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Grafiti de Banksy en Londres. Su mezcla de arte urbano y trampantojo le ha hecho célebre. (Foto: Archivo).
C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de agosto 2010. (RanchoNEWS).- Cuando a mediados de 1992 los habitantes de Bristol empezaron a ver las paredes de la ciudad decoradas con dibujos que representaban a diferentes iconos de la sociedad inglesa en posiciones poco decorosas (como un bobby orinando), a algunos se les quedó mal cuerpo. Ya se sabe, en Reino Unido no está bien visto meterse con el establishment y menos ridiculizarlo en un espacio público y utilizando un espray. Otros, en cambio, vislumbraron la llegada de un tipo distinto, irreverente y –como se comprobaría a la postre– invisible. Una nota de Toni García para El País:
Banksy, que así se hacía llamar el artista, llega ahora al festival de cine de San Sebastián, y lo hace con toda una declaración de principios: la que representa el documental Exit through the gift shop (Salida a través de la tienda de regalos), una pieza sobre el cambiante mundo del street-art articulada alrededor del artista de Bristol.
El proyecto, una delirante vuelta de tuerca al universo de la cultura urbana que fue acogida con entusiasmo en la última edición del festival de Berlín, pasa de ser un bosquejo del entramado que rodea al mundo del arte callejero (y especialmente al boom que lo ha sacado de su escenario natural para empujarlo hacia los museos) a sumergirse en la sátira, sin perder nunca de vista el factor sorpresa. Pocos ejemplos encontraremos en la historia del arte de tipos que hayan sacado de las paredes una fortuna semejante, convirtiendo un simple muro en una referencia imprescindible. Por poner solo un ejemplo, 10 de sus obras se vendieron por más de 700.000 euros en la prestigiosa casa de subastas Sotheby's hace tan solo unos meses.
Todo empezó cuando Thierry Guetta, un comerciante francés afincado en las colinas de Los Ángeles y armado con abundantes recursos financieros (léase «millonario») quiso plasmar su pasión (aunque podríamos llamarlo obsesión) por las cámaras y después de darle muchas vueltas se propuso hacer un retrato del universo del adoquín, artísticamente hablando. Para ello contactó con los mejores grafiteros de Estados Unidos, incluyendo a dos auténticos peces gordos: Obey (Shepard Fairey), creador de la icónica imagen del Hope que llevó a Barack Obama hasta la Casa Blanca, y el mítico Space Invader.
Sin embargo, llegados a cierto punto, Guetta perdió el norte y se encontró con un montón de metraje que poco tenía que ver con sus intenciones iniciales, un galimatías visual sin hilo conductor que ni siquiera podía contemplarse como un experimento. Finalmente, tuvo que ser el propio Banksy el que encontrara la brújula para cerrar el círculo y finiquitar el documental, otorgándole además el toque punk que se espera de un tipo como él. O al menos ésa es la versión oficial, de credibilidad limitada, ya que es bastante fácil deducir que el verdadero cerebro de la operación no es otro que el señor del engaño.
Así pues, el documental acaba siendo un áspero retrato del cambio que ha sufrido el artista urbano en la última década, una inteligente metáfora sobre la manipulación que rige en las altas esferas del arte (urbano o no) y sus devaneos con cualquier cosa que huela a moderno. Con mucho sentido del humor (y algo de inquina) y ejerciendo de tramoyista y maestro de ceremonias a un tiempo, el de Bristol pasa de perseguido a perseguidor demostrando que de casta le viene al galgo: la misma exquisita capacidad de seducción que ha demostrado con sus trabajos se reconvierte aquí en una exhibición de inteligencia y mala leche. Esta vez, eso sí, con una cámara de por medio.
Exit through the gift shop demuestra también la inacabable capacidad de autopromoción del artista, que a pesar de seguir siendo un misterio es capaz de vender cualquier cosa que lleve su nombre. Así, el documental se promociona sin la presencia de Banksy, que ha concedido dos entrevistas (por correo electrónico, naturalmente) pero que ha brillado por su ausencia en los medios de comunicación: lo que hubiera sido algo inconcebible en una estrategia de marketing convencional se convierte en manos del británico en un seguro de vida. La consagración del hombre invisible reside –paradójicamente– en preservar la invisibilidad.
Precisamente en una de esas entrevistas vía ciberespacio –con la revista londinense Time Out– para hablar del documental el artista se descolgaba con una declaración de principios que hablaba a las claras de su visión de la jugada y que vale la pena reproducir íntegramente: «No me gustaría ser recordado como el tipo que contaminó una forma artística y legítima de protesta con dinero y celebridades. A veces me pregunto si soy parte de la solución o del problema. Por ejemplo: mi distribuidor me presiona para que meta marcas en la película. Ahora odio las marcas; no son más que vandalismo corporativo. La semana pasada pensaba que, bueno, a lo mejor un par de marcas no hacen daño... Obviamente, no hay nada malo en vender tu trabajo, solo un idiota con un fondo de inversiones te diría lo contrario. Lo difícil es saber hasta dónde puedes llegar. No leo libros ni escucho música hecha por personas en su tiempo libre, por lo que supongo que el vandalismo que miro no debe ser diferente. Quiero que esté hecho por los mejores profesionales».
El documental llegará al certamen donostiarra el día 22 de septiembre y lo hará en la sección Zabaltegui-Perlas, donde se proyectan las mejores películas que ya han visitado previamente otras secciones internacionales. Su inclusión en el festival, además de una excusa perfecta para acercarse hasta la ciudad vasca, es una buena noticia para los cinéfilos, con o sin intereses artísticos, que no quieran esperar hasta octubre para ver el filme en los cines españoles. Es lo que tiene Banksy, una contradicción en toda regla: el de Bristol ya es para todos los públicos. Ese giro comercial que algunos le echan en cara a este maestro de la guerrilla urbana no afecta en nada a su voluntad de seguir por el mismo camino. «La gente me pregunta qué tal duermo, y la verdad es que muy bien, porque soy alcohólico». Puro Banksy.
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