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La artista en su casa, durante la entrevista con La Jornada (Foto: María Luisa Severiano)
C iudad Juárez, Chihuahua, 5 de agosto, 2011. (RanchoNEWS).- Carmen Thierry decidió sacar al oboe de su «escondite» en las orquestas y ha grabado «un disco distinto», casi sin precedente en el país: Oboemia: música mexicana para oboe solo, en el que incluye compositores del último medio siglo, como Carlos Chávez, Mario Lavista, Manuel Enríquez y jóvenes autores que incluso hacen mezclas con cintas electrónicas. Una nota de Arturo Jiménez para La Jornada:
«La importancia de Oboemia es que es una retrospectiva de música contemporánea, como un documento histórico, porque es muy difícil que se vuelva a grabar obra para este instrumento. A los instrumentistas no les interesa este tipo de música, pues quieren tocar sólo en orquesta. Yo soy de las pocas personas que lo hacen».
Cuenta que hubo una grabación, a finales de los años 70 del siglo pasado, en caset, hecha por Carlos Santos, pero no está digitalizada y se trata de obras mexicanas con técnicas tradicionales, con autores como Raúl Ladrón de Guevara.
El oboe es un instrumento poco conocido en México por un público más amplio –se le comenta en entrevista.
No es tan conocido porque es un instrumento que básicamente se toca en la orquesta, además de que ahí se necesitan pocos oboes. Así como en una orquesta se requieren 40 violines o 10 contrabajos, se requieren sólo se necesitan tres oboes. Sí, es un instrumento como muy escondido.
Carmen Thierry da una pista para reconocer al oboe en el mar de sonidos de una orquesta. «El instrumento que afina a la orquesta, que al principio da una nota y todos los demás la tocan, es el oboe. Y lo hace porque su sonido es muy estridente. Aunque esté tocando toda la orquesta, el oboe siempre se escucha, es un instrumento con un sonido incómodo, vamos a decir, por estridente».
En México se ha compuesto para el oboe, pero no tanto como en otros países.
Ya había llegado a México desde la Colonia, pero su auge lo tuvo con las bandas, cuando la invasión francesa, con la que llegaron muchos instrumentos de aliento. En este disco se escucha una obra de Carlos Chávez, Upingos, para oboe solo.
Es una obra muy cortita, muy ingenua, comparada con el resto de su creación, y la escribió en 1957 para una obra de teatro de Salvador Novo, Eurípides. Es como una joya.
De allí damos un salto hasta los años 80, cuando empezaron a tener auge en México las nuevas técnicas contemporáneas de ejecución.
¿Entre los años 50 y 80 del siglo pasado no se compuso para oboe?
No hubo nada de obras basadas en las nuevas técnicas, que yo tenga conocimiento. Fue en los años 80, ya con las formas contemporáneas, que se comenzaron a producir nuevos sonidos con el instrumento: percutivos, varios sonidos al mismo tiempo, efectos sobre todo, muy modernos. Y entonces se empezó de nuevo a escribir música para oboe.
¿Qué detonó esa experimentación creativa, la necesidad de extraerle más sonidos al instrumento?
Tuvo que ver con una nueva estética de posguerra. Después de las guerras mundiales se replanteó la manera en que se escribía música y lo que se quería decir: cosas distintas. En Europa, en los años 60, comenzó una búsqueda, una experimentación para sacarle jugo, exprimir el instrumento hasta obtener los sonidos más increíbles, menos pensados e imaginados.
¿Hay un auge del instrumento en México?
Dentro de la orquesta no, sigue siendo el mismo instrumento, porque en el país seguimos tocando la música de toda la vida, es muy difícil que aquí se pongan obras nuevas. Lo que sí ha sucedido es que los jóvenes compositores, de hace 20 años para acá, escriben obras para este instrumento, varias de ellas incluidas en el disco y, de éstas, al menos tres ya son del siglo XXI.
Incluso las ensamblan con música electrónica.
Sí, se amalgaman los sonidos. Hay una obra, de Manuel Rocha, Light and Dust, muy interesante, porque utilizó una cinta electrónica con sonidos de otros instrumentos muy parecidos al oboe, de la misma familia: fagot, corno inglés, oboe bajo. Entonces, cuando oímos la cinta de Rocha, en realidad escuchamos algo así como un ensamble de oboes.
En esta evolución de los años 50 para acá, ¿qué es lo que destaca en términos de sonoridades: estridencias, graves, agudos?
Lo que llamamos nuevas técnicas es, para empezar, una ampliación del sonido. No se puede ir hacia el registro grave de los instrumentos, porque ahí sí tiene un límite, pero hacia el registro agudo sí se ha ido ampliando. Han aparecido nuevos sonidos, que los logramos cambiando la posición de los dedos o de la boca.
También es un instrumento riquísimo en lo que llamamos multiphonics, varios sonidos que suenan al mismo tiempo.
El oboe siempre había sido catalogado como un instrumento melódico, que sólo podía tocar una sola nota al mismo tiempo. A raíz de todos estos descubrimientos se pueden tocar varias notas de manera simultánea. No necesariamente son sonidos muy bonitos, al contrario, a veces son grotescos, pero bueno, tiene una riqueza enorme en ese aspecto.
Hay otros efectos, como hacer con la lengua una ‘erre’. O con una técnica de respiración puedes hacer como si tocaras varios minutos seguidos sin hacer pausas. O articulaciones, en fin, cosas muy distintas.
Cuando Carmen Thierry, quien primero había estudiado guitarra, conoció el oboe, se «enamoró» del instrumento porque, agrega, «tiene un sonido hermosísimo. Creo que es lo más característico de él, un sonido dulzón y romántico».
Mayor información: Oboe
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