Olga, su mujer, actriz de la compañía de Teatro de Arte de Stanislavski, intenta aliviar los padecimientos poniendo hielo sobre su cuerpo. Chéjov le hace desistir. «No se pone hielo sobre un corazón vacío». Es muy consciente del fin. En su pedestre alemán se lo confirma al doctor: «Ich Sterbe»[Me muero]. Pero antes quiere sorber hasta el fondo el último néctar de su corta existencia de 44 años. «Hacía mucho tiempo que no bebía champán». Terminada la espumosa bebida, se recuesta hacia el lado izquierdo y su resuello se apaga. Ya para siempre. Estamos en el 15 de julio de 1905.
El texto de Alberto Ojeda lo publica El Cultural