C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de enero de 2022. (RanchoNEWS).- Yace su cuerpo sobre una cama amplia, extensa como los años que guarda su memoria. Hombre de mirada longeva y barba agreste, observador nato, testigo de la tierra y amante de la belleza, del hombre; él posee un temperamento necio, anarquista por auténtico, Gerardo Murillo sabe que el cerco de la muerte acorrala su ímpetu, su fuerza merma, su ánimo no, debe soltar las ataduras para que su espíritu ande el camino de vuelta, ama tanto su ser que guarda reservas, sólo sus amigos más cercanos reconocen esa bocanada de vida, la pasión de vivir.
Este hombre que quiere llegar a las nueve décadas habita la Ciudad de México, son los años 60 y la modernidad ya tiene pasaporte de identidad. La ciudad tiene sus rincones que, cual castillo medieval, conserva corredizos y laberintos, balcones, sótanos y áticos, habitaciones invisibles que fulguran cuando quien las habita brilla. Esta ciudad conserva una añeja cartografía que logran descifrar exploradores y viajeros, magos y hechiceros, personajes que escriben hazañas y se fusionan con la locura de las mujeres, metrópoli joven, antigua cultura que huele a sabiduría. De estos territorios, algunos con mayoría de edad, otros jóvenes, hay una zona que nació a partir de la Reforma, terrenos circundantes al nudo concéntrico de la ciudad que despertó del letargo decimonónico para construir un futuro planificado en el siglo XX.
El texto de Francisco Moreno es publicado por El Heraldo de México