.
Imágenes que forman parte del libro.
C iudad Juárez, Chihuahua, 4 de julio 2011. (RanchoNEWS).-No hay nadie (La Fábrica) es el nuevo libro de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, en el que reúne 25 imágenes de objetos y paisajes, la mayoría inéditas y todas de sus largos e intensos viajes por India. Con la convicción de que el oficio que ejerce es una «manera de descubrir el mundo», la artista también alzó la voz sobre una cuestión que le parece de una «tristeza enorme»: a casi 10 años de la muerte de Manuel Álvarez Bravo, su maestro y mentor, las autoridades mexicanas tienen guardado en un cajón el proyecto de crear un museo para exponer y difundir su obra.Una nota de Armando G. Tejeda para La Jornada:
Graciela Iturbide, considerada una de las grandes fotógrafas de América Latina, inaugura con su nuevo libro la colección Álbum, en la que la prestigiosa editorial española pretende publicar obra inédita de dos autores al año. En el caso de No hay nadie son 25 fotografías de sus viajes por India, pero sobre todo de Benarés, Bombay, donde encontró a su paso lo que el crítico y escritor catalán Óscar Pujol denominó «una comedia gestual sin personajes». Así lo explica en el prólogo de la obra, texto que se inspira en las imágenes de Iturbide y en sus conversaciones sobre sus viajes, el sánscrito y la imagen: «No hace falta inventar un creador. Nada tras las imágenes: sólo una pulsación. Es suficiente. El paisaje no exige figuras, como un guante sin mano revela los dedos en la ausencia. La pierna sin tronco revela al hombre cojo, el cuenco vacío al mendigo, el zapato al caminante. La presencia oculta las cosas. Quien quiera esconder algo, que lo coloque entre la multitud. Decían en la India del medievo que la esencia de la poesía es lo que no se dice con palabras, lo que no aparece en el texto, la resonancia semántica, la imperceptible ebriedad del significado».
La fotógrafa mexicana reconoce, en entrevista con La Jornada, que una de las razones para que en los años recientes se haya dedicado a fotografiar objetos y paisajes es porque de alguna manera se sintió encasillada «o presa» de las dos o tres imágenes suyas que han dado la vuelta al mundo: La señora de las iguanas y El señor de los pájaros. «Ahora prefiero que no haya un icono parecido en mi nuevo trabajo, que está más centrado en objetos y paisajes, así como en mis viajes por India e Italia, pero soy consciente de que en México siempre hay algo que fotografiar y que es evidente que me falta mucho, pero necesito tiempo para hacerlo.»
Los objetos de Iturbide son, para el escritor Pujol, un laberinto en el que «todas las partes creativas del cuerpo son lampiñas: la palma de la mano, la boca, las plantas de los pies, los órganos de los sentidos. El vello queda fuera, guardando la entrada de la gruta, poblando el paisaje exterior. El origen es siempre amorfo, calvo y oscuro. De él salen las chispas que forman la cabellera lujuriosa del mundo. Las partes creativas son conectores lisos que ponen en contacto el interior con el exterior, por eso no tienen pelos. Los pelos son el alboroto de la diversidad... Las apariencias no engañan. No hace falta inventar un creador, pero necesitamos al narrador. Al principio el universo era algo indeterminado, pero luego se llenó de gente y ahora añoramos el silencio desolado de las piedras».
Con relación al auge de la fotografía mexicana relacionada con el crimen organizado o con la guerra que sufre nuestro país desde hace cuatro años, Iturbide explicó: «la fotografía en México tiene talentos excelentes. Hay diferentes miradas, arte conceptual, arte documental o periodístico. México se expresa de forma admirable a través de la fotografía. Desde luego hay que atajar este drama que vivimos, pero no sé cómo, y a lo mejor muchos fotógrafos con su cámara también lo pueden hacer, pero yo no. Yo ataco de otra manera la violencia, soy incapaz de enfrentarme físicamente a la violencia y a la guerra. Yo no fotografío la pobreza por la pobreza o la muerte por la muerte. Me interesan las costumbres de la gente, su dignidad, su historia y la de los pueblos. Siempre visto desde la perspectiva subjetiva de la fotografía. Hay pueblos que sufren el problema del narcotráfico o que se han quedado sin hombres por la migración, pero también hay muchos pueblos que siguen manteniendo sus tradiciones».
Finalmente, Iturbide quiso alzar la voz ante lo que considera una enorme injusticia con un hombre generoso y un artista excepcional. «La familia de Manuel Álvarez Bravo tiene una fundación, desde la que, con muy poco dinero, camina en la difusión de su obra. Pero eso no quita que sea muy triste que no haya un museo especial para nuestro gran maestro. Hubo un proyecto, en el sexenio pasado, y se desbarató o se guardó en un cajón. Yo siempre he insistido en que tenemos a uno de los fotógrafos más grandes del mundo y de la historia, y me pregunto: ¿dónde está su museo? Y no entiendo qué pasa. Cuando me dieron el Premio Nacional le dije a Calderón que la cultura cuesta mucho, pero la ignorancia más. No es posible que a casi 10 años de su muerte no se haya hecho nada; por eso ahora los fotógrafos tenemos que unirnos y exigirlo de otra manera. Es de una tristeza enorme que no se dé su lugar a un fotógrafo que en cualquier parte del mundo quisieran. Pero esperemos que con el apoyo de todos los fotógrafos se haga el museo que merece.»
REGRESAR A LA REVISTA