.
Uno de los trabajos que se exponen en el Museo de Arte Folclórico. (Foto: Especial)
N ueva York, 24 de Enero 2007. (EFE).- El Museo de Arte Folclórico de Nueva York ha inaugurado una exhibición que desvela el genio del artista autodidacta mexicano Martín Ramírez (1895-1963), quien creó unas 300 obras durante quince años de reclusión en un hospital psiquiátrico.
Se trata de la primera exposición de Ramírez en Nueva York y su primera gran retrospectiva en casi 20 años, al reunir casi un centenar de dibujos provenientes de colecciones privadas y públicas de Estados Unidos —incluido el Museo Guggenheim— y otros países.
“Es un halago ver el reconocimiento de su obra en Nueva York, pero también es una lástima muy grande que ni siquiera sus hijos la hayan conocido y que no se haya apreciado más cuando él estaba vivo”, dijo María de Jesús Reyes Ramírez, nieta del artista.
Ramírez partió de su pueblo natal, Los Altos de Jalisco, en 1925 rumbo a California (EEUU), con el propósito de encontrar trabajo y poder ayudar así a su esposa y cuatro hijos.
Pero la crisis de la Gran Depresión y su desesperación ante la Rebelión Cristera (1926-1929), protagonizada por católicos levantados en armas contra el gobierno mexicano, le dejaron sin hogar y sin empleo hacia 1931. Sin poder comunicarse en inglés y aparentemente confundido, fue arrestado por la policía y enviado al Hospital Stockton State, donde fue diagnosticado como paciente “maníaco depresivo”.
Entre 1948 y 1963, el año de su muerte, Ramírez permaneció recluido en el Hospital De Witt State, donde se le trató como a un “esquizofrénico” y conoció al doctor Tarmo Pasto, quien le compró materiales de arte y coleccionó y exhibió su trabajo.
Previo a esta relación, algunos dibujos de Ramírez fueron desechados por personal del hospital que creía estaban infectados por la tuberculosis que padecía, mientras que otros los escondió el artista debajo de su colchón.
Esto explica el aspecto arrugado de sus obras, grandes tapices hechos con retazos de envoltorios de caramelos, sobres, hojas de periódicos y de revistas y papel para camillas de hospital pegados con una cola especial a base de patatas, pan y saliva.
Sobre este improvisado soporte, y utilizando lápices de colores y a veces “collage”, Ramírez construyó un lenguaje simbólico de vírgenes, jinetes, trenes y túneles que expresa su condición de inmigrante pobre confinado en un asilo psiquiátrico.
“Su repertorio de imágenes funde motivos mexicanos y la cultura popular de EU de mediados del siglo XX”, dice la comisaria Brooke Davis Anderson, para quien el jinete hace referencia tanto a la rebelión de los cristeros como al vaquero de los filmes del Viejo Oeste.
Los dibujos que Ramírez enviaba dentro de sus cartas a su familia en México antes de ser internado por primera vez eran de caballos y jinetes, según Reyes Ramírez, que nunca llegó a conocer a su abuelo.
“Mi madre (Teófila Ramírez) tampoco lo conoció. Desgraciadamente no sabemos mucho de él. Hace 13 años fui a México y la familia de su hermano me contó que hubo una gran exposición de su obra. Así fue como conocí su arte”, dijo.
No fue sino hasta el 2004, con motivo de una exhibición en Santa Fe, Nuevo México, cuando Reyes Ramírez y sus hijas, que viven en Los Angeles, vieron la obra por primera vez en persona.
“Todos estamos sorprendidos del arte que dejó. Su familia no tiene ni una sola de sus obras. Mi abuela era muy reservada y no hablaba de él. El tampoco hablaba. El dibujo era su forma de comunicarse y desahogarse”, dijo Reyes Ramírez.
Y es justamente el desconocimiento generalizado de la obra y vida de Ramírez lo que ha motivado esta exhibición, abierta al público neoyorquino hasta el 29 de abril, y que viajará en octubre al Museo de Arte de Milwaukee.
“Esta exhibición desvela nuevas investigaciones sobre su vida y obra y corrige algunos errores biográficos publicados en las últimas cinco décadas, como que Ramírez no tenía familia, que era mudo y que era un esquizofrénico”, señala la comisaria, quien también apuntó, para finalizar, que curiosamente, después de la muerte de Ramírez, incluso el doctor Pasto cuestionó su diagnóstico, y sugirió que el artista no estaba mentalmente enfermo.” Una revisión muy tardía de su caso.
REGRESAR A LA REVISTA