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La cantante. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 23 de abril, 2008. (RanchoNEWS).- Quiso el destino que Monna Bell dejara de existir a los 71 años de edad. Un derrame cerebral acabó con la vida de la vocalista que llegó a darle algo de dignidad a la música popular. Una nota de Juan Alberto Vázquez para Milenio:
Es hora de que lleguen los reconocimientos (tardíos), el levantón de las ventas de sus recopilaciones. Tiempo en que, hasta el cansancio, hablaran de ella quienes en otro tiempo la ignoraron.
Sin embargo, el mejor reconocimiento que pudo recibir la fina cantante Monna Bell fue en 1997, cuando la compañía EMI incluyó su hitazo «Tómbola» en el acoplado llamado El mejor álbum de ultra-lounge en el mundo, editado como epílogo al boom que vivió la «música de elevador» en la última década del siglo pasado. En dichos greatest hits, doña Mona alterna con monstruos como Louis Prima («Just a Gigoló»), Peggy Lee («The Boy From Ipanema»), la orquesta de Nelson Riddle («Route 66»), Billie May («Misión Imposible») e incluso al destacado baterista mexicano Tino Contreras, del cual se incluyó el tema «Brazil».
Y es que en realidad ése era el nivel de miss Bell, quien luego de tener un arranque excepcional en su carrera, vivió más de tres décadas oscuras en las que su talento fue manoseado por las compañías disqueras que nunca le dieron un productor a la altura de su vida. Ella mantuvo viva su leyenda con presentaciones en vivo, tanto en Las Vegas como en países latinoamericanos donde su estrella, nacida en los sesenta, no se apagó del todo.
Su primer hit, «El telegrama», grabado en España (y que le valió el premio del festival Benidorm), conserva la esencia que la vio nacer como una crooner destacada por los inusuales arreglos de estándar de big band. Después de ese saque as, todo resultó más sencillo pues sus alcances vocales la colocaron por encima del promedio, no digamos su amplia y generosa sonrisa, cuyos gruesos labios parecían tener vida propia, y ni patrañas grabadas como «Mi Platerito» (dirigidos a un público infantil aun inexistente) o «Don Quijote» (más como para el drama de Julio Iglesias) la bajaron del pedestal a donde su talento la llevó.
La sostuvieron temas como «Aun te sigo amando», «Día de los enamorados», «Eres diferente», «Silencio, corazón» o «Envidia», en las que siempre se hizo acompañar de orquestas y músicos como Bebo Valdés o Gregorio García Segura, y que pese a la inconsistencia de algunas letras siempre alcanzó el tono y los alcances que la distinguían de los baladistas comunes. Un ejemplo es la versión más cool que se recuerde de la chilenísima «Recuerdo de Iparacay», a la que enriqueció con sonidos cosmopolitas que nunca empañaron la tradicional historia.
En fin que estamos frente a una cantante con alcances jazzeros, perdida en (o aportando, según se quiera ver) la música popular. Luego de ganar todos los festivales de la canción hispana en el planeta, para llevar su carrera por los rumbos del bolero y la balada tuvo mucho que ver su estancia en México, donde se casó con el fotógrafo Alex Phillips II, con quien tuvo dos hijos y luego se separó.
A inicios de los setenta se inició su debacle cuando grabó con Musart viejos temas de la música sajona, álbum que por algún motivo nunca funcionó. El cambio a Orfeón fue aun más desventajoso y se unió al rumor de que estaba vetada en Televisa. A partir de los ochenta se dedicó a administrar su carrera, con algunas presentaciones en vivo y empeñada más en cuidar y convivir con su descendencia. Por lo mismo cayó en el olvido del público y ni el intento de Juan Gabriel (quien la idolatra) de darle unas canciones de su autoría en los noventa lograron reanimar el mito de una de las grandes voces femeninas de la música hispana.
En cuestiones artísticas, de Chile llega poco pero bueno (pienso en Los Ángeles Negros). A Monna siempre la recordaremos con su vestido corto de color claro cual muñequita de pastel; mirando a la cámara con sus grandes ojos azabache con harto espacio para la cuenca blanca y expresiva remarcada por sus tupidas cejas castañas. De girar por Chile siendo aun una mozuela, al triunfo claro, contundente e inobjetable en el Waldorf Astoria de Nueva York, luego a ganar festivales y triunfar, ya de solista, en Barcelona, Francia, Italia. Su regreso a España significó grabar sus primeros hits. Luego a México, Nuevo México, San Diego y Tijuana, donde la mañana de ayer falleció.
Y todos en la tómbola, encuentran un amor…
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