Rancho Las Voces: «El viaje de José Vicente Anaya» por Octavio Cisneros
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martes, noviembre 06, 2007

«El viaje de José Vicente Anaya» por Octavio Cisneros

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El joven JVA (Foto: Archivo)

P ara José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, 1947) «la vida es un viaje» y ya sea a través de la poesía, del cuento, del ensayo o de sus traducciones Anaya ha surcado el territorio de la literatura siguiendo los caminos trazados por corrientes antiguas, olvidadas e inclusive perseguidas. “Tengo vocación por ser abogado del diablo. Busco con insistencia en las literaturas desconocidas, despreciadas, ninguneadas o estigmatizadas en mi país», afirma el ganador del Premio Plural de Poesía 1980 al referirse a su labor.

El poeta, traductor, editor, ensayista y novelista se ha infiltrado, a lo largo de su carrera en áreas de la creación literaria tan diversas como sus protagonistas: los indios del norte de México y de Estados Unidos (esencialmente los rarámuris y los apaches), los beatniks, los poetas malditos y los ancestrales escritores chinos y japoneses, son su especialidad.

José Vicente Anaya, quien se inició a la temprana edad de 11 años «descubriendo con sorpresa la maravillosa experiencia de escribir», es considerado por críticos como Miguel Ángel Muñoz y José Ángel Leyva, uno de los poetas fundamentales de México

Ha publicado obras como Avándaro (1971), Los valles solitarios nemorosos (1971), Morgue (1981), Nigromante (1989) y Híkuri (1982), textos que denotan el apego del escritor a la naturaleza y a la búsqueda de la espiritualidad, reinventando con frecuencia su estilo y temática; pues como asevera Anaya: «lo peor que le puede ocurrir a todo individuo, especialmente al poeta, es caer en el conformismo; un poeta conformista está acabado, deja de ser poeta».

Híkuri (que significa peyote en tarahumara) es prueba de la permanente indagación del poeta chihuahuense; en el poemario los versos de Anaya son el retrato de un viaje espiritual y físico construido con las impresiones recabadas por el autor en su recorrido de cuatro años por la República Mexicana. «Las experiencias ahí contenidas no son meras imaginaciones literarias, sino sucesos reales a pesar de lo que pueda pensarse», puntualiza.

A Híkuri le corresponde una contraparte que, a pesar de haber sido escrita en el mismo lapso de tiempo, no fue publicada sino veinte años después: «Peregrino (2002) es el yin mientras Híkuri es el yang», en un juego de dualidad que muestra la influencia taoísta que interviene en la lírica del escritor chihuahuense. Peregrino indaga en la purificación de la palabra a través de la síntesis poética y la economía de lenguaje, sin sacrificar por ello la intensidad de las imágenes que Anaya logró absorber en su recorrido desde Tijuana hasta Tabasco, de California a Chiapas.

Su labor como difusor de dichas culturas en nuestro país es comparable a la de José Juan Tablada, Jaime Torres Bodet y Octavio Paz; ha traducido y publicado cientos de poemas y relatos breves de autores como Chuang Chou y Sheng Beng, y ha fungido de «médium entre culturas» al ser miembro fundador de la Sociedad de Escritores de México y Japón (SEMEJA).

En 1995 realizó una antología llamada Breve destello intenso. El haikú clásico del Japón y en 1999 participó en la Colección Fósforos con Los más breves cuentos chinos: innovador proyecto editorial en el que 30 relatos breves fueron publicados como hojas sueltas en una caja similar a la de los fósforos comunes.

En La largueza del cuento corto chino son expuestos más de dos mil años de «misteriosa y monumental» poesía china a través de la mirada de José Vicente Anaya, quien, en referencia al laconismo oriental, comenta: «casi todos los maestros de las principales cosmogonías enseñaron con y a través de la brevedad. Mi interés en el Oriente fue orgánico, fue un elemento armonizado con muchas otras cosas. Fundamentalmente fue buscar toda una serie de explicaciones de la vida y su filosofía».

José Vicente Anaya: un puente intercultural

Al haber nacido en una zona fronteriza y dominar el idioma inglés, Anaya, se vio atraído a la fuerza e irreverencia de la poesía de la Generación Beat, abocándose a traducirlos al español, para revelar a escritores como Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Philip Whalen y Meter Orlovsky entre muchos otros.

Su antología Los poetas que cayeron del cielo: La Generación Beat (1998 y 2001) muestra la génesis y desarrollo de tan importante movimiento. José Vicente Anaya, el máximo conocedor del tema, según Juan Domingo Argüelles, examina, explica, traduce y ayuda a los lectores a comprender el suceso literario y la posible influencia que éste ha tenido corrientes artísticas posteriores.

Otra de las áreas en las que Anaya destaca por su erudición es la obra, vida y relevancia de los poetas malditos. Su apego a poetas como Baudelaire, Rimbaud, Lautremont, Mallarmé y Verlaine ha generado numerosos ensayos, además de obras como Piratas-Poetas (1982) en los que se tratan de manera afable temas como la vida personal de tales escritores y la repercusión –positiva o negativa– que estos brindaron en su tiempo.

«Algunos de estos poetas fueron tratados como locos –tal es el caso de Artaud Williams– y otros como delincuentes –como Jean Genet, que casualmente sí lo fue– pero todos estaban cargados del genio, la fantasía y el coraje de sus verdades».

José Vicente Anaya es un hombre nacido para desafiar lo establecido en la literatura: considera que no existe algo más detestable en el ambiente literario que «esos expertos simuladores llamados intelectuales académicos». Esta postura lo ha llevado a hilvanar sus gustos musicales, pictóricos y líricos incluso llegando a traducir el poema: Los Amos, Apuntes sobre las Visiones, del cantante Jim Morrison en 1991. «John Lennon, Bob Dylan, Jim Morrison son poetas antes que cantantes», opina Anaya.

El principio de Alforja

El afán por brindar a los lectores hispanoamericanos formas poco conocidas de expresión literaria es el rasgo distintivo de José Vicente Anaya. El deseo de alumbrar a aquellos escritores escasamente famosos pero ostentadores de gran profundidad y belleza fue lo que llevo a Anaya, junto a Jorge González de León, a fundar la revista Alforja. Revista de Poesía, en marzo de 1997.
La notabilidad de Alforja. Revista de Poesía recae en que la publicación fue planeada para contar con posiciones distintas en torno a la actividad poética por medio de otros géneros como el cuento, el ensayo, la entrevista, la crítica, la reseña y la traducción; conectando a los lectores locales con poesía variada y relativamente nueva.

Anaya explica la postura de la publicación por medio del nombre de Alforja al precisar que la libertad y autonomía de la ciudad utópica planeada por el griego Crates es el principal motivo de que la revista posea tal nombre, para ir en contra de las «capillas literarias a través de la madurez que significa la autonomía. No creo que haya grandes diferencias u oposiciones entre la poesía de una cultura u de otra. La poesía de todas las épocas, culturas y lenguas tiene algo que las unifica: su fuerza o su vigor».

José Vicente Anaya ha traducido también a Henry Miller, Marge Percy, Allen Ginsberg y Gregory Corso, entre otros. Fue Jefe de redacción de la Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México y Jefe del Departamento Editorial de la misma institución; además ha colaborado para la Revista de la Universidad de México, La palabra y el hombre, Alero (Guatemala), El Gallo Ilustrado, Diorama de Excélsior, Siempre!, Casa del Tiempo, El Día, unomásuno y Atticus Review (San Diego, California, USA). (Centro Lectura Condesa)

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