las propias.
Permanecí en casa, extrañando no sólo mis actividades matutinas sino también a las voces femeninas de los noticieros que usualmente acompañan mi primer café —qué aburridos son los señores, en comparación con ellas.
El texto de Veka Duncan lo publica el suplemento El Cultural de La Razón
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