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domingo, junio 10, 2007

Artes Plásticas / Inglaterra: Dalí y el cine

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Una mujer pasa frente a la fotografía de Salvador Dalí en la exposición que presenta la Tate Modern de Londres (Foto: Reuters)

L ondres, Inglaterra. Miércoles 30 de mayo de 2007 (EFE).- Salvador Dalí nació, como su compatriota, el poeta Rafael Alberti, con el cine, y su pasión por el séptimo arte sería una constante a lo largo de su vida, como demuestra la exposición que abre sus puertas al público este viernes en la galería Tate Modern, de Londres.

La exposición, que inauguran oficialmente hoy la infanta Cristina de España y su esposo, Iñaki Urdangarín, documenta la relación del genio de Figueres (Girona, noreste español) con el cine y la influencia de este arte en su pintura a partir de su participación con Luis Buñuel en dos filmes surrealistas por excelencia: El perro Andaluz (1928) y La Edad de Oro (1930).

La famosa secuencia del ojo de la heroína seccionado por una hoja de afeitar en El Perro Andaluz sigue siendo una de las escenas más impactantes en la historia del cinematógrafo, como también quedará en la memoria la mano llena de hormigas, imagen recurrente en muchas de sus obras de aquel período.

Dalí sintió además casi desde el principio una fascinación por el mundo de Hollywood, gracias sobre todo a los hermanos Marx, en especial al mudo Harpo, a quien conoció en París y cuyas humoradas le parecían auténticos actos surrealistas.

En compañía de su esposa, Gala, el pintor viajó a Los Ángeles para reunirse con Harpo, quien, dispuesto a impactar al surrealista, le recibió desnudo, coronado de rosas, y rodeado de varios cientos de arpas, según contaría más tarde el propio Dalí.

Éste pensó incluso hacer una película con los hermanos Marx, La mujer surrealista , proyecto que, sin embargo, no prosperó y que quedó en una serie de ideas y de imágenes que pueden verse en la exposición londinense, entre ellas la de una «cena en el desierto iluminada por jirafas ardiendo».

Gracias a su genio, pero también a sus extravagancias y a su sentido innato para la publicidad, Dalí conectó inmediatamente con el mundo de Hollywood, que le fichó para que trabajase en secuencias oníricas, su gran especialidad, como la famosa de Spellbound, en el filme de Alfred Hitchcok.

Durante el rodaje de esa última película, en 1945, Dalí conoció a Walt Disney, con quien firmó un contrato para un cortometraje de animación de pocos minutos de duración que debía combinar imágenes reales y dibujos animados.

El proyecto, titulado Destino, quedó entonces truncado, pero con el centenar largo de escenas, dibujos y pinturas conservadas, un nieto de Walt Disney, Roy Disney, y el productor Baker Bloodworth lo completaron recientemente, siguiendo las instrucciones y los esbozos del artista.

Todas esas películas se exhiben simultáneamente en distintas salas, en pantalla grande y de forma continua durante la exposición, de forma que los visitantes pueden interrumpir en cualquier momento su recorrido y sentarse a verlas.

Al mismo tiempo se exponen guiones y dibujos preparatorios tanto de las películas terminadas como de las frustradas, por ejemplo, la titulada Babaouo (1932) , Los Misterios surrealistas de Nueva York o La Carretilla de la Carne, rebosantes todos ellos de imágenes oníricas, castraciones y otras fantasías sexuales.

Algunas de las imágenes utilizadas en el cine aparecen ya en pinturas surrealistas como la temprana Aparato y Mano, de 1927, El enigma del deseo y El gran masturbador, ambos de 1929, o La persistencia de la memoria, de 1931, con sus emblemáticos relojes en trance de derretirse.

Con sus grandes espacios desérticos, sus juegos de sombras, sus singulares perspectivas y su desconcertante iluminación, muchos de sus cuadros tienen una calidad espectacular que se explica en buena parte por la influencia de la pantalla.

La exposición de la Tate, que se abre con los retratos realistas que el joven Dalí hizo de su padre y de Luis Buñuel, en los que demuestra ya su virtuosismo en el dibujo, ofrece una cuidada selección de su etapa más exquisitamente surrealista.

La minuciosidad realista en la descripción del detalle, aprendida sin duda en Vermeer y otros pintores holandeses, la pone Dalí al servicio de una imaginación desbordante, que yuxtapone y descubre conexiones entre los elementos más dispares, siguiendo en ello al conde de Lautréamont, el gran santo de los surrealistas.

La exposición de la Tate, organizada en colaboración con la fundación Gala-Salvador Dalí, de Figueres, y con apoyo de la Oficina de Turismo de España, estará abierta al público hasta el 9 de septiembre y viajará más tarde a Los Angeles y St. Petersburgo (Florida, EU).


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