En las manos de Pablo Ortiz Monasterio, curador del capítulo fotográfico de la muestra Tesoros de la Casa Azul, ayer, tres imágenes del archivo de Frida Kahlo, que constituye una de las colecciones fotográficas más importantes de México: un Zapata, de autor desconocido; una obra de Tina Modotti y una de Manuel Alvarez Bravo. (Foto: Marco Peláez)
M éxico, 26 e junio, 2007. (Mónica Mateos-Vega / La Jornada).- La artista Frida Kahlo atesoró a lo largo de su vida 5 mil 387 fotografías. Era su mundo amado, secreto, hecho de imágenes, acompañándola en las buenas y en las malas. Inspirándola, arropándola.
Este invaluable acervo, que recientemente fue dado a conocer en la residencia natal de la pintora, en Coyoacán (La Jornada, 15/06/2007), es revisado desde hace cuatro meses por el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio (DF, 1952), quien se encargará de seleccionar unas 50 piezas que se integrarán a la exposición Tesoros de la Casa Azul, la cual se inaugurará el 5 de julio, en vísperas del centenario de Kahlo.
En entrevista, el curador muestra algunas de las fotografías más relevantes de esta colección que, por todo lo que representa, es una de las más valiosas que existen en México, asegura.
Hay obra de los fotógrafos más notables del siglo XX, como Martin Munkácsi (dos obras), considerado el pionero más destacado del periodismo gráfico moderno; del surrealista Man Ray (cinco piezas), de Brassai, de Giséle Freund, de Edward Weston (siete fotos), de los Alvarez Bravo (Manuel y Lola), de Tina Modotti, sin faltar una vasta serie de autorretratos de Guillermo Kahlo.
Fotos que cuentan historias
Existe material que no necesariamente es inédito; lo valioso es que se trata de fotos que fueron obsequiadas a Frida y/o Diego por los autores, como un gesto de amistad o admiración, como indican las dedicatorias, explica Ortiz Monasterio.
Una pieza de la colección. (Foto: Marco Peláez)
Pero sin duda, los retratos que más fascinan son los que se alejan por completo de la imagen pública de la artista: Frida recostada en su cama, boca abajo, mirando traviesa la lente de la cámara, con la espalda desnuda, sensual. ¿Quién la fotografió? Será tarea de los investigadores descubrirlo.
También están unas fotografías pequeñitas, como queriendo pasar inadvertidas, que han sido catalogadas como los «amores» de Frida: ella en la cama, compartiendo sábanas con una rubia; otra de una muchacha, literalmente enseñándole el calzón, con las piernas abiertas y dedicatoria que dice: «esta es mi posición en la vida»; varias de Alejandro Gómez Arias, su amor adolescente; de un pirata, de unos marinos musculosos, de un par de chicas en bikini.
Se trata, añade Ortiz Monasterio, de fotos que cuentan historias, como el retrato de Frida abrazando a Guadalupe Marín, primera esposa de Diego Rivera, con una marca de que fue doblada por en medio, ¿para que una de las dos no se viera? ¿para romperla?; una más de Diego y Frida, acompañados por una pareja de amigos estadunidenses, en la cual la pintora se recortó, ¿por qué? Indagar las respuestas, será fascinante para los estudiosos.
El fotógrafo y ahora curador de Los tesoros de la Casa Azul dice que ante esta colección -que fue catalogada por la asociación Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México-, ''es claro que Frida decidió no ser fotógrafa como su padre. Pudo serlo, ya que él la inició en este arte, pero en esa colección, de más de 5 mil imágenes, sólo hay dos fotos con la firma de ella en la parte posterior. No obstante, creo que podría haber tomadas varias más, por ejemplo, una donde está una calavera recostada, como aparece en su cuadro El sueño, la imagen fue captada aquí en la Casa Azul.
Un a pieza más. (Foto: Marco Peláez)
«Ha sido difícil revisar el acervo, son materiales delicados, no se puede acceder rápidamente a ellos. La primera vez que vi las fotografías fue en su versión digital, pues no se puede estar manipulando los originales como ahora que se los muestro. 'Es muy claro que se trata de un archivo que Frida trabajó, cultivó y cuidó. Hay mucho de Diego, que ella de alguna manera le guardó: hay catálogo de la obra de ambos, materiales iconográficos que les interesaban, como una colección, muy interesante, de fotos de fábricas, obreros y máquinas de los años 30, que Rivera utilizó para pintar un mural en Detroit. Hay pocas fotos de Frida, más bien están aquí sus amigos, la gente cercana. Hay fotos recortadas, con anotaciones, cargadas de historias, de datos. Al respecto, el acervo es muy rico, la pintora anotaba muchas cosas. Hay un retrato de Breton dedicado a sus amigos Frida y Diego, de José Clemente Orozco, de Marcel Duchamp, de Emilio Indio Fernández, de Dolores del Río, quien le escribe: 'alíviese pronto, chiquita'», dice el curador.
Una imagen recortada. (Foto: Marco Peláez)
«Con estas imágenes ella se construyó un mundo, no sólo con su gente querida y sus secretos, sino con sus temas favoritos: su obra, la arquitectura, los indios, las ruinas, las luchas políticas, imágenes que la acompañaban, que la arroparon. No hay una sola colección en México que tenga estas firmas, esta calidad», agrega.
Ortiz Monasterio trabaja en un proyecto editorial que dará a conocer en 2008. Para abrir boca podría ser un libro en dos volúmenes, «pequeño, con muchas fotos, uno, de todo lo de Frida, y otro dedicado a Guillermo Kahlo, a sus autorretratos, así como a una muestrita de la casa de San Angel».
REGRESAR A LA REVISTA