C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de enero de 2017. (RanchoNEWS).- «Cuando me avisaron que le habían arrancado la pluma de su mano y que había sido vandalizado con graffitis, sentí una tristeza infinita» dijo Carlos Espino, autor de estatua de Ramón López Velarde ubicada en la Plaza de Armas de la ciudad de Zacatecas, informa Raúl García para El Sol de Zacatecas.
El monumento fue develado la noche del 23 de febrero del 2016; el 2 de marzo amaneció sin la pluma de bronce con la que escribía la Suave Patria, sentado en una banca también hecha de bronce. Dos días después, su cabeza fue pintada con aerosol morado y su bigote fue coloreado con pintauñas rosa.
El autor de esta y varias decenas de estatuas ubicadas en ciudades importantes del país, reconoce que el vandalismo es un peligro permanente. El daño que sufrió el poeta jerezano –dice– es «peccata minuta» en comparación con la destrucción de otros de sus trabajos, mutilados o incluso robados para ser vendidos por kilo como chatarra.
«Falta inculcarle respeto a la gente, es necesario que se sepa que estos monumentos son de todos, también de quienes los dañan», comenta el escultor originario de la Ciudad de México y formado en academias de Italia, Francia, Grecia y Marruecos.
Arte público, sin letreros de «no tocar»
Se conoce como «arte público» a las obras ubicadas a la intemperie o en edificios de libre acceso. Sus formatos pueden ir desde; la figura ecuestre de un héroe colocada en el jardín, la escultura abstracta en el estacionamiento de un colegio y el mural en la fachada de un edificio gubernamental, hasta a los vitrales de un templo católico.
A diferencia de las salas de un museo o de una galería privada, que pueden ser visitadas sólo en algunos días y con horarios limitados, las obras de arte público generalmente carecen de letreros de «no tocar», vigilancia especial, alarmas o cámaras de circuito cerrado.
En la última década son muchos los casos de esculturas destruidas o desaparecidas tan sólo en los municipios de Zacatecas y Guadalupe:
A inicios del 2008 desapareció del parque Arroyo de la Plata, el busto de Ramón López Velarde; nunca se recuperó ni se encontró al culpable. La escultura de bronce tenía la firma del renombrado artista costarricense (naturalizado mexicano) Francisco Zúñiga cuyo trabajo se encuentra en colecciones permanentes de varios países, entre las que destacan las del Museo de Arte Moderno (MoMA) y del Museo Metropolitano de Arte, ambos de la ciudad de Nueva York.
Meses después (octubre 2008) fue arrancado de su pedestal el busto de Benito Juárez, frente al convento franciscano de Guadalupe. Aunque se desconoce su antigüedad, gracias a una inscripción que tenía en su base se sabe que fue «fundido por la Maestranza Nacional de Artillería».
A inicios del 2012, luego de sufrir dos atentados que lo dañaron gravemente, desapareció de la plazuela de Los Periodistas el busto Juan Ignacio María de Castorena Ursúa Goyeneche y Villarreal, primer periodista de América, según recuerda el cronista del estado, Manuel González Ramírez.
Al hacer un recuento de las pérdidas, también recordó que en el 2012 otro busto del Benemérito de las Américas fue robado del jardín Juárez, en el centro histórico de la capital, el cual tenía más de un siglo de antigüedad.
Para prevenir otro robo en la ciudad capital, González Ramírez por iniciativa propia retiró y resguardó un relieve metálico con el rostro de López Velarde el cual estaba mal empotrado en el conjunto escultórico «Suave Patria». De esta pieza de Francisco Zúñiga se realizaron algunas réplicas que se vuelven a colocar sólo en ceremonias especiales.
Esculturas «de a kilo»
Aunque se interpusieron denuncias ante la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), en ninguno de los robos antes descritos se recuperaron los objetos ni se realizaron detenciones. Se sospecha que las obras fueron vendidas por kilo para su reciclaje; todas estaban realizadas con metal.
En el parque «Médicos por la paz» de Tlatelolco, se encuentra el conjunto escultórico «Nuevo sol de la esperanza» de Carlos Espino. La obra –basada en un mito maya– está conformada por una montaña en cuya cima estaba un niño con un escudo lleno de estrellas.
Su autor Carlos Espino recuerda que una mañana le avisaron que el niño había desaparecido. La pieza de 300 kilos de bronce fue cortada a la altura de los tobillos y retirada con la ayuda de una grúa durante la noche.
Otras de sus obras, la fuente titulada «La presencia de Veracruz» en la ciudad de Jalapa, ha sufrido varias mutilaciones. Le han arrancado las redes metálicas a los dos pescadores que lleva en ambos extremos, y se les han robado los peces metálicos. A la fecha la fuente ha sido reparada tres veces.
Pocos saben que la gigantesca estatua ecuestre de Felipe Ángeles, develada en 1989 en la explanada del cerro de La Bufa, también es obra de Carlos Espino: «Hace un par de años, antes del centenario de la Toma de Zacatecas me pidieron que le diera pátina, así noté que le faltaban varias piezas, las riendas y una espuela ya se las habían robado».
«Hay grupos delictivos bien organizados, que usando hasta maquinaria pesada y discos de corte, han mutilado mis obras y las obras de otros artistas para ir a venderlas al kilo como chatarra (…) no se dan cuenta del valor artístico, cultural y trascendental de una obra de arte», lamentó.
El vandalismo y el violín de Genaro Codina
Sin embargo, el reciclaje del metal no parece ser el móvil de quienes han dañado las esculturas a tamaño natural en las que Carlos Espino representó a siete escritores, músicos y pintores zacatecanos, obras que fueron develadas a lo largo del 2016.
Además de la pintura en aerosol y de los rayones de los que ha sido objeto, a la estatua de Ramón López Velarde ubicada en la Plaza de Armas, le ha sido rota su pluma en dos ocasiones.
En este grupo de esculturas, el daño más reciente fue registrado en el monumento del compositor Genaro Codina en la alameda «Trinidad García de la Cadena». Además de que se le despojó de sus anteojos, le destruyeron la vara y las cuerdas del violín que sostiene el autor de la Marcha de Zacatecas.
«Es lamentable que esas personas sean unos resentidos sociales, pero desgraciadamente ellos tampoco tienen la culpa, vienen de familias disfuncionales, con problemas psicológicos y lo único que se les ocurre es destruir», comentó Carlos Espino.
La escultura pública corre mucho peligro: Ismael Guardado
«La obra pública es muy peligrosa, porque pues está desprotegida y aunque esté en edificios o instituciones respetables, muchas veces llega a sufrir daños» comentó, Ismael Guardado, cuyas obras también han sido objeto de actos vandálicos.
Las pinturas y esculturas de este artista zacatecano se exhiben en museos y galerías de cuatro continentes, pero en Zacatecas son más reconocidas sus muestras de arte público.
«Prometeo» relieve de 15 metros de altura que durante medio siglo ha sido el ícono de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), es su obra más popular, pero su catálogo universitario incluye una decena de pinturas, porticados y esculturas metálicas en preparatorias, facultades y oficinas.
También para el gobierno ha realizado varios murales como «La herbolaria del chamán» en la Secretaría de Salud; «Arbor Vitae», en el hospital de la mujer zacatecana y «Bajo la roca», en vestíbulo del congreso estatal.
Al deterioro natural que sufren la mayoría de estas obras, se suman diversos daños que fueron hechos intencionalmente.
En el estacionamiento de la Escuela de Derecho de la UAZ se encuentra mutilada su escultura abstracta titulada «Órdenes», la cual cumplió en el 2016 20 años de antigüedad: «A los tres días de terminarla le robaron una plomada de bronce que yo ingenuamente le puse; la hice tres veces y se la robaron las tres veces».
Su mural más reciente «Cambio de vía», se ubica en el muro exterior del museo Toma de Zacatecas, lugar visitado por 70 mil personas al año. Sus 15 x 5.5 metros son una apología a los héroes anónimos, torturados y fusilados durante la revolución mexicana.
Además de sus elementos de cantera y cerámica, en ambos lados del paredón se despliegan balas y fragmentos de armas antiguas reales: «Desde los primeros días se empezaron a llevar los casquillos, o trataban de arrancar el armamento, eso lamentablemente es muy frecuente».
Al opinar que es alarmante la falta de cultura de quienes adoptan estas conductas, expresó: «No entiendo por qué siendo su patrimonio y parte de su historia, no lo cuidan ni existe la vigilancia necesaria de parte de las instituciones».
«Duplicar o triplicar los policías sería insuficiente»: Sánchez Preza
La Ley Federal de Monumentos y Piezas Arqueológicas, Artísticas e Históricas, en su artículo 51 señala: «Al quien se apodere de un monumento, mueble arqueológico, histórico o artístico sin consentimiento de quien puede disponer de él con arreglo a la Ley, se le impondrá prisión de dos a diez años (…) mientras tanto, quien los tenga en su poder irá a la cárcel hasta por un máximo de seis años».
A pesar de las denuncias hechas por el ayuntamiento y por autoridades estatales, Procuraduría General de Justicia, en la última década no tiene registros de personas detenidas por el daño a obras de arte público.
Para el presidente de la Junta de Protección a Monumentos y Zonas Típicas del Estado, Rafael Sánchez Preza, la solución al daño del patrimonio artístico no está en aumentar las penas ni la vigilancia: «Es incorrecto pensar que la policía debe tener la solución, aunque hubiera el doble o el triple de oficiales, seguiría siendo insuficiente».
Al respecto, el funcionario agregó: «De lo que se trata es de fomentar el civismo de la gente, cambiar la educación sobre nuestra conducta hacia el patrimonio público; si no vandalizamos nuestra casa, no vandalicemos la calle».
La presidenta de la Asociación de Amigos del Patrimonio Zacatecano (Apazac), Rosa María Caloca coincide en que la educación es el único medio: «Nosotros pensamos que hace falta más espacios recreativos para mantener ocupada a la juventud, más espacios para atender los vicios y las malas costumbres».
Al respecto agregó: «El día en que tengamos en las escuelas y en los hogares una permanente educación que permita enamorarnos de nuestro patrimonio, no tendremos destructores, sino que tendremos vigilantes celosos».
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