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( Foto: Dorothea Lange)
B arcelona, 2 de Enero 2007.- (CATALINA SERRA/ El País).- La memoria no funciona como una película, sino que está hecha de fotografías, y por eso he decidido coleccionarlas. Mi colección es un estado de ánimo", escribe Lola Garrido en el catálogo de la exposición Sus ojos los delatan, una selección de sus estados de ánimo, es decir, de su colección de fotografía, que hasta el 24 de marzo se presenta en la Fundación Foto Colectania de Barcelona (www.colectania.es).
Es un reto interesante el de esta exposición, porque Garrido es la directora artística de esta fundación barcelonesa dedicada al coleccionismo fotográfico y ha asesorado o realizado varias colecciones de fotografía para diversas instituciones. Provocaba curiosidad saber qué es lo que ella había coleccionado para sí y, la verdad, el resultado no decepciona.
Pueden verse trabajos de grandes nombres como Man Ray -su Calla Lillies (1930) es, explica, la fotografía más cara que ha comprado-, Rodchenko -una de sus obsesiones, ya que cuenta con toda una serie de copias de época firmadas por el gran maestro ruso- o Robert Capa -exhibe un vintage (copia realizada por el propio fotógrafo o hecha bajo su supervisión) de su famoso Miliciano muerto-. Pero queda claro haciendo un recorrido por los trabajos de la exposición que Lola Garrido no colecciona nombres sino imágenes.
"Cuando empecé hace más de veinte años pensaba no tanto en coleccionar fotografías sino en tener imágenes que me gustaban", explica. Y poco a poco fue comprando, casi siempre en subastas, imágenes que la fascinaban o conmovían hasta llegar a atesorar unas 700 fotografías, de las que ahora exhibe unas sesenta en esta exposición. "Al principio compraba mucho, pero con el tiempo me di cuenta de que hay que ir con cuidado porque si no se selecciona mucho lo malo puede hacer que lo bueno parezca peor. Es mejor tener cinco buenas fotografías que 2.000, porque lo que cuenta en una colección y lo que la distingue son las imágenes, no el número o los nombres que tenga".
Garrido reconoce que su selección es personal y contradictoria, pero el punto de unión casi siempre es la humanidad casi hiriente de gran parte de las imágenes elegidas, desde la dignidad de las medias zurcidas de la joven que aparece en una fotografía de la depresión de Dorthea Lange al retrato Catérine Milionare (1979), de Robert Mapplethorpe, pasando por las imágenes de Nan Goldin, Garry Winogrand, García-Alix, Lee Miller, Berenice Abbot o Wegee. La selección, de todas formas, es variada. Cabe la elegancia y el glamour de Errwin Blumenfeld o P. Horst, la experimentación más formalista de Harold Edgerton, Raoul Hausmann o Chema Madoz, y también los delicados paisajes de Josef Breitenbach, las sorprendentes polaroid de Walker Evans, la mirada artística de Magritte o Rauschenberg y los instantes cazados por Walker Evans o Cartier-Bresson.
En fin, una amplia variedad en la que hay tanto vintages como copias modernas de unas imágenes que consiguió en un momento en el que el mercado aún permitía hacerse con un retazo del imaginario de este siglo. "Creo que tienes que coleccionar el arte de tu época, pero reconozco que tengo menos fotografía contemporánea que histórica", indica. "Cuando empecé a coleccionar estaba fascinada por las imágenes históricas, y entonces aún se podía comprar".
Explica que tras la furia inicial estuvo seis años sin comprar nada y, después, hace unos dos años, volvió a la carga. "Compro cosas que me interesan de manera selectiva, pero sabiendo que voy a parar porque ya puedo vivir viendo lo que me gusta. No necesito poseerlo. Tener una colección implica mucha dedicación; hay que asegurar la conservación de las fotografías, documentarlas y ampliar la colección, porque las imágenes siempre necesitan compañía nueva", explica. "He disfrutado mucho haciendo la colección, más que teniéndola. Supongo que en algún momento me la quitaré de encima, y con lo que saque igual me compro una casa en la Toscana", asegura Garrido.
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