Rancho Las Voces: Libros / Ciudad Juárez: «Teoría del Juarense»
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

viernes, marzo 21, 2008

Libros / Ciudad Juárez: «Teoría del Juarense»

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Portada de la publicación. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de marzo de 2008. (RanchoNEWS/RMV).- «Juárez no es sólo maquiladora, migrantes, mujeres muertas, vicio, es algo más. Juárez es una ciudad de tolerancia donde podemos vivir no tranquilos; ciudad con historia que conjunta las historias de todos nosotros», dijo ayer el antropólogo Ricardo León García durante la presentación de su libro Teoría del Juarense de la editorial Almuzara.

El evento reunió a cerca de 300 personas en la Sala de Usos Múltiples del Centro Cultural Paso del Norte. La presentación estuvo a cargo de Manuel Pimentel, director de la editorial en España, y de los maestros e investigadores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), Margarita Salazar Mendoza y Carlos González Herrera.

Manuel Pimentel dijo en esa ocasión que el texto era un «acercamiento inteligente y humorístico a una identidad». En tanto que Margarita Salazar Mendoza analizó la estructura de la obra organizada como glosario y ponderó su «ironía, optimismo, seriedad, mesura, en fin, buen humor», mientras que Carlos González Herrera lo definió como «un canto a la diversidad de la vida y un llamado, entre líneas, a la tolerancia».

Ricardo León, también académico de la UACJ, es autor de Las misiones jesuitas de la Sierra Tarahumara en el siglo XVIII, entre otros libros.

A continuación ofrecemos los textos que leyeron Salazar Mendoza y González Herrera:


TEORÍAS
Margarita Salazar Mendoza
(Texto de la Presentación del libro Teoría del juarense de Ricardo León García, el miércoles 5 de marzo de 2008, en el Centro Cultural Paso del Norte)

Hablar de este libro es un placer, un honor y una gran diversión para mí. Los experimentos siempre serán bienvenidos en la vida del hombre. Con ellos se despierta la creatividad; nos mantenemos curiosos, activos, alegres. Nada más necesita nuestra mente para disfrutar la vida. Todo en este libro es un juego, un experimento. La teoría que anuncia el título no sólo es sobre el juarense, también es teoría acerca de la escritura.

Cuando alguien escribe se enfrenta a dos cuestiones: Qué decir y cómo decirlo (fondo y forma). Muchas de las veces tenemos algo qué decir y creemos que la forma de decirlo “ya se irá dando”. Ahora estamos ante algo que se ha dicho pero también ante una conciencia de la escritura, es decir, ante un autor que supo cómo quería decir ese algo. ¿Cuáles son las marcas que nos indican esa decisión y conocimiento sobre la escritura?

Estructura

(Externa). Vayamos primero con lo más evidente, su estructura. Cuando abrimos el libro salta su forma de «diccionario» o glosario, como dice Ricardo y como ustedes quieran clasificarlo; nos enfrentamos a un orden alfabético. Pero ese orden alfabético solamente es su estructura externa, la que salta a la vista; y también, gracias a esa división en letras, tenemos la colección de los artículos. Cada una de sus entradas corresponde a un tema específico.

Atardece. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)

Hablemos de un ejemplo. Si el libro se titula Teoría del juarense, entonces debe hablar de aquellos rasgos que, al menos en teoría, nos distinguen como juarenses. Uno de ellos y muy obvio pertenece a nuestra forma de alimentarnos, el burrito. Entonces van a encontrar un artículo en el cual ése es el tema y precisamente en la letra ‘b’. Un ejemplo más. Nuestro máximo representante en la música popular ante el mundo, es Juan Gabriel, por supuesto, no podía falta una entrada para él.

Cada pieza que ustedes encontrarán, está compuesta de dos partes: la entrada y el artículo, en la primera tendrán la definición del autor para ese elemento juarense y después el texto cuyo tema será ese elemento.

(Interna). Multiplicidad de géneros

Pero, además de esa estructura externa que salta a simple vista, van a encontrar que cada texto también tiene su propia estructura. Comparando un texto con otro, rápidamente detectarán una multiplicidad de géneros. Así, un tema puede estar planteado en una carta, otro en forma de cuento, uno más como si fuera un ensayo académico o una entrevista y, el colmo, otro como una insólita nota a pie de página.

A ustedes les corresponde emitir su propio juicio para decir si cada asunto está contenido en un género apropiado. Hasta pueden decidir si ustedes hubieran aplicado una forma distinta para dicho tema. Eso sería divertido.

Hasta aquí dejamos eso de estructura y géneros escriturales, solamente deseo que disfruten ese rasgo del libro y que se diviertan con sus entradas.

Forma y contenido

Vayamos al contenido. Éste, con temas aparentemente superficiales o triviales, responde a las características que nos hacen propiamente juarenses, como ya lo dije en los ejemplos anteriores. Pues bien, ese contenido abarca de forma general a esta comunidad fronteriza.

Nevando en la montaña. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)

Cada elemento sería fácilmente mencionado por ustedes. Decimos Juárez y alguien piensa en «el puente para ir a El Paso»; ninguna otra ciudad en el mundo tiene puentes para esta ciudad de los Estados Unidos; podrá tener puentes para cruzar ríos, para ir al «otro lado», pero no a El Paso, Texas. Cruzar un puente en cualquier parte del mundo tiene sus propias características. Estos nuestros también tienen sus peculiaridades.

Nadie más tiene un Chamizal como el nuestro, que se llena de gente y fiestas y carnes asadas los días «de la coneja». Tan visitado en el verano, donde vemos a un montón de niños y jóvenes jugando futbol, o gente en su ejercicio diario, o perros corriendo junto con sus dueños. Menciono tan sólo estos ejemplos, pero ustedes descubran cada uno de los personajes y de las actividades de nuestra ciudad.

No debemos olvidar que Ricardo es antropólogo y que nos llegó de fuera. Esos dos factores le permitieron vernos con asombro, con curiosidad. A todos nos pasa; vamos a otro lugar y nos damos cuenta que quienes ahí viven tienen conductas, poco o mucho, diferentes a las nuestras. Con esa mirada antropológica trabajo el contenido de su libro.

Dos niveles

Ese contenido funciona en dos niveles, uno superficial y otro profundo, esto es común en la lengua. Un ejemplo de cómo estos niveles hacen «clic», son los chistes. Cuando alguien cuenta un chiste la gente va siguiendo dos líneas discursivas y, por eso, al final, si el oyente se pierde y termina el chiste y no se ríe, decimos vulgarmente «no te cayó el veinte»; si, por el contrario, termina el chiste y quien escucha suelta la carcajada, entonces nos damos cuenta que le agarró el hilo a ese pequeño texto.

En este caso, el discurso de Ricardo, en cada uno de sus textos, también va por esos dos niveles. Uno de ellos los hará reírse, en el otro encontrarán las ideas del autor respecto al tema que esté tratando.

Una marca estilística es su humor. Encontrarán frases graciosas, como cuando Ricardo, en el prólogo, habla precisamente del libro y dice: «Ojalá lo haya comprado y no haya incurrido en la piratería al fotocopiarlo (no creo en la existencia de ser humano alguno que pudiese siquiera pensar en la remota posibilidad de cometer semejante insolencia y desatino, ¿piratear esto?)».

También encontrarán otras frases agudas, como ésta: los demás creen que «el juarense es algo así como un mexicano en vertiginoso proceso de conversión a pocho». U ocurrencias como «Se encontrará reflexiones planas, redondas, cuadradas y hasta piramidales…». Ustedes detectarán ironía, optimismo, seriedad, mesura, en fin, buen humor.

Ensayos

Dejando aparte la cualidad de literatura que podría sobreentenderse al mencionarse la palabra ensayo, yo calificaría estos textos precisamente como ensayos, ya que cumplen con las características que los grandes críticos han encontrado y enumerado para este género. Ricardo decidió por un tema, los juarenses, y se ha dedicado con su formación de antropólogo a detectar esas características que hacen que los habitantes de este rincón del planeta sean únicos, diferentes.

Nomenclatura singular. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)

Entre los principales rasgos de este género, se encuentra la libertad de estructura y de extensión. Precisamente y como dije antes, cada texto responde a una estructura o género o tipo de texto, como queramos llamarle. Un tema se extiende a lo largo de una carta; otro llena la forma tradicional de un cuento, del «había una vez…»; otro más está vaciado en un formato clásico de preguntas y respuestas, la entrevista.

Pero van a encontrar otras formas no tan fáciles de clasificar por la mezcla que en ellas aparece.

La voz del autor, expresando sus ideas, es otro de los elementos del ensayo. Por supuesto, para seguir cumpliendo con una clasificación de ensayo también es necesario detectar los conocimientos que por formación y experiencia del autor, se notan en el texto, y ésas, ahí están. Por último, la característica final y con un gran peso, es el lenguaje. Ése, ya ustedes tendrán oportunidad de revisarlo y de emitir su propio juicio al respecto.

Juego de escritura

Todos esos rasgos nos indican que el autor no sólo se ha resuelto a hablar sobre algo, sino que se ha permitido jugar con muchas posibles formas para hacerlo. Sólo dos ejemplos, muy claros, nos demuestran la conciencia del autor sobre su escritura.

Si abrimos el libro en la letra A, nos encontramos ante una tipografía medio rebuscada, y se lee: «¡Qué tipografía tan horrorosa! El autor se compromete a buscar otro diseño tripográfico».

El otro es más amplio, mucho más amplio y abarca a los distintos discursos que se generan en la ciudad. Por el ejemplo, el de los políticos, el de los medios de comunicación y no podemos dejar fuera, el de los académicos. Ricardo tiene conciencia de lo que significa escribir y en esta obra ha ensayado los distintos tipos y formas de un discurso. Sabe que está jugando con la escritura.

Experimentó con: ¿cómo se verá un diálogo aquí, como se verá allá? Hasta le cedió la palabra a otro, como en la parte de la letra O. Todo su texto fue: «Ummmh…» seguido de una llamada. En la nota a pie de página se lee: «Nota del editor: No, pues ahora sí que ya temíamos una falta de respuesta como la que tienen ante su vista, amables lectores. Ustedes han llegado al lugar correspondiente a la letra O de esta obra y… ¿qué se encuentran? ¡Nada! Nos parece que el autor no conoce la O… ¡ni por lo redondo!» Y continúa la misma voz de ese editor implícito, pero ahora entre paréntesis: «(el editor se autocritica y autocensura tratando inútilmente de componer su discurso, ¿cómo pedir algo lógico, interesante, atractivo y hasta inteligente al autor de un libro como éste?)». Aquí termina la cita (la mía), no la nota a pie de página del supuesto editor.

La catedral del chuchupastle. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)

Claro que todos entramos a los juegos de escritura, conocemos o tratamos de saber las reglas para armar discursos con los cuales lograr nuestros propósitos. Sabemos, también, qué formas son las más adecuadas en cada ambiente. Sabemos cuáles no debemos romper porque nuestra imagen va de por medio. Toda la comunicación, y nuestra relación con los demás lo es, tiene reglas que, aunque ya hace mucho tiempo hayan perdido su razón de ser, se respetan. Vivimos, sin embargo, también el caso contrario: la producción de una gran cantidad de textos que no tienen la mínima consideración por el lector. Experimentar con más y distintas formas de expresión, ayuda a una comunidad a la reflexión sobre sí misma y a pensar en el lugar que tiene en el mundo.

Una obra tiene vida cuando llega a las personas, cuando es leída y discutida. Si la obra no dio para más, entonces su vida será efímera. Cada texto producido, nace con una serie de circunstancias que lo rodean. Hay que revisarlas, todas, desde varios puntos de vista, no solamente respecto al contenido, que sí es muy importante, sino también considerando otros aspectos, como la forma que el autor ha decidido usar.

En fin, esto no es más que un pequeño análisis de algunos elementos de esta obra que sus ojos detectarán fácilmente. No me queda más que decir, Ricardo, enhorabuena, la moneda está en el aire.


SOBRE LA UTILIDAD O PROBABLE PÉRDIDA DE TIEMPO QUE PUEDE RESULTARLE A CUALQUIERA QUE DECIDA EMPEZAR A LEER TEORÍA DEL JUARENSE DE RICARDO LEÓN GARCÍA

Carlos González Herrera
(Texto de la Presentación de Teoría del juarense de Ricacrdo León, realizada en el Centro Cultural Paso del Norte, Ciudad Juárez, Chihuahua, el 5 de marzo de 2008)

Neupsnypc (No está usted para saberlo ni yo para contarlo. Abreviatura tomada del libro Teoría del juarense de Ricardo León García), pero me veo obligado a decirles que me ha tocado la suerte, también la incomodidad, de participar en la presentación de muchos libros durante la pasada década. Desde obras conceptuales y libros de arte hasta monográficas y novelas. Algunos, incluso, los he leído. El libro de Ricardo no está en ninguna de esas características y, además, no trae dibujitos. A la distancia de más de tres décadas, pienso, y creo que Ricardo estará de acuerdo conmigo, que si al Capital de Carlos Marx le hubieran agregado caricaturas, habríamos leído más allá del capítulo 1.

Todo esto viene a cuento para señalar que no sé bien a bien qué decirles o compartirles. Tengo la convicción de que el libro de Ricardo León debería haber sido presentado en una sesión de lectura en atril o, de plano, en una fiesta, pero no en una sesión tan formal como ésta.

Puente negro. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)


El caso es que aquí estamos, contentos por la aparición de Teoría del juarense que usted podrá adquirir y leer en una edición, que si bien no es de bolsillo, ¡SÍ es más transportable que el ejemplar que me tocó leer a mí!

Primero, déjenme que les diga que este libro puede ser una sorpresa o una semi-sorpresa para quienes conocíamos a Ricardo como autor. Sus textos publicados versan sobre temas variados y quizá hoy ya parecen un tanto distantes: El agrarismo michoacano de los años 20s del siglo XX, Las misiones jesuitas de la Sierra Tarahumara en el siglo XVIII. Un poco más recientes son sus artículos de historia económica norteña sobre el sistema bancario de Chihuahua, redes de comerciantes y proto-industriales de este estado. Todos ellos son textos sólidos, bien escritos y documentados que pasarían casi cualquier escrutinio escolástico y académico. Pero hay que admitir, Ricardo, que esos textos no son precisamente castañuelas ni provocadores de carcajadas. En ese sentido Teoría de juarense es una sorpresa. Digamos que lo será para tus colegas de la Asociación de Historia Económica del Norte de México, del CEAS, o del departamento de Historia de la Universidad de Texas.

Por otro lado, estamos los que hemos presenciado el afinamiento de la otra avenida de tu mirada inquisitiva, analítica: la cercana a la fiesta y al desmadre. El buen humor, que en ti varía de oscuro a negro, se brinda de manera generosa, que no gratuita, a lo largo de este libro.

Nacido y criado chilango, Ricardo dejó el DF (corazón espiritual del centralismo mexicano) hace unos 25 años, y si su estancia en la Sierra Tarahumara no lo hizo un híbrido, el libro que hoy presentamos comprueba que Juárez SÍ lo logró. Teoría del juarense puede ser leído como una celebración, amarga y festiva al mismo tiempo, del mestizaje cultural. Un canto a la diversidad de la vida y un llamado, entre líneas, a la tolerancia.

Teoría del juarense es un libro difícil de presentar porque no es ni ‘la teoría’, tampoco ‘una teoría’. Para citar a un clásico, «el juarense no es una naturaleza sino una historia». Por ello, no conviene andar buscando explicaciones del juarense en la naturaleza, sino en los seres humanos, que son los actores de la historia.

Placa limítrofe. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)


Los actores de esa historia denominada Juárez son (somos) todos esos seres cabrones y maravillosos; desgraciados y generosos; inconscientes y solidarios; ambiciosos y desprendidos; prietos, blancos, gordos, chaparros y flacos que vamos, venimos y recalamos en esta ciudad: a unos no se les preguntó y nacieron aquí; a otros –quizá los más– vinimos a dar por necesidad o por azar, y nos quedamos por gusto, por amor, por masoquismo o, para citar la frase preferida de Ricardo León, porque nos dio la gana.

Generalmente, las teorías son paradigmas que se establecen para explicar los datos (todos o algunos de ellos) con los que se cuenta y procurar predicciones válidas generalizables. Dependiendo de lo fregón del teórico en cuestión, puede ser una teoría o La Teoría. Bueno, pues como dije, Teoría del juarense no es ni lo uno ni lo otro. Tampoco todo lo contrario. Es una aproximación paródica, cáustica por vocación y sentimental sólo por error involuntario, a lo que podríamos llamar el Juaritos state of mind, para usar la explicación de Billy Joel sobre Nueva York y la nuevayorkenidad.

¡Ahí está! El libro de Ricardo es sobre todo un «glosario, guía, manual o algo parecido» sobre el estado de ánimo para entender y querer a esta ciudad, o quizá una etnografía de los rasgos y trucos que la ciudad usa para engatusarnos y dejarnos adoloridos pero contentos sin entender por qué. Lo cual podría volver al libro una historia de amor, de un amor que no se atreve a decir su nombre.

Tu texto, Ricardo, me transmite una estentórea y casi rimbombante contorción que se produce acompañando un acto de auto-exorcismo en el que arrojas y despides los acartonamientos tradicionales de la vida académica.

Hidrante del 56. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)


Por ejemplo, ¿cómo volverás a explicarles a tus alumnos, a la pléyade de liberales que a mediados del siglo XIX construyeron el México moderno resistiendo la tentación de auto-citarte cuando dices:

Pocas personas en Ciudad Juárez hemos tenido el tino de apreciar en toda su majestuosidad el monumento luminoso que se construyó para conmemorar el 200 aniversario del nacimiento del Benemérito de las Américas, en las montañas de la Sierra de Juárez que enmarcan la ciudad.

Cual faro a la orilla del mar, esta obra se convierte en un maravilloso
landmark que tanta falta hacía a nuestra vilipendiada y estigmatizada ciudad.

En este monumento se conjugan la elegancia, el buen gusto, la nitidez y la sobriedad acordes al personaje en mención. Entre los que volteamos la vista hacia las montañas por la noche, nos preguntamos ¿y ahora, qué pusieron allí? Las apuestas corren desde la simpleza de una hilera de foquitos colocados al azar, pasando por el «sin ton ni son» que es casi lo mismo pero no es igual; que es un asentamiento irregular al que le llegó la electricidad antes que el drenaje, hasta quienes arriesgan su capital diciendo que se trata de una posmoderna reproducción de la Mona Lisa davinciana, el Homero Simpson en un arrebato de ira, un anuncio de cocacola volteando hacia la nada o una especie de aviso de las autoridades de Metrópolis de que Supermán está al pendiente de la ciudad para protegerla de los malhechores desde su guarida en el Cerro Bola.

Ignoro qué tan difícil le fue a Ricardo León escribir Teoría del juarense, lo que sí puedo afirmar es que el resultado es un libro divertido, escrito en forma de pequeñas crónicas organizadas, utilizando como pretexto las letras del alfabeto que llevan a un nombre propio o a un sustantivo que funciona como arranque para esos pequeños ensayos: unos cercanos a la realidad cotidiana de esta ciudad, otros resultado de la imaginación delirante de Ricardo.

Con la letra A, por ejemplo, empieza la palabra alimento y ésta es la excusa para que el autor nos haga una paseo por la culinaria juarense, y al mismo tiempo, un elogio al enriquecimiento de la oferta de productos que se obtiene cuando la gente deja su tierra y llega a otra nueva: «Decenas de miles de inmigrantes han dejado su huella en Juárez y los introductores de alimentos la han seguido», dice Ricardo y yo completo pensando que hay que bendecir las migraciones que crean nuevos mundos de sabores.

La letra C, de comida rápida, sirve para una divertida disquisición sobre el fast food y sus efectos en el consumismo, en la contaminación por el uso indiscriminado de plásticos y la deplorable destrucción de nuestra capacidad de saborear la verdadera comida con la gente en alegres sobremesas. Con la misma letra se escribe crucero, esas encrucijadas de caminos juarenses, que sirven de escenario abigarrado para mostrar sin pudor los abismos de la sociedad mexicana, nuestro racismo que oculta la cara, y las promesas incumplidas de nuestro modelo de desarrollo: vendedores de cigarros de contrabando, o de flores y chicles, escupe fuegos, inválidos reales o fingidos, ONGs, indígenas tarahumaras con niños propios, prestados o alquilados, etcétera.

Teoría del juarense da la facilidad al lector de empezar por la letra del alfabeto de su preferencia con las excepciones de la W, X, Y y Z que el autor deja libres para que cualquiera de nosotros se apunte y mande a Ricardo su versión para acompañar a esas letras. Ya él decidirá si las acepta, las rechaza, las incluye en la segunda edición o, en caso contrario, aplica el incontrovertible criterio editorial de hacer lo que le dé la gana.

Cúpula y palomas. (Foto: Jaime Moreno Valenzuela/Visor Fronterizo)

La organización del libro permite empezar a leer desde donde se decida, de hecho puede usted organizar su lectura acudiendo al capítulo más de acuerdo a la situación o coyuntura, permanente o temporal, en la que se encuentre. Si está por salir a comer o cenar y no puede precisar lo que se le antoja o sabiéndolo ya consultó con su cartera, la guía culinaria del capítulo 1 del libro, en sólo 10 minutos le permitirá tomar una decisión razonada o al menos inventar una buena excusa: No mi reina, no es que no te valore, pero te traje a comer gordas de El Atorón porque están recomendadas en el único libro teórico sobre Juárez. Así, si usted triunfa esa noche, podrá bendecir el momento en que compró el libro, en caso contrario podría usted culpar a Ricardo León.

Otro momento ad hoc para hacerse acompañar de Ricardo León o, mejor dicho, del libro de Ricardo León, es cuando acuda usted a cumplir con la fisiología y vaya al baño a descomer. De gozar usted de una digestión que causa envidias entre la creciente comunidad de constipados fronterizos, es recomendable el capítulo dedicado a la letra H, cuya lectura, aun en tiempo de adaggio, no le tomará más de un minuto. Eso sí, siendo la H la única letra muda, hay cierta obligación de obrar en silencio. Si la ida al baño en caso contrario, es para usted un momento que requiere de tiempo e inspiración para lograr una efectiva facilitación del tránsito intestinal, no tengo ningún empacho en recomendarle el último capítulo del libro, la letra V, que nuestro amigo Ricardo dedica a la vialidad.

Me detengo aquí a pensar en que tengo razón, en que éste es un libro que debió presentarse en una lectura en atril, ya que no hay, ni habrá mejor presentador de Teoría del juarense que el libro mismo, salvo quizá el propio Ricardo León, al que me parece todos queremos escuchar, razón suficiente para callar.


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