«El mal como condición destructiva nos atraviesa a todos», señala Romero. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de febrero de 2018. (RanchoNEWS).- El hombre que no muere escribe como si nunca hubiese dejado de hacerlo. Escribir le permite ordenar sus experiencias, pero nunca más vuelve sobre lo escrito. «Si intento sonreír, si toco mi cara mientras intento sonreír, lo que descubro son los rasgos firmes y tersos de una máscara mortuoria», afirma esta criatura monstruosa en la primera entrada de su diario, en junio de 1955. «¿De qué estoy hecho? Si digo ‘tengo instinto’, ¿dónde se asienta? ¿En qué encrucijada de humores y cartílagos? A una pregunta le sigue otra, siempre otra. ¿Qué consistencia tiene mis huesos? Lo que más me perturba no es no tener respuestas. Es la sospecha de que son preguntas que ya me he hecho en otro tiempo que no puedo recordar», dice en abril de 1982. «Soy una mosca y mi centro de gravedad es lo que llaman presente», escribe el monstruo en diciembre de 2001. En la inquietante novela El conserje y la eternidad (Alfaguara), Ricardo Romero hilvana versiones de una criatura condenada a una existencia infinita, sin saber qué abismo hay entre una palabra y otra, sólo preocupada por la rapacidad de la sobrevivencia cotidiana, por saciar la necesidad de sangre hundiendo los dientes en el cuello de sus víctimas.
La novela de Romero transcurre en tres tiempos significativos: los días del bombardeo a la Plaza de Mayo en junio de 1955, durante la guerra de Malvinas y en los momentos previos al estallido de la crisis del 19 y 20 de diciembre de 2001. «Quería que fueran tres etapas con una diferencia considerable de años para que me permitiera trabajar con una criatura que no envejece y para ver cómo se relaciona con los diferentes tiempos. La elección de las tres fechas es por la violencia al interior de violencias más grandes, que hace que esta criatura también pueda pasar desapercibida. La coyuntura lo ayuda, incluso en el desorden de esa coyuntura también encuentra las herramientas para pasar desapercibido. Una parte de Las brújulas muertas, de Roger Pla, transcurre durante el bombardeo en la plaza. Siempre me pareció un suceso muy difícil de imaginar porque estamos hablando del bombardeo a un sitio donde uno pasa muy seguido», plantea el escritor y editor en la entrevista con Página/12. «Me atraía ver qué pasaba con esta criatura estando cerca de esos sucesos. Ya en Historia de Roque Rey trabajé mucho con un personaje que recorría distintos momentos de la historia argentina; pero más que la historia con mayúscula me interesan las historias laterales y periféricas de personajes que no son protagonistas de esa historia con mayúscula, sino que protagonizan sus propios derroteros y que al ser periféricos el capricho tiene otra forma de articularse menos escandalosa que permite ir más lejos sin juzgar», agrega Romero.
Silvina Friera lo entrevista para Página/12
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