Rancho Las Voces: Textos / Martín López-Vega: «He soñado que se moría Wislawa Szymborska»
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

jueves, febrero 02, 2012

Textos / Martín López-Vega: «He soñado que se moría Wislawa Szymborska»

.
La escritora polaca. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua, 2 de febrero 2012. (RanchoNEWS).- Compartimos el texto de Martín López-Vega publicado en El Cultural, con motivo del fallecimiento de la poeta: La primera vez que fui a Cracovia, al bajarme del tren una mujer exactamente igual a ella se me acercó para ofrecerme una habitación en su casa. Decía: «English?» Yo le hablaba en inglés y ella meneaba la cabeza. «Français?» Lo mismo. No buscaba un idioma en el que entendernos, sólo quería saber de dónde era. Alquilé la habitación, que en realidad era el salón de su casa y estaba frente a un cementerio (el vecino era un marmolista que tenía expuestos en el jardín diferentes modelos de lápida). Me dio de desayunar un bollo relleno de mermelada fastuoso y me dijo que debería ir a Auschwitz. No me sentí con ánimos y lo dejé para otro viaje. Un amigo que la conoce me dijo: Pues no te extrañe que fuera Szymborska, porque a veces hace este tipo de cosas. Yo sé de sobra que no era Szymborska quien me alojó en su casa aquel febrero, pero me gusta pensar que... tal vez...

Wislawa Szymborska es una poeta española. No muchos poetas habrán tenido tanta suerte con sus traductores: lo que Gerardo Beltrán y Abel Murcia han conseguido con su poesía es un prodigio de esos que rara vez se dan. Cuando ya el tomo de su Poesía no completa editado por el Fondo de Cultura Económica era inencontrable yo, que lo tenía, se lo presté a una amiga a sabiendas de que nunca me lo devolvería. Le gustaba mucho Szymborska, pero sobre todo quería tener el libro en el que aparecía este poema, «Elogio de mi hermana»:


Mi hermana no escribe versos.
y dudo que empiece de repente a escribir versos.
Lo sacó de mi madre, que no escribía versos,
y de mi padre, que tampoco escribía versos.
Bajo el techo de mi hermana me siento segura:
el marido de mi hermana por nada en el mundo escribiría versos.
Y aunque esto suene a obra de Adam Macedonski,
ninguno de mis parientes se dedica a escribir versos.

En los cajones de mi hermana no hay viejos versos,
ni recién escritos en su bolso.
Y cuando mi hermana me invita a comer
sé que no es con la intención de leerme sus versos.
Sus sopas son exquisitas sin premeditación
y el café no se derrama sobre sus manuscritos.

En muchas familias nadie escribe versos,
pero si lo hacen, es raro que sea sólo una persona.
A veces la poesía fluye en cascadas de generaciones,
creando peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.

Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,
y toda su escritura son postales de sus viajes
con textos que prometen lo mismo cada año:
que cuando vuelva,
me contará todo,
todo,
todo.

En los poemas de Wislawa Szymborska, el universo parece la cocina de casa, y viceversa. Los milagros de sus poemas son inconmensurables gracias a lo pequeñas que son las cosas con las que están hechos. Tenía la puerta a esas dimensiones que los científicos suponen que están entre nosotros pero a las que no sabemos cómo acceder. Ella sabía, y sus poemas son el recuento de ese ir y venir suyo entre dimensión y dimensión cargada de pucheros y bibelots.

Cosas que sé porque he leído a Wislawa Szymborska:
Que no es fácil desacostumbrarse de uno mismo.
Que en el examen final será un mono quien me chive la respuesta.
Que puede bastar con tocar Bach con un serrucho.
Que el mundo no merecerá el fin del mundo mientras la mujer de Vermeer vierta la leche de su jarra.

En la constelación de la poesía polaca del siglo XX, que incluye, casi nada, a Zbigniew Herbert y Czeslaw Milosz, Szymborska demuestra que el libro de familia también es bibliografía, que son bibliografía las viejas fotos de familia y los anuncios del periódico y la publicidad de los buzones. Si Herbert y Milosz son siempre hombres en la historia, arrastrados por la historia, Szymborska está siempre a refugio de ella, porque nunca duda (y probablemente en ello estribe su mayor diferencia con ellos) de que existe la bondad, y que eso que llamamos «humanidad» se encuentra más cerca de ella que del horror que la rodeaba.

Su obra poética no es muy extensa. Le costó publicar su primer libro, pues no respondía a las exigencias del realismo socialista. De hecho sólo uno de los poemas de aquel formará parte, muy corregido, del que será finalmente su primer libro, publicado en 1952, en pleno estalinismo, con el título de Por esto vivimos. Szymborska no permitió nunca la reimpresión de aquel libro: sus poemas se titulaban «A la juventud que construyó Nowa Huta», «Salutación al constructor de la ciudad socialista», «Nuestro obrero habla de los imperialistas», «Lenin»... A todos nos gusta creer en el paraíso, hasta que nos asomamos a él. Doce son sus libros de poemas, a los que habría que añadir sus Lecturas no obligatorias (donde reseña libros como Cien minutos para la belleza o Medicina antigua, demostrando de nuevo que todo es bibliografía para una mirada como la suya, capaz de desentrañar el universo en un grano de arena) y una serie titulada «Correo literario», inédita en castellano, que son en realidad las respuestas que Szymborska escribía en una revista polaca a las personas que enviaban a ella sus manuscritos. Están llenas de humor y de inteligencia de esa suya, de bisturí anestésico. He aquí la respuesta dada a un tal H. C. (o tal vez G.) de slomniki:

«Rogamos –pero qué rogamos, suplicamos– (pero qué suplicamos: imploramos) que nos envíen obras escritas de manera legible. Sin embargo continúan llegándonos –tal vez a la altura del querido señor Thomas Mann– textos escritos con una grafía mínima y un garabato a modo de firma. A esto se añade que no podemos pagar con la misma moneda, pues los maestros del arte tipográfico no han inventado aún caracteres ilegibles. Cuando esto ocurra, procederemos a emitir un juicio».

Inteligencia, humor, ternura: la receta de la sabiduría de una felicidad consciente de que en ocasiones puede estar hecha apenas de dolor atenuado. Quise entrevistar a Wislawa Szymborska y no pude, no como Félix Romeo, con quien estará ahora tomando té o vodka, no sé, que le hizo una espléndida. Seamus Heaney contaba que no había podido hablar mucho con ella por su poco inglés, pero que le encantaba su forma de fumar, como una estrella del viejo Hollywood. A los amigos les regalaba unos collages divertidísimos de los que en Polonia se han editado algunas recopilaciones de las que se han extraido los que acompañan estas notas.

Pero sobre todo, la poesía. Releo ahora «Ausencia»:

Faltó poco
y mi madre podría haberse casado
con el señor Zbigniew B. de Zdunska Wola.
Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría tenido mejor memoria para los nombres y las caras,
y para las melodías oídas una sola vez.
Habría reconocido sin problemas qué pájaro era cuál.
Habría tenido unas notas fantásticas de física y de química,
peores de lengua,
pero habría escrito a escondidas poemas
de entrada mucho más interesantes que los míos.

Faltó poco
y mi padre podría haberse casado en ese mismo momento
con la señorita Jadwiga R. de Zapokane.
Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizá habría sido más terca en lo de salirse con la suya.
Y se habría lanzado sin temor a aguas profundas.
Capaz de abandonarse a emociones gregarias.
Vista permanentemente en varios lugares al mismo tiempo,
pero rara vez entre libros, más a menudo en la calle
jugando a la pelota con los chicos.

Quizá incluso se hubieran encontrado ambas
en la misma escuela, en la misma clase.
Pero no habrían sido amigas,
no habrían tenido ningún parentesco,
y en las fotos de grupo estarían lejos una de otra.

Niñas, poneos ahí
–habría dicho el fotógrafo–.
Las más bajas delante, las más altas detrás.
Y sonreíd cuando os dé la señal.
Pero contad antes
si estáis todas.

–Sí señor, estamos todas.

He soñado que moría Wislawa Szymborska, he soñado el momento exacto en que pasaba al otro lado. Se cruzaba en la puerta con Félix Romeo, que intentaba convencer al portero de que dejase ese trabajo tan esclavo y se decidiera por fin a cumplir no sé qué proyecto secretísimo. Juntos pasaban y ella ponía esa sonrisa que tiene en las fotos y decía: Bueno, tampoco será para tanto, ¿a qué se juega aquí?

WISLAWA SZYMBORSKA EN ESPAÑOL

* El gran número. Fin y principio y otros poemas. Vv. Tt. Hiperión, Madrid, 1997.
* Poesía no completa. Trad. G. Beltrán y A. Murcia. Fondo de Cultura Económica, México, 2002 (2ª ed. 2008).
* Instante. Trad. G. Beltrán y A. Murcia. Igitur, Barcelona, 2004.
* Paisaje con grano de arena. Trad. A. M. Moix y J. W. Slawomirski. Lumen, Barcelona, 2005.
* Dos puntos. Trad. G. Beltrán y A. Murcia. Ígitur, Barcelona, 2007.
* Aquí. Trad. G. Beltrán y A. Murcia. Bartleby, Madrid, 2009.
* Lecturas no obligatorias. Prosas. Trad. Manel Bellmunt. Alfabia, Barcelona,

REGRESAR A LA REVISTA