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Tres expresivos momentos del provocador teatrista. (Foto: Bernardo Pérez)
C iudad Juárez, Chihuahua, 21 de abril, 2008. (RanchoNEWS).- Tras cinco años en el Himalaya, Albert Vidal recorre Europa con una provocativa obra. Todo surge de su necesidad de profundizar en lo telúrico. Una nota de Rosana Torres para El País:
Muy pocos de los espectadores que han acudido a ver algo de Albert Vidal desde su debut teatral en 1969 han salido indemnes de la experiencia. Vidal (Barcelona, 1946) es uno de esos personajes que recuerdan a aquellos que emergían de los diferentes ismos del periodo de entreguerras o de las vanguardias europeas del pasado siglo, y que cuando surgían provocaban el regocijo entre los buscadores de lo insólito en el arte. También entre aquellos pensadores que se dejaban sorprender al ver una vuelta de tuerca más en los infinitos límites de la creación.
El espectáculo que ahora trae Albert Vidal bajo el brazo es Soy la solución, un montaje que inicia una gira europea tras su paso por Buenos Aires el año pasado. Vidal ha elegido Madrid y, a partir del jueves en el teatro de La Abadía (cuatro únicas funciones), se sumergirá en una nueva deconstrucción del personaje que le acompaña en la última década: el del príncipe. Un líder telúrico con el que el dramaturgo ha redescubierto la palabra y el verbo: «Incluso las performances extremas han sido un caldo de cultivo, el humus del que podía dejar nacer el sentido de la palabra, llena de inocencia, en conexión con las energías de la naturaleza, que son las que dan perfil al verbo».
Este poeta, provocador, iluminado, bufón y siempre polémico autor ha logrado con su excéntrico teatro viajar por los festivales más importantes de medio mundo. Eso le ha convertido en un referente internacional de primer orden.
Pero en ocasiones Vidal, que llevaba 13 años sin pisar Madrid, deja de estar en primera línea por sus desapariciones. Desde hace décadas se pierde por largas temporadas, incluso lustros, por los lugares más recónditos del planeta. «Lo hago para recuperar los eslabones perdidos de la memoria que pertenecen a la naturaleza humana, cosas que han ido desapareciendo aquí se pueden recuperar en otros sitios, no me escondo, salgo a mi encuentro, es una forma de ser más tú mismo en tu país y realimentar tus raíces».
Este peculiar hombre de teatro formado con Jacques Lecoq, Dario Fo y Kazuo Ohno, y ante el que se rindió el mismísimo Joan Brossa, también ha incorporado al montaje técnicas muy distintas a las que en origen recibió en su Cataluña natal. En Bali practicó la danza topeng, en Japón el butoh y en Níger, unas curiosas danzas de posesión conocidas como borí. Soy la solución emerge tras una estancia de cinco años en Mongolia y en el Himalaya. Todo surge de su necesidad de profundizar en lo telúrico para hacer «un teatro del aquí y ahora, quiero que la sensación de estar hundidos en un presente teatral esté inherente en el encuentro con los espectadores», comenta.
«El príncipe llega a Madrid desnudo», aunque en esta ocasión lleva ropa en el escenario, «prescindiendo de toda muleta que en un momento puede necesitar el actor; no hay inalámbrico, ni escenografía, ni salgo a contar chistes», comenta el inventor sobre su última criatura teatral. «Es una obra», explica, «llena de reflexiones filosóficas sobre la vida y de fugas de humor trágico-cómico». A ella llegó tras recorrer diferentes caras de este poliédrico personaje en montajes creados entre 1987 y 1995 en diferentes espacios escénicos de Madrid, Bayona, Londres y Berlín.
Su aproximación a la poética telúrica y a las tradiciones mongolas le ha llevado a abordar cinco producciones discográficas, y aún están por conocer sus cantos con presos de un penal de alta seguridad en el Himalaya.
Como arquetipo anterior a su príncipe estuvo el hombre urbano, con el que Vidal actuó en numerosos zoos europeos, donde mostraba, en el interior de una jaula, la vida de un ejecutivo corriente en la sociedad occidental. «Después hubo una bajada a los infiernos», dice en referencia a otros personajes, como el que vivía bajo tierra, sin olvidar su exploración por el mundo del sexo en Variedades eróticas. «El príncipe es un estado interior de juego de distancia con las emociones y sentimientos, un guerrero interior». Si se le habla del futuro, dice: «Mirando hacia adelante nunca sé lo que va a pasar, pero mirando atrás veo un hilo coherente de alguien que ha sabido responder a sus aguas freáticas y a sus corrientes, llevo 40 años de itinerario y espero morir en este rumbo».
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