Un fotograma de Mi tío, de Jacques Tati. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de agosto de 2015. (RanchoNEWS).- «Tati empezó donde nosotros habíamos terminado». Buster Keaton, genio de la mímica, gran creador de cine, no tuvo reparos en alabar a un igual, el francés Jacques Tati (Le Pecq, 1907-París, 1982), autor de solo seis largometrajes, y sin embargo renovador clave del gag visual, dotado de un dominio impresionante de su cuerpo y de todo elemento que pudiera servir para hacer reír y reflexionar al público. Este verano, en España se celebra el estío Tati: acaba de salir un lote que reúne en Blu-ray toda su obra fílmica —seis largos y siete cortos— restaurada en 2013, y hoy se reestrena en las salas Las vacaciones del señor Hulot, puesta al día en una reconstrucción que aúna las distintas versiones que realizó de su comedia Tati. Reporta Gregorio Belinchón Yagüe para El País.
Este cineasta fue un perfeccionista. Modificó sus películas a lo largo de su vida, convirtiendo su filmografía en materia viva. De Las vacaciones del señor Hulot, rodada en 1953, existen al menos tres versiones: la primera, otra de 1960 (alarga y recorta planos, reorganiza la música y añade un sello en color al final de esta comedia en blanco y negro) y otra de 1977, cuando, en homenaje a Tiburón, filma un nuevo gag con una canoa que se dobla por la mitad y que recuerda a las mandíbulas de un escualo. Tati siempre luchó por mejorar sus filmes, aunque algunos de los fallos se debieran a imposibilidades técnicas de la época.
Idealista que peleó por defender su independencia, mimo que entendió que el cine es imagen, sonido, lo que aparece en cuadro y lo que el espectador intuye que ocurre fuera de cámara, apasionado de su arte, Jacques Tatischeff (su nombre auténtico) nació en el seno de una curiosa familia. Su abuelo, el general del Ejército de la Rusia zarista Dmitri Tatishchev, fue agregado militar en la Embajada rusa en París, donde tuvo un hijo con una artista de circo. El niño, Georges-Emmanuel, nacido poco después de la muerte del general al caerse de un caballo, se educó primero en Rusia y luego en Francia. A los 28 años se casó con la hija de un enmarcador, de origen italoholandés, amigo de Van Gogh y Toulouse-Lautrec. Así que Georges- Emmanuel acabaría dirigiendo el negocio de su suegro. Y a eso parecía predestinado su hijo Jacques, mal estudiante, excelente deportista amante del boxeo, el tenis y el rugby. Aquel muchacho espigado, de 1,90 metros, poseía otro don: su capacidad mímica. Rápidamente pasó de alegrar con su habilidad a su equipo de rugby a triunfar en los teatros y music-halls parisienses. Ahí decidió recortar su apellido y se convirtió en una estrella europea del espectáculo, además de empezar a protagonizar varios cortos.
Un fotograma de Las vacaciones del señor Hulot
Tras la Segunda Guerra Mundial, llegó la eclosión de Tati: Día de fiesta se rodó en 1947, pero no se estrenó hasta 1949, cuando logró un gran éxito. La comedia se filmó con dos cámaras: una para la versión en color —iba a ser una de las primeras películas francesas en ese formato— y otra de seguridad en blanco y negro. Pero el sistema Keller-Dorian fue un desastre: no se podían sacar copias porque el original se rodó en positivo.Por eso, la copia de seguridad en blanco y negro se convirtió en la versión estrenada, hasta que en 1995 se pudo ver de nuevo en color, gracias a la labor de su hija, la montadora y directora Sophie Tatischeff.
Una imagen de Playtime.
El triunfo de Día de fiesta, la historia de un cartero que intenta mejorar su trabajo —influido por un documental sobre el servicio postal de EE UU— en mitad de las fiestas de su pueblo, casi imposibilitó a Tati su siguiente trabajo. Todos los productores querían que repitiera el personaje del cartero François (por cierto, en sus películas Tati encarnaba al menos un par de papeles) y el cineasta solo obtuvo fondos para filmar en blanco y negro Las vacaciones del señor Hulot (1953), donde presentó al personaje que le acompañaría el resto de su carrera, el torpe señor Hulot. El filme arrasó en taquilla, fue candidato al Oscar y tuvo una adaptación al libro escrita por Jean-Claude Carrière.
Tati era libre de hacer lo que quisiera. Así llega Mi tío, en 1957, en la que empieza a señalar una constante en sus trabajos: su sátira de la vida de ciudad, a través, en este caso, de Hulot y su sobrino, que vive en una casa ultrafashion. El artista es considerado uno de los grandes en talento —Oscar al mejor filme de habla no inglesa— y taquilla: 600 millones de francos.
Las otras producciones
Mientras empieza la preproducción de su siguiente largo, Playtime, Tati estrena espectáculo en el teatro Olympia de París en 1961. En un ensayo cae de espaldas al foso de la orquesta: es el principio de sus innumerables problemas físicos. Para Playtime construye en 15.000 metros cuadrados un decorado de hormigón, vidrio y acero, y rueda de octubre de 1965 a octubre de 1967 en película de 70 milímetros. El presupuesto se dispara hasta los 1.500 millones de francos. Artísticamente es otro paso adelante hacia su estilo depurado de comedia; económicamente es un cataclismo. Pierde su productora, los derechos de sus películas… Tati se gana desde entonces la vida dirigiendo anuncios. Además, la crítica, siempre dividida con él, esta vez se enfrenta de forma visceral.
Trafic (1971), la última aparición de Hulot en la pantalla, nace de una coproducción francoholandesa; Zafarrancho en el circo (1973), de un encargo de la televisión sueca. Tati es olvidado. Recibe el César de honor en 1977, y fallece en 1982 por una neumonía.
Hoy, el artista ha vuelto a los altares de la comedia de los que nunca debieron apearle. Por suerte, ha habido cine de Tati muerto Tati. Su hija Sophie acabó en 2000 el documental Forza Bastia, que su padre empezó sobre la final de la Copa de la UEFA de fútbol de 1978 entre el Bastia y el Eindhoven. En 2010, Sylvain Chomet realizó una versión en dibujos animados de El ilusionista, un guion del cómico de los cincuenta. Los reestrenos, las restauraciones, los lanzamientos en Blu-ray han resucitado la figura desgarbada, a punto de romperse, y metida siempre en líos, de un mimo cuya sátira solo encuentra igual en Keaton o Charles Chaplin.
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