Sin título (2011), de la artista holandesa Lotte Geeven, que expone en Arco con la galería West (La Haya). (Foto: El País)
C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de febrero 2012. (RanchoNEWS).- El arte contemporáneo parece ajeno a la Ley de Gravitación Universal. El año pasado, en plena crisis financiera planetaria, las casas de subasta vendieron más que nunca en su historia. La consultora Artprice cifra esta euforia en 10.600 millones de dólares (8.000 millones de euros), unos 1.100 millones más que durante 2010. Inmune a la atracción de la crisis, estos números evidencian que el arte se ha convertido en un activo financiero (para lo bueno y lo malo) como cualquier otro. Y la primera reacción del mundo de las finanzas cuando descubre un instrumento exitoso es empaquetarlo y buscarle compradores, siempre, claro, bajo la promesa de elevadas ganancias. Informa Miguel Ángel García Vega para El País:
Los fondos de inversión son ese paquete perfecto, casi sin aristas. En el mercado hay 50 de ellos que manejan más de 900 millones de dólares (680 millones de euros) y se espera que su número «aumente significativamente». Éstas son las cifras y las palabras de Enrique Liberman, presidente del fondo Art Fund Association. Pero esta cantidad podría ser superior pues «muchos gestores aún no son absolutamente transparentes a la hora de revelar los activos que manejan», precisa Randall Willette, director de la consultora especializada en arte Fine Art Wealth Management.
Independientemente del dato concreto, esperando debutar ya hay varias propuestas de instrumentos, por así decirlo, generalistas pero también especializados en artistas chinos, rusos, brasileños, de Oriente Próximo. Un reciente informe de la consultora Deloitte –citado por la agencia Bloomberg– narra que en la primera mitad del año pasado llegaron al mercado unos 25 vehículos de este tipo, la mayoría procedentes de China. Solo un 2% de la población de ese país, asegura la gestora Castlestone, está comprando arte, pero ese porcentaje representaba nada menos que el 23% de todo el mercado mundial en 2010. El crecimiento de la economía del gigante asiático hará que se incorporen más compradores chinos al mercado y lo empujen con fuerza. «Esto demuestra que el arte se mueve al unísono que los meridianos económicos. Si la economía se traslada a ese nuevo mundo financiero que representan los países emergentes el arte se va tras él», admite el coleccionista Marcos Martín Blanco.
En ese viaje, una de las paradas obligadas es Brasil. La gestora Plural Capital lanzaba hace poco el primer fondo de inversión en el mundo especializado en artistas contemporáneos brasileños. Se llama Brazil Golden Art e ilumina ese desplazamiento que veíamos del mercado del arte. «Desde un punto de vista económico, los creadores brasileños o chinos pueden ser una inversión provechosa, pero sabiendo que se asume un riesgo alto», analiza Paco Cantos, coleccionista y abogado especialista en fusiones y adquisiciones.
En esa letra pequeña habitan reflexiones como las de Eliseo Cervera, director de banca privada de Citi en España y Portugal, para quien «los fondos tienen muchas de las características de las inversiones directas como iliquidez, volatilidad o estrechez del mercado, lo que hace que no sean aptas para todos los ahorradores». Algunos expertos aconsejan la regla 2/20. Tener el 2% de la cartera invertida en arte y esperar unos beneficios del 20%.
A pesar de estas precauciones, en abril del año pasado se estrenaba en la Bolsa moscovita el primer gran fondo de este tipo comercializado por Rusia. Y sus números, claro, tienen un volumen acorde con la fortaleza económica del país. Valorado en 467 millones de dólares (356 millones de euros) cuenta y gestiona 290.000 imágenes. El nombre es algo difícil: Sobranie.Photoeffect y lo maneja la gestora Agana. Sus ingentes fondos proceden, según el periódico Financial Times, de un grupo anónimo de coleccionistas rusos. Y en principio venderá entre el 5% y el 10% de su patrimonio artístico cada año en subasta y pagará un dividendo final después de 15 años, y entonces dejará de existir.
Pero, sin duda, lo importante (esto lo saben bien los gestores rusos) es hacer negocio en el camino, y para ello nada mejor que usar un principio económico tan básico como vender caro y comprar barato. Esta es la filosofía que preside el fondo londinense Fine Art Fund Group (70 inversores repartidos en 17 países con una ganancia media de aproximadamente el 25% y 120 millones de dólares gestionados), seguramente el producto de estas características más conocido del mercado. Daniela Sánchez, una de sus responsables, cuenta cómo The Find Art Fund I (lanzado en 2004) tiene un historial exitoso de revalorizaciones. Una pintura surrealista, desgrana, comprada por 1.470.000 dólares se vendió por 2.862.000 en subasta con una revalorización del 94,41%. Otro ejemplo. Una pieza impresionista adquirida en mayo de 2010 por 362.500 dólares se saldó sólo un mes más tarde por 669.316 dólares, generando una plusvalía neta del 84,64%.
Sin embargo, hay que mirar los porcentajes con cuidado, pues este sector es muy singular. «El mercado artístico es el menos regulado del mundo. Por ello, invertir aquí con éxito requiere acceso especial a la información y el establecimiento de relaciones estrechas con curadores, representantes artísticos y críticos que influyen en él», admite Enrique Liberman, responsable de Art Fund Association.
Suena, pensarán muchos, a manejar información privilegiada, algo, por cierto, penado, en algunos casos, hasta con multa económica y cárcel si se hace en los mercados financieros tradicionales. Pero en el arte la regulación es tan laxa y el creador vive tan indefenso que basta con que dos personas se pongan de acuerdo en una subasta para influir a corto plazo en la cotización de un artista. Bueno, incluso una sola puede causar destrozos si tiene el peso de un coleccionista como Charles Saatchi, a quien desde hace años se le acusa de destruir los precios del pintor italiano Sandro Chia tras sacar en subasta gran cantidad de obra de segundo nivel por una cuantía baja. Él lo niega. Aunque, paradójicamente, esto también genera oportunidades inesperadas. La galerista Helga de Alvear recuerda cómo consiguió, «a un precio estupendo», una obra, que había sido expuesta en la Documenta de Kassel, de la pintora Marlene Dumas, porque su marchante preferiría venderla a otro coleccionista antes que a Saatchi.
Esta anécdota es interesante porque evidencia que el arte y su conversión en fondo, o sea, en dinero, es un tránsito que tiene espinas. Randall Willette, de Fine Art Wealth Management, advierte de estos inconvenientes, que apunta de corrido: «Carencia de regulación, elevado riesgo e iliquidez, limitado historial de comportamiento de los productos [track record, en la jerga financiera], falta de certeza de que el fondo tenga las obras precisas en el momento adecuado y posibles conflictos de intereses entre el asesor y el inversor».
Y es que aspectos como la liquidez tienen su singularidad. Usar las casas de subastas para conseguirla es la fórmula habitual. Eso sí, dependiendo del precio del lote se pueden quedar hasta con un 25% del valor de la pieza. «Por eso hay que trabajar con una elevada diferencia —mucho más que con otros activos— entre el valor de compra de la obra y el del posible remate, ya que de lo contrario a los fondos los números no le casan», advierte un experto de una sala de subastas. Ahí está el ejemplo de Valencia Contemporary Art Collecction, un fondo español (una de las pocas experiencias nacionales) especializado en pintura que el 18 de febrero de 2011 liquidó todos sus activos (94 lotes) en Phillips de Pury y cuyos resultados no fueron, ni mucho menos, los esperados. De hecho, solo seis de ellos tuvieron una puja intensa.
Al final, quizá el mejor resumen a esta visita guiada al impredecible mercado del arte lo aporta Francis Outred, responsable del área de Contemporáneo en Christie's Europa: «No recomendamos que se compre arte con el único propósito de invertir, pero muchos de nuestros clientes han encontrado en este mercado un lugar atractivo y gratificante para su capital». ¿Qué otro mercado, pensarán muchos, puede en estos días unir a la palabra «capital» los términos «atractivo» y «gratificante»?
Miguel Ángel García Vega es periodista, y coleccionista, especializado en finanzas y economía.
Sin título (2011), de Ben Grasso. (Foto: Cortesía de la galería Jerome Zodo Contemporary)
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